Sermones que Iluminan

Pascua 4 (B) – 25 de abril de 2021

April 25, 2021

LCR: Hechos 4:5–12; Salmo 23; 1 San Juan 3:16–24; San Juan 10:11–18

¿POR QUÉ SOMOS CRISTIANOS?

Comúnmente este Cuarto Domingo de Pascua es llamado Domingo del Buen Pastor; esto en virtud de la lectura del Evangelio de Juan y del Salmo 23 que oímos cada año en este día, y que nos presentan a Jesús como aquel que provee cuidado y es capaz hasta de dar su vida por las ovejas. Es interesante también que, en algunos contextos, este día se celebra el ministerio de Sacerdotes, Obispos y Obispas, quienes comparten el encargo del cuidado pastoral de la Iglesia.

¿Y qué hay de la lectura de los Hechos de los Apóstoles y de la Primera carta de Juan? Hoy podemos iniciar la reflexión dejando de lado la hermosa figura de Jesús como Buen Pastor, para centrar nuestro pensamiento en las dos lecturas restantes, las cuales pueden pasar desapercibidas ante la belleza y familiaridad de esta imagen.

¿Qué sucedería si alguien nos preguntara por qué somos cristianos? ¿Qué significa ser cristianos? ¿Cuál sería nuestra respuesta? Muchas personas empezarían por remitirse a la tradición familiar: “Yo soy cristiano porque me bautizaron”, “iba a la Iglesia con mi mamá y mi abuela”, “en la Iglesia conocí a mi esposo o esposa cuando éramos parte del grupo de jóvenes”, etc. Pero ¿Qué pasa con la persona de Jesús y nuestra relación con él? ¿Qué podemos decir de Jesús y su relación personal con nosotros?

El tiempo de Cuaresma fue esa oportunidad de volver sobre nuestra vida, mirando atrás, para reconocer en nuestro pasado todo aquello que hay que enmendar. Aunque no fue fácil, pudimos reconocer que hemos fallado como padres, madres, esposos, hijos; seguramente encontramos momentos en los cuales no amamos a quienes están a nuestro lado como deberíamos hacerlo (quizá poniendo en riesgo de contagio, con comportamientos no muy responsables, en este tiempo de Covid-19); quizá erramos como profesionales o ciudadanos, buscando un atajo en nuestras labores o queriendo recibir algún beneficio extra; tal vez tampoco hemos cuidado de nuestra casa común, el planeta tierra, haciendo un mal uso de sus recursos; socialmente, tal vez, nos hemos hecho cómplices con nuestras acciones u omisiones de la discriminación hacia otros por su color de piel, país de origen, sexo u orientación sexual.

Y ¿por qué hablar de la Cuaresma si quedó atrás hace cuatro semanas? Precisamente porque ella nos enseñó que no somos perfectos, que tenemos mucho que mejorar, que es en la Pascua donde encontramos la respuesta al porqué somos cristianos. Dice la Primera carta de Juan: “Conocemos lo que es el amor porque Jesucristo dio su vida por nosotros”. Somos cristianos porque Dios nos ama, con errores y debilidades. Nos ama tanto que envío a su Hijo para que muriera en una cruz, pagando el precio que mereceríamos pagar por nuestros pecados; nos ama tanto que resucitó a Jesús y, con su resurrección, nos ha abierto las puertas del cielo; nos ama tanto que nos hizo hijos suyos en el bautismo y nos da la oportunidad cada día de ser mejores seres humanos; nos ama tanto que perdona todas nuestras faltas, aquéllas sobre las que meditamos en la cuaresma.

Dios nos ama con todo lo que somos; no a pesar de nuestros defectos, sino con ellos y con nuestras virtudes. Nos ama porque somos creación suya, porque somos valiosos, porque Él no crea cosas desechables. Nos ama tanto que nos hizo hijos suyos en el bautismo y nos llama a la eternidad para gozar de su presencia. Es por eso por lo que somos cristianos, porque hemos experimentado el amor apasionado de Dios por nosotros.

Por esa misma razón, los cristianos buscamos ser mejores, nos comprometemos en la protección de los derechos de aquellos que sufren, levantamos nuestra voz buscando cuidar el medio ambiente, protestamos contra la discriminación sexual y religiosa, contra el racismo y la violencia: “Porque Jesucristo dio su vida por nosotros; así también nosotros debemos dar la vida por nuestros hermanos”. El amor que sentimos por Dios, ese mismo amor que Dios tiene por nosotros, se tiene que expresar en acciones concretas, y por eso los cristianos hacemos lo que hacemos.

Cuando vamos a cine, y la película fue muy emocionante, salimos sin vacilar a contar a otros lo interesante de la película; buscamos la ocasión para comentar sus efectos especiales, la representación del actor, la banda sonora, el argumento envolvente, etc. Pues, con esa misma pasión, como cristiano que vivimos el amor de Dios, estamos llamados a anunciar ese amor a todos, a invitar a otros a seguir a Jesús para que sientan también ese amor que sentimos, que nos mueve y apasiona.

Existen ocasiones en las que buscamos excusas para no anunciar el amor de Dios o no hacer el bien; creemos que ésa es una labor de los clérigos y, tal vez, de quienes están llamados a ayudar en la Iglesia como ministros laicos, pero no nuestra. También podemos creer que no es el momento adecuado para hablar de Dios porque siempre tenemos opiniones distintas y hay que evitar confrontaciones.

Frente a este sentimiento, la lectura de Hechos de los Apóstoles nos da una respuesta. Pedro y Juan son cuestionados porque han sanado a un enfermo; están frente a los sumos sacerdotes y otras autoridades que habían puesto preso a Jesús y lo habían conducido luego a Pilato para ser condenado y crucificado. Están es una situación riesgosa, sus vidas están en peligro inminente. La tentación era no nombrar a Jesús y decir que no sabían cómo había pasado lo de la curación, pero por el contrario, Pedro toma fuerza y guiado por el Espíritu Santo dice: “declaramos ante ustedes y ante todo el pueblo de Israel que este hombre que está aquí, delante de todos, ha sido sanado en el nombre de Jesucristo de Nazaret, el mismo a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó. Este Jesús es la piedra que ustedes los constructores despreciaron, pero que se ha convertido en la piedra principal. En ningún otro hay salvación, porque en todo el mundo Dios no nos ha dado otra persona por la cual podamos salvarnos”.

¿Qué hay de nosotros? Hemos sentido el amor incondicional de Dios, hemos recibido el Espíritu Santo en nuestro bautismo, somos hijos de Dios y hermanos de Jesús. No tengamos miedo, seamos como Juan y Pedro, salgamos a anunciar el Reino de Dios a través de nuestras palabras y obras. Invitemos a otros a sentir ese amor de Dios que nosotros sentimos. Que aquellos que se sientan desanimados o tristes, que no encuentran sentido a sus vidas y se siente como ovejas que no tienen pastor, puedan conocer a Jesucristo, el Buen Pastor, que con lazos de amor nos conduce a la casa del Padre. Amén.

El Rvdo. Nelson Serrano Poveda, es Presbítero en la Diócesis Episcopal de San Joaquín y Misionero Hispano de la misma Diócesis. Psicólogo de la Universidad Nacional de Colombia, y Master of Arts in Religion de Trinity School for Ministries.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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