Sermones que Iluminan

Pentecostés 9 (C) – 10 de agosto de 2025

August 10, 2025

LCR: Génesis 15:1–6; Salmo 33:12–22; Hebreos 11:1–3, 8–16; San Lucas 12:32–40.

“No tengan miedo” es un mensaje que suena y resuena en el Evangelio de Lucas. El primero en escucharlo, en el capítulo uno de boca de un ángel, es Zacarías, cuando el ángel le anuncia el nacimiento de su hijo Juan. Lo escuchamos de nuevo, en el mismo capítulo, en la voz del ángel Gabriel anunciado a María la concepción y el nombre del Jesús. Más adelante, en el capítulo dos, por tercera vez, un ángel anuncia a los pastores el nacimiento de Jesús con la misma frase: “No tengan miedo”. Por último, antes de llegar al texto de hoy, volvemos a escuchar la frase, ahora en boca de Jesús, cuando llama a Pedro en el capítulo quinto: “No tengas miedo, desde hoy serás pescador de hombres”.

Para Lucas es importante enfatizar esta verdad antes de la concepción y el nacimiento de un hijo, a la luz de la encarnación y también ante el inicio de un nuevo ministerio. Frente a todo gran paso en la vida, aun en los caminos de Señor, el miedo es una constante para el ser humano; sin la realidad existente del miedo esta frase sería innecesaria. Y no se hizo necesaria sólo para personajes como Zacarías, María, Pedro, los pastores y los propios discípulos, el “no tengan miedo”, para Lucas, no es una sugerencia, es un imperativo divino, es una marca indeleble del discípulo. Recordemos que Lucas escribe y anuncia la irrupción de Reino de Dios en un contexto donde la gente tenía razones de peso para tener miedo, tanto por la persecución y hostilidad del Imperio como por la pobreza y la confusión natural ante la intervención de lo divino, como fue el caso de Zacarías, María y Pedro.

En un contexto lleno incertidumbre y temor, el Evangelio de Lucas lanza una invitación profunda a confiar en la Providencia Divina: “No tengan miedo ovejas mías; ustedes son pocos, pero el Padre, en su bondad, ha decidido darles el reino”. Con esta invitación el evangelista deja claro que el Reino de Dios se abre paso desde lo pequeño, desde las vulnerabilidades, desde la confianza de cada corazón que se abre a la presencia Dios. En todos los siglos y en todos los contextos los creyentes afrontamos miedos y desafíos reales que van desde lo económico, lo social o la persecución política hasta lo más personal y humano en situaciones familiares, de salud o incluso existenciales. Por eso este mensaje lucano no pasa de moda. El imperativo “no tengan miedo” sigue siendo tan valioso para nosotros como lo fue para Pedro, María, Zacarías o incluso Jairo, líder religioso amante de la palabra.

En el contexto específico del pasaje de este domingo el miedo está asociado a la ansiedad por las cosas básicas, las imprescindibles de la vida. Frente a esta realidad el mensaje de Jesús pone todas las garantías en la misericordia y la protección del Padre: “ustedes son pocos, pero el Padre, en su bondad, ha decidido darles el reino”. Todo bien viene de Dios, el proveedor principal de nuestras vidas, el primero en dar y en darse por completo. Pero la lucha contra el temor no se queda en el “no tengas miedo”, comienza por poner la confianza en Dios. El texto continúa con un claro plan de acción reflejado en los otros imperativos que le acompañan: “Vendan lo que tienen, y den a los necesitados; procúrense bolsas que no se hagan viejas… Sean como criados que están esperando… estén preparados”.

No es sentado, en la contemplación, sino en la acción que se vence el temor, en el acto genuino de dar sin esperar recibir, en la disposición de servir sin esperar ser servido y en el diario vivir con la confianza puesta en Dios que ya nos los ha dado todo en Jesús. Nuestro mundo es extremadamente transaccional, uno da y uno recibe; si se tiene el poder adquisitivo o las influencias correctas las puertas se abren. Vivimos en el mundo de las compras en línea y las respuestas rápidas, especialmente ahora con la inteligencia artificial. Pero hay cosas que no podemos comprar, hay cosas a las que sólo podemos acceder por la gracia de Dios y el corazón abierto a Cristo. Por más influencia o dinero que tengamos no podemos comprar la vida eterna, el reino, la plenitud de vida que se nos ha anunciado en Cristo, sólo podemos lanzarnos a vivirla, y para dar el salto hay que empezar por dar de lo que no cabe en el bolsillo: dar el corazón como lo dio María, confiar como confió Zacarias, creer como creyó Jairo, y dejar las redes como Pedro para empezar de nuevo.

La invitación a dar, a procurarnos bolsas que no se hagan viejas y a estar preparados. Es una invitación contra cultural. Estamos acostumbrados a poner la confianza en aquello que es palpable y concreto: dinero, conocimiento, bienes, relaciones humanas, democracia, estabilidad. Jesús sabe que todo esto no es más que una sombra pasajera y por eso invita a sus discípulos a quitarse los miedos de la única manera posible: poniendo la confianza en lo que es eterno e imperecedero (no se entienda aquí una dicotomía dualista entre lo material y lo espiritual). No es el dinero, el conocimiento o los bienes materiales lo que está mal, sino nuestra tendencia humana a poner en ello nuestra confianza.

El “estar preparados” se refiere a vivir desde ya abrazando los valores del Reino sin que nuestra vida o discipulado estén atados o confiados en otra cosa que no sea la bondad del Padre, que le ha dado todo al Hijo, y la bondad del Hijo que ha dado incluso su propia vida por nosotros, haciéndonos, por gracia, lo que él es por naturaleza: hijos amados del Padre. ElReino ya nos ha sido dado. No como premio al esfuerzo sino como don gratuito del Padre para quienes se atreven a vivir confiando. Y ese confiar no es pasivo, no se queda en una emoción o intención, sino que se expresa en gestos concretos de desprendimiento, generosidad, servicio y preparación constante.

“No tengan miedo”, según Lucas, es un llamado a vivir con los pies en la tierra y el corazón anclado en el cielo. Es un llamado a vivir como si el Reino ya estuviera entre nosotros, porque lo está: en la mesa que se comparte, en el tiempo que se entrega, en la vida que se pone al servicio de otros; el Reino se abre paso cuando alguien decide amar aunque tenga miedo, perdonar aunque cueste, confiar aunque no vea el camino claro; se hace presente cuando el discípulo cambia el control por la confianza, el acaparar por el compartir, el miedo por la fe. Como ovejas amadas del rebaño de Cristo, pequeñas y vulnerables como podemos ser, debemos entender que éste es el mensaje que sostiene nuestra fe y da forma a nuestro testimonio: el Reino ya nos ha sido dado. No tengamos miedo.

Vivamos como hijos e hijas amados del Padre y herederos por gracia de un Reino que no se acaba. Vivamos como pueblo en camino, sin poner la confianza en lo que pasa, sino en Aquel que permanece. Demos, sirvamos, preparemos el corazón y dejemos que este Evangelio nos forme, nos consuele y nos envíe.

El Rvdo. Andreis Díaz es Vice-Rector de Christ Church, Ponte Vedran Beach, Florida. Diócesis de la Florida.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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