Mensaje Pascual del Obispo Primado, 2004

No existe ninguna clase de perversidad que la humanidad pudiera ser capaz de cometer que no haya sido voluntariamente cargada por Cristo en la cruz. Allí fue derrotado el mal. Y la vida, en toda su espléndida plenitud, animada por la misericordia y la verdad divina, y por la paz y justicia que Dios imparte, fue derramada en un mundo que no podía ni puede imaginarlo.

Este es el poder de la resurrección. Este es fundamento de nuestra esperanza. Este es el cimiento de nuestra confianza. A pesar de los perpetuos ciclos de violencia, guerras y asesinatos que asolan a todo nuestro mundo, la resurrección motiva nuestro valor y nuestra capacidad de luchar por la reconciliación.

¡Aleluya! Este es nuestro cántico Pascual. Cuando cantamos ¡Aleluya! estamos diciendo no a la pobreza, a las enfermedades y las injusticias que afligen a millones de personas que, tal como nosotros, fueron creadas a la imagen de Dios, pues, no podemos ni queremos aceptar la situación presente. Cuando cantamos ¡Aleluya! pronunciamos un indiscutible sí a la visión de un mundo transformado, sanado y reconciliado en Aquél que nos reunió a todos en sí mismo. Cantar ¡Aleluya! es reconocer que hemos sido hechos uno en Cristo y que su constante dedicación a restaurar y renovar todas las cosas, ahora también debe ser nuestra tarea.

El mundo necesita que cuando durante esta Pascua cantemos ¡Aleluya!, lo hagamos con la firme convicción de un cántico expresado por nuestros labios, pero también por nuestra manera de vivir.

Muy Reverendísimo Obispo Frank T. Griswold
Obispo Presidente y Primado
Iglesia Episcopal de los Estados Unidos de América

— –Translated by the Rev. Thomas G. Mansella, ATA Accredited Translator.

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