Estudio Bíblico

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Estudio Bíblico: Adviento 4 (B) – 2017

December 25, 2017


2 Samuel 7: 1-11, 16

Mientras que David tiene en mente lo que la mayoría de la gente concebiría al escuchar la palabra “templo”, Dios parece estar pensando en algo totalmente diferente. Esto es especialmente claro cada vez que leemos este pasaje a la luz del Nuevo Testamento. David desea construir un edificio para el Señor. Sin embargo, vemos que Dios se resiste a la idea, no porque no le guste la idea en general, sino porque David no es el elegido para esta tarea, y la noción de templo implica más que un edificio físico. Los autores del Nuevo Testamento y los Padres y Madres de la Iglesia leerían luego este pasaje tipológicamente, representando el cuerpo humano como el templo de Dios. María ciertamente participó en esta construcción al llevar a Jesús, la persona en quien habita la plenitud de Dios. Jesús también construye el templo de Dios fuera de la Iglesia. El significado de todo esto no es que Dios no quiera un templo en el cual habitar, sino que los planos de David no se alinean del todo con los de Dios. Veremos que Dios prefiere los cuerpos humanos sobre los edificios inanimados.

  • ¿Cómo debemos tratarnos a nosotros mismos sabiendo que nuestros cuerpos son templos para Dios, y cómo debería impactarnos esta noción sobre cómo nos relacionamos con los demás?

Salmo 89: 1-4, 19-26

Cada vez que escuchamos la palabra “fidelidad”, podríamos apresurarnos a atribuirla a un atributo meramente humano. Pensamos mucho sobre la fidelidad dentro de nuestras relaciones y dentro del matrimonio. Reflexionamos sobre nuestra propia fidelidad a Dios y a la Iglesia. Si bien no hay nada de malo en esas consideraciones, tendemos a olvidar el pensar en la fidelidad de Dios hacia nosotros. Es la fidelidad que Dios tiene con nosotros lo que sirve como precondición para nuestra fidelidad hacia él. Antes de elegir a Dios, Dios ha decidido ser para nosotros. Nuestras expresiones de fe a Dios no son la iniciación de una relación: son la respuesta a un Dios que se ha dedicado a nosotros todo el tiempo. Optó por ser para nosotros incluso antes de que existiéramos. Tú y yo estamos incluidos en la promesa que Dios le hizo a su pueblo en la antigüedad. El dominio de Dios ciertamente se ha extendido y, como con una sola voz, le decimos a Dios: “Tú eres mi Padre, mi Dios y la roca de mi salvación”.

  • Compara cuánto piensas en tu fidelidad y cuánto piensas en la de Dios. ¿En qué crees que deberías pasar más tiempo pensando?

Romanos 16: 25-27

En esta doxología, Pablo quiere que elevemos nuestros corazones al Dios que puede fortalecernos “de acuerdo” con tres cosas diferentes, y estos tres puntos de acuerdo forman una interesante progresión de pensamiento. Parafraseando, Dios nos fortalece de acuerdo con el anuncio del Evangelio, de acuerdo con el misterio revelado de Cristo (que ahora incorpora a los gentiles), y de acuerdo con el mandato santificador de Dios. El movimiento va de la mera recepción del Evangelio, a la reinterpretación de las Escrituras del Antiguo Testamento a la luz del misterio revelado (y contemplando al Cristo cósmico a la luz de esta revelación), luego a la vida de obediencia que forma la respuesta a estas cosas. Si vamos a sumergirnos en la sabiduría del “único Dios sabio”, debemos mantener unidas estas dinámicas. La sabiduría de Dios no nos permitirá simplemente recibir el Evangelio y no hacer nada con él, ni nos permitirá ser negligentes con la inclusión de todo tipo de personas en la Iglesia mientras buscamos vivir vidas de obediencia. La sabiduría de Dios mantiene todas estas dinámicas íntimamente juntas. Deberíamos hacer lo mismo.

  • ¿Cuál de estas dinámicas te ha fortalecido en tu camino de fe? ¿A cuál deberías prestar más atención?

Lucas 1: 26-38

En el Evangelio de Lucas, la historia de Jesús no comienza donde uno podría suponer que debería comenzar. No comienza con Jesús. Más bien, la historia de Jesús comienza con su madre. Si bien podemos estar tentados a leer nuestras propias afinadas suposiciones teológicas en esta historia, sería bueno leer el texto por lo que dice y no por lo que esperamos que diga. En otras palabras, la Encarnación no es el tema central de este pasaje, ni Lucas trata de convencernos de que María es la Theotokos (“Portadora de Dios”), aunque ciertamente se pueden inferir aspectos de estas ideas. Por el contrario, Lucas quiere que pongamos nuestra atención en el hecho de que Dios ha usado al más humilde de los seres humanos para cumplir su voluntad divina. Lucas nos hará meditar sobre la respuesta de María a Dios (su disposición a decir: “Cúmplase…”), y tal vez sea esta actitud preexistente la que le haya otorgado el título de “favorecida”, incluso antes de que el niño fuera concebido en su matriz.

  • ¿Qué importante es el “cúmplase” de María, y cómo mejora nuestra manera de pensar acerca de la Encarnación?
  • ¿Cuán significativo es que Dios no eluda la participación humana para lograr su voluntad divina?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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