Calendario Litúrgico

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Vigésimo tercero Domingo después de Pentecostés

Propio 25

La Colecta:

Todopoderoso y eterno Dios, aumenta en nosotros tus dones de fe, esperanza y amor; y para que obtengamos tus promesas, haz que amemos lo que mandas; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amen.

Antiguo Testamento: Job 42:1-6, 10-17

Job contestó al Señor:

1-2 Yo sé que tú lo puedes todo 
y que no hay nada que no puedas realizar. 
¿Quién soy yo para dudar de tu providencia, 
mostrando así mi ignorancia? 
Yo estaba hablando de cosas que no entiendo, 
cosas tan maravillosas que no las puedo comprender. 
Tú me dijiste: «Escucha, que quiero hablarte; 
respóndeme a estas preguntas.» 
Hasta ahora, sólo de oídas te conocía, 
pero ahora te veo con mis propios ojos. 
Por eso me retracto arrepentido, 
sentado en el polvo y la ceniza.  […]

10 Después que Job oró por sus amigos, Dios le devolvió su prosperidad anterior, y aun le dio dos veces más de lo que antes tenía. 11 Entonces fueron a visitarlo todos sus hermanos, hermanas y amigos, y todos sus antiguos conocidos, y en su compañía celebraron un banquete en su casa. Le ofrecieron sus condolencias y lo consolaron por todas las calamidades que el Señor le había enviado, y cada uno de ellos le dio una cantidad de dinero y un anillo de oro. 

12 Dios bendijo a Job en sus últimos años más abundantemente que en los anteriores. Llegó a tener catorce mil ovejas, seis mil camellos, mil yuntas de bueyes y mil asnas. 13 También tuvo catorce hijos y tres hijas. 14 A la mayor la llamó Jemimá, a la segunda, Quesiá y a la tercera, Queren-hapuc. 15 No había en todo el mundo mujeres tan bonitas como las hijas de Job. Su padre las hizo herederas de sus bienes, junto con sus hermanos. 16-17 Después de esto, Job vivió ciento cuarenta años, y murió a una edad muy avanzada, llegando a ver a sus hijos, nietos, bisnietos y tataranietos.     

Salmo: 34:1-8, (19-22)

  1     Bendeciré al Señor en todo tiempo; *
             su alabanza estará siempre en mi boca.
  2     En el Señor me gloriaré; *
             lo oigan los mansos y se regocijen.
  3     Proclamen conmigo la grandeza del Señor; *
             ensalcemos a una su Nombre.
  4     Busqué al Señor y él me respondió, *
             y me libró de todos mis temores.
  5     A él miren y sean alumbrados, *
             y sus rostros no se avergüencen.
  6     Este pobre clamó, y el Señor le oyó, *
             y lo libró de todas sus angustias.
  7     El ángel del Señor acampa en derredor de los que le temen, *
             y los libertará.
  8     Gusten, y vean que es bueno el Señor; *
             dichosos los que en el confían.
19     Muchos son las aflicciones de los justos, *
             pero de todas ellas les librará el Señor.
20     El guarda todos sus huesos; *
             ni uno de ellos será quebrantado.
21     Matará al malo la maldad, *
             y los que aborrecen al justo serán condenados.
22     El Señor redime la vida de sus siervos, *
             y no serán condenados los que en él confían.

Antiguo Testamento: Jeremías 31:7-9

El Señor dice: 
«Canten de gozo y alegría por el pueblo de Jacob, 
la principal entre todas las naciones. 
Hagan oír sus alabanzas y digan: 
“El Señor salvó a su pueblo, 
lo que quedaba de Israel.” 
Voy a hacerlos volver del país del norte, 
y a reunirlos del último rincón del mundo. 
Con ellos vendrán los ciegos y los cojos, 
las mujeres embarazadas y las que ya dieron a luz; 
¡volverá una enorme multitud! 
Vendrán orando y llorando. 
Yo los llevaré a corrientes de agua, 
por un camino llano, donde no tropiecen. 
Pues soy el padre de Israel, 

y Efraín es mi hijo mayor.»     

Salmo: 126

1     Cuando el Señor cambió la suerte de Sión, *
           éramos como los que sueñan.
2     Entonces nuestra boca se llenó de risa, *
           y nuestra lengua de gritos de alegría.
3     Y decían entre las naciones: *
           “Ha hecho el Señor proezas con ellos”.
4     Proezas ha hecho el Señor con nosotros, *
           y estamos sumamente alegres.
5     Tú, oh Señor, has cambiado nuestra suerte, *
           como los torrentes del Neguev.
6     Los que sembraron con lágrimas, *
           con gritos de alegría segarán.
7     Los que van llorando, llevando la semilla, *
           volverán entre cantares, trayendo sus gavillas.

Nuevo Testamento: Hebreos 7:23-28

23 Los otros sacerdotes fueron muchos porque la muerte les impedía seguir viviendo; 24 pero como Jesús no muere, su oficio sacerdotal no pasa a ningún otro. 25 Por eso puede salvar para siempre a los que se acercan a Dios por medio de él, pues vive para siempre, para rogar a Dios por ellos. 

26 Así pues, Jesús es precisamente el Sumo sacerdote que necesitábamos. Él es santo, sin maldad y sin mancha, apartado de los pecadores y puesto más alto que el cielo. 27 No es como los otros sumos sacerdotes, que tienen que matar animales y ofrecerlos cada día en sacrificio, primero por sus propios pecados y luego por los pecados del pueblo. Por el contrario, Jesús ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre, cuando se ofreció a sí mismo. 28 La ley de Moisés nombra como Sumos sacerdotes a hombres imperfectos; pero el juramento de Dios, que fue hecho después de la ley, nombra sumo sacerdote a su Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre.     

El Evangelio: Marcos 10:46-52

46 Jesús y sus discípulos llegaron a Jericó. Y cuando Jesús ya salía de la ciudad, seguido de sus discípulos y de mucha gente, un mendigo ciego llamado Bartimeo, hijo de Timeo, estaba sentado junto al camino. 47 Al oír que era Jesús de Nazaret, el ciego comenzó a gritar: —¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! 

48 Muchos lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más todavía: —¡Hijo de David, ten compasión de mí! 

49 Entonces Jesús se detuvo, y dijo: —Llámenlo. 

Llamaron al ciego, diciéndole: —Ánimo, levántate; te está llamando. 

50 El ciego arrojó su capa, y dando un salto se acercó a Jesús, 51 que le preguntó: —¿Qué quieres que haga por ti? 

El ciego le contestó: —Maestro, quiero recobrar la vista. 

52 Jesús le dijo: —Puedes irte; por tu fe has sido sanado. 

En aquel mismo instante el ciego recobró la vista, y siguió a Jesús por el camino.

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Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.

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