Estudio Bíblico

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Estudio Bíblico: Cuaresma 2 (B) – 2012

March 05, 2012


Génesis 17:1-7, 15-16

Todas las lecturas de hoy tienen un tema común de fe: la fidelidad de Dios hacia nosotros y nuestra respuesta.

Salmo 22:23-31

Este salmo comienza realmente en lamento con el familiar: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? A continuación, entra en la parte de hoy, que incluye la alabanza, la adoración y, finalmente, una proclamación de la liberación que Dios ha realizado por todos. A pesar de que este salmo comienza con un corazón sufriente y quebrantado, se hace evidente que el salmista torna hacia las promesas de Dios y entrega su vida al cuidado de Dios. Sus experiencias le conducen hasta el corazón de un Dios amoroso que camina con él y escucha el clamor de los afligidos. Durante la Cuaresma, reflexionamos sobre la naturaleza misma de Dios: el Dios eternamente fiel y misericordioso que se vacía de sí mismo y se entrega a todos.

  • Reflexiona sobre tu camino de fe personal. ¿Puedes pensar en un momento de tu vida en el que tuviste un corazón quebrantado o una relación rota, un momento de depresión? ¿Qué pasó? ¿Cómo fue? Luego pregúntate a ti mismo, ¿mi desesperación se transformó en esperanza o me quedé “atrapado”? ¿Cómo fuiste transformado por la experiencia?

Romanos 4:13-25

Cuando vamos al interruptor para encender la luz, esperamos que haya luz. Esperamos que el flujo eléctrico esté presente. No podemos ver flujos eléctricos. Sólo vemos el resultado, que es la luz. Nosotros solo confiamos en que la compañía eléctrica cumpla la promesa de proporcionarnos electricidad. La fe es similar. No podemos ver la fe, sólo sus efectos. La fe es la confianza en que Jesucristo cumple las promesas de Dios hacia nosotros mediante la gracia, el don del perdón y la vida eterna. Se trata de la fidelidad de Dios hacia nosotros. La fe es la confianza en la gracia de Dios. La confianza siempre se da primero y luego da forma a nuestra respuesta. La respuesta cristiana a la fidelidad de Dios comienza en la adoración y la alabanza y luego sale al mundo para amar y servir a los demás.

  • ¿Cómo ha bendecido Dios a alguien esta semana a través de ti?

Marcos 8:31-38

En este pasaje, Jesús predice su sufrimiento y Pedro parece que quiere tomar el camino de la negación. Pedro ama a su maestro. Posiblemente, Pedro ama tanto a Jesús que no quiere desprenderse de él. Pero entonces, Jesús reprende a Pedro y a la multitud y comienza a enseñar acerca del verdadero discipulado: si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Pues aquellos que quieren salvar su vida, la perderán, pero quienes pierdan su vida por mi causa, y por el bien del evangelio, la salvarán.

Al reflexionar sobre esta lectura, recuerdo un libro que leí hace varios años, sobre un joven sacerdote, el padre Jim. El padre Jim fue diagnosticado con cáncer y quería enseñar a los demás cómo es posible tener paz interior en el sufrimiento que nos acerca al corazón de Jesús. La paz interior es la forma más verdadera de que la manifestación de Dios habita en nosotros. Destacó que la forma en que todos nosotros, en un momento u otro, sufrimos, a menudo se convierte en la forma en que experimentamos la bendición de Dios y la vida nueva. El padre Jim recuerda que se llenó de santo deseo y de miedo humano al caminar este camino y se acordó de las palabras de san Ignacio: “Toma, Señor, recibe. Todo es tuyo ahora. Dispón de él por completo de acuerdo a tu voluntad. Dame solamente tu amor y tu gracia y es suficiente para mí. Tu amor y tu gracia me son suficientes”.

El padre Jim nos dejó un mensaje de esperanza: “Porque yo tenía cáncer, mi vida estaba en verdad en las manos del Señor para disponer de ella. Desde ese momento, estuve seguro de una cosa: no sé cuál es mi futuro, pero sé quien tiene mi futuro”.

  • ¿Tienes algunos desafíos enfrentándosete hoy? ¿Cuales son? ¿Puedes aceptar ese reto como una oportunidad para aprender y crecer en tu camino de fe? ¿Qué podrías aprender de esa experiencia que te ayudaría a crecer más cerca del corazón de Jesús?

Dios misericordioso,
ayúdanos a confiar en que nunca nos abandonas en nuestras debilidades.
Guíanos con más plenitud a tu presencia a través de nuestra oración
para que te conozcamos  y te amemos con
todo nuestro corazón, mente y fuerza
y amemos a nuestros prójimos como a nosotros mismos.
Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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