Propio 28 (C) – 2025
November 16, 2025
LCR: Malaquías 4:1–2a; Salmo 98; 2 Tesalonicenses 3:6–13; San Lucas 21:5–19.

“Tendrán oportunidad de dar testimonio de mí”.
Estamos en el penúltimo Domingo del año litúrgico. La próxima semana celebramos la fiesta de Cristo Rey y concluiremos el año 2025. Esta referencia cronológica es importante porque las lecturas tienen un tono de conclusión y de juicio: “Se acerca el día, ardiente como un horno, en que todos los orgullosos y malvados arderán como paja en una hoguera” (Malaquías 4:1). De la profecía de Malaquías, en la primera lectura, confirmamos lo que la narrativa bíblica predice acerca del día del juicio; cuando menciona “se acerca”, nos recuerda que el juicio es una realidad en movimiento, un momento por el que todos tenemos que pasar.
Lejos de interpretar o utilizar la Biblia para infundir miedo, particularmente sobre el día del juicio o sobre el futuro; tenemos que reconocer que la profecía de Malaquías es un aviso para nosotros. En cuanto “se acerca” somos advertidos e invitados a obras de justicia y respeto: “Para ustedes que me honran, mi justicia brillará como la luz del sol, que en sus rayos trae salud”. El resultado del Juicio depende de nuestras acciones. Como en otros momentos de la sabiduría bíblica esta profecía confirma que la responsabilidad es personal y son los hechos quienes van a determinar las consecuencias finales. Las personas reciben de frente a Dios las mismas oportunidades, y convertirse en justo o malvado es resultado del ejercicio de nuestra propia libertad.
Jesús menciona -en línea con la profecía de Malaquías- cuando las personas admiran la belleza del templo: “Vendrán días en que de todo esto que ustedes están viendo no quedará ni una piedra sobre otra. Todo será destruido”. Ratificando que el momento del Juicio es irrevocable. La destrucción del templo es algo más que una catástrofe física y enseña que el nuevo sitio del encuentro es Jesús; es a través de él dónde los hombres encontramos la presencia de Dios.
Como preparación al momento del juicio Jesús predice guerras, revoluciones, terremotos, hambres, traiciones, enfermedades, cosas espantosas en el cielo; “Sin embargo, aún no habrá llegado el fin”. Lo que significa que esos signos ratifican que la historia y el mundo se mueven hacia el juicio, pero que sólo Dios sabe cuándo será. La destrucción del templo implica que Dios está por encima de los edificios físicos y es más grande que cualquier construcción humana.
Más que aterrorizarnos el Juicio es una exhortación para vivir conscientes de nuestra temporalidad. Cada ocasión es momento para dar testimonio del Dios en quien creemos y a quien servimos. No tenemos que preocuparnos por las palabras de defensa porque serán proveídas como manifestación del amor de Dios hacia nosotros. En preparación al Juicio debemos recordar la promesa de Jesús: “les aseguro que estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20). Si bien somos constantemente rodeados por tragedias físicas y persecuciones de todo tipo en cuanto seguidores de Jesús, la perseverancia en la fe garantiza que caminamos seguros. Debemos asegurarnos de que nuestra fe sea coherente, justa y fructuosa.
Si en la profecía de Malaquías aprendimos que la responsabilidad personal y las propias acciones determinan las consecuencias en el día del juicio, de esta página del evangelio entendemos que la belleza del templo es pasajera e insuficiente para nuestra relación con Dios. En los momentos de catástrofe y persecución descubrimos y entendemos realmente en quien podemos confiar. Al leer este evangelio debemos recordar la lógica de Dios, cuando estamos en momentos de tribulación Jesús ve oportunidades para dar testimonio. Las persecuciones, en diferentes maneras, hacen parte de nuestra fe y experiencia cristianas.
La promesa de seguridad en medio del caos no es una novedad. La palabra mártir tiene como raíz la palabra testigo. Ya en los primeros siglos de la era cristiana los mártires y confesores de la fe, de manera convincente y verdadera, dieron testimonio de su entrega y fidelidad a Dios por encima de todo lo demás. Ellos se convirtieron en mártires en cuanto testigos de una relación exclusiva con Dios que, para las personas de su época, resultaba extraña y muy exigente moralmente. Ese testimonio de coherencia cristiana los llevó a ser reconocidos de manera pública y a ser impulsadores de nuevos creyentes.
Nuestra preparación al juicio no debe ser diferente de la de los primeros creyentes. Nosotros hoy somos responsables de perseverar en la fe y dar testimonio de Jesús. Más que nuestras palabras deben ser las acciones de justicia quienes den testimonio de la grandeza de Dios en nuestras vidas; más que una preparación temerosa e insegura como creyentes debemos reconocer la fuerza de Jesús en quien se fundamenta nuestra grandeza. Él nos promete hoy: “No se perderá ni un cabello de su cabeza”. Permitamos que las palabras llenas de sabiduría que vienen de Dios sostengan y encuentren terreno fértil que alimente nuestra fe para perseverar y dar testimonio de su amor. Amén.
¡No olvide suscribirse al podcast Sermons That Work para escuchar este sermón y más en su aplicación de podcasting favorita! Las grabaciones se publican el jueves antes de cada fecha litúrgica.


