Pentecostés 11 (C) – 24 de agosto de 2025
August 24, 2025
LCR: Isaías 58:9b–14; Salmo 103:1–8; Hebreos 12:18–29; San Lucas 13:10–17.

Los cambios drásticos que se han dado a lo largo de la historia nos pueden llevar a pensar que hay mundos que se han acabado, algunos que se van acabando y otros que están naciendo. Dentro de los que se han acabado, por ejemplo, están los que llamamos el mundo primitivo, la edad media, la era industrial, la edad modernidad, entre otros. Hoy se dice que estamos viviendo la era o mundo de la postmodernidad. El mundo que nos presenta Lucas, en el evangelio de este domingo, es el iniciado por Jesús, el mundo gobernado por su amor y misericordia, en el cual hombres y mujeres tienen igual participación en la vida política, social y religiosa. El mundo de Jesús es el mismo creado por Dios donde el hombre y la mujer, hechos a su imagen y semejanza, gozan de la misma dignidad y libertad.
Se nos cuenta que Jesús, como era su costumbre, fue un sábado a participar en el culto en una sinagoga. Según la tradición del pueblo de Israel este día de descanso debía guardarse siguiendo a pie de letra lo que indicaban las leyes. Al llegar allí, Jesús se encuentra con una mujer que por dieciocho años había padecido de una enfermedad que le impedía enderezarse. Entonces Jesús se dirige a ella y le dice: “Mujer, ya estás libre de tu enfermedad”, y le impone las manos para que quede sana. Esta mujer encorvada representa a cualquier mujer -de ahí que no se conoce su nombre-, y es un símbolo de la incapacidad que tiene esa mujer, u otra de esa época, para llevar una vida en sociedad con dignidad de hija y heredera del reino de Dios. Su encorvamiento -postura no recta- significa que se encuentra en desigualdad frente al hombre, los dieciocho años significan un largo tiempo o que su estado de encorvamiento es permanente o su recuperación un imposible. Pero Jesús, que está en favor del débil, del pobre, del necesitado, del oprimido, y que ha venido a liberar a los cautivos, actúa en su favor para sanarla y devolverle su libertad y dignidad. Aquí vemos como Jesús inicia con ella -y en toda mujer-, un proceso de emancipación, que es característico de su mundo, de su reino.
Esta mujer del evangelio acude a la sinagoga porque para una hija de Abrahán, es en la sinagoga, el tempo, donde debe iniciar la obra de liberación y devolución de su dignidad. Sin embargo, Jesús también encuentra que, en el centro de la comunidad, en la sinagoga, en el lugar de liberación, hay resistencia al cambio y afirmación de la diferencia/enfermedad de esta mujer; tal es la actitud del jefe de la sinagoga que, opuesto al pueblo y a la acción de Jesús, se enoja y discute con él.
Sabemos que no sólo han pasado años, sino siglos desde que Jesús realizó esta acción liberadora, sin embargo, este proceso de liberación de la mujer ha sido largo, difícil y aún no logrado totalmente. Debía pasar mucho tiempo para que la sociedad llegara a entender y a aceptar que no sólo esa mujer, sino que toda mujer debe gozar de plena libertad. Que tanto la mujer como el hombre gozan del valor de la libertad que su dignidad les da. Gracias a la acción de Dios hoy la mujer del siglo veintiuno es una mujer que compite a la par con el hombre, la vemos ejerciendo ejemplarmente altos roles sociales, políticos y, por supuesto, eclesiales. Este cambio se ha dado gracias al valor, a la lucha, al sacrificio, y a la perseverancia de la mujer y de todos aquellos que favorecen su causa. Reconocemos que todavía quedan pasos grandes y fundamentales por dar para que ella conquiste su igualdad total a todo nivel incluidos los núcleos eclesiales de algunas religiones de nuestro tiempo.
Otro mundo que ha terminado es aquel que considera el día del Señor – el domingo en nuestra fe- como un día sólo reservado para la iglesia, el culto y nada más. Hoy bien sabemos que este día es el día primordial de la misericordia, la redención, la caridad y las buenas obras. Hoy vemos a muchas personas que luego de la participación en la Eucaristía dominical ocupan parte de su tiempo para visitar a un enfermo, llevarle comunión a su casa o al hospital, hacer una visita a un preso o colaborar en una cafetería que da comida a las personas de la calle. A diferencia de aquella prescripción antigua del día sábado, nuestro día del Señor no es un día pasivo y de descanso, sino un día de la acción salvadora de Jesús, en el cual predominantemente se alaba a Dios en la liturgia celebrada y se le adora en el servicio que se le da al pobre, al enfermo y al más necesitado; hoy el domingo es el día de la misericordia de Dios reflejada en la acción de sus fieles.
¡Qué mejor día de la semana para ser redimidos, sanados y renovados, no sólo para Dios, sino para la vida familiar, social y eclesial! Éste es el efecto de la acción liberadora de Jesús, que da sentido y plenitud a cada día que vivimos y renueva el sentido total del día del Señor.
Sin embargo, el día del Señor, el domingo, también se ve amenazado por el mundo del activismo secular al convertirlo en el día de compras, del parque, del paseo, la televisión y la diversión, olvidando su origen y sentido, su conexión con el Dios que rompió su tumba al tercer día y que ahora quiere actuar para derribar en nosotros nuestras propias tumbas en las que nos encontramos asfixiados y alejados de la vida real y verdadera que sólo él nos puede dar.
Hay mundos que nacen, mundos que crecen entre nosotros y mundos que también deberían acabarse y por lo cual oramos, pero esos mundos no se acaban sin la participación de personas de fe, sembradores de esperanza. Dios nos pide nuestra participación y nos invita a ser agentes de cambio. Él renueva en nosotros hoy, en este día consagrado a él, su presencia y nuestro rol profético para que junto a él trabajemos por la transformación de esos mundos o submundos de pecado y de muerte, en mundos de gracia y plenitud de vida.
El Rev. Fabio Sotelo es el Rector de la Iglesia San Eduardo, en Lawrenceville, Georgia. El recibió una maestría en filosofía y literatura en la Universidad Santo Tomas de Bogotá, Colombia, una maestría en Teología en la Universidad de Santa María, Emmitsburg, Maryland y actualmente adelante un Doctorado en Liturgia en la Universidad del Sur, Suwannee, Tennessee. Con su esposa Claudia son padres de tres hijas, muy hermosas: Melanie, Samantha y Briana. Juega Tenis y lee literatura, política y teología.
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