Calendario Litúrgico

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Cuarto Domingo después de Pentecostés

Propio 9

La Colecta:

Oh Dios, tú nos has enseñado a guardar tus mandamientos amándote a ti y a nuestro prójimo: Danos la gracia de tu Espíritu Santo para que nos consagremos a ti de todo corazón, y nos unamos unos a otros con afecto puro; por Jesucristo nuestro Señor, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Antiguo Testamento: 2 Reyes 5:1-14

1 Había un hombre llamado Naamán, jefe del ejército del rey de Siria, muy estimado y favorecido por su rey, porque el Señor había dado la victoria a Siria por medio de él. Pero este hombre estaba enfermo de lepra. 

2 En una de las correrías de los sirios contra los israelitas, una muchachita fue hecha cautiva, y se quedó al servicio de la mujer de Naamán. 3 Esta muchachita dijo a su ama: —Si mi amo fuera a ver al profeta que está en Samaria, quedaría curado de su lepra. 

4 Naamán fue y le contó a su rey lo que había dicho aquella muchacha. 5 Y el rey de Siria le respondió: —Está bien, ve, que yo mandaré una carta al rey de Israel. 

Entonces Naamán se fue. Tomó treinta mil monedas de plata, seis mil monedas de oro y diez mudas de ropa, 6 y le llevó al rey de Israel la carta, que decía: «Cuando recibas esta carta, sabrás que envío a Naamán, uno de mis oficiales, para que lo sanes de su lepra.» 

7 Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó la ropa en señal de aflicción y dijo: —¿Acaso soy Dios, que da la vida y la quita, para que éste me mande un hombre a que lo cure de su lepra? ¡Fíjense bien y verán que está buscando un pretexto contra mí! 

8 Al enterarse el profeta Eliseo de que el rey se había rasgado la ropa por aquella carta, le mandó a decir: «¿Por qué te has rasgado la ropa? Que venga ese hombre a verme, y sabrá que hay un profeta en Israel.» 

9 Naamán fue, con su carro y sus caballos, y se detuvo a la puerta de la casa de Eliseo. 10 Pero Eliseo envió un mensajero a que le dijera: «Ve y lávate siete veces en el río Jordán, y tu cuerpo quedará limpio de la lepra.» 

11 Naamán se enfureció, y se fue diciendo: —Yo pensé que iba a salir a recibirme, y que de pie iba a invocar al Señor su Dios, y que luego iba a mover su mano sobre la parte enferma, y que así me quitaría la lepra. 12 ¿No son los ríos de Damasco, el Abaná y el Farfar, mejores que todos los ríos de Israel? ¿No podría yo haber ido a lavarme en ellos y quedar limpio? 

Y muy enojado se fue de allí. 13 Pero sus criados se acercaron a él y le dijeron: —Señor, si el profeta le hubiera mandado hacer algo difícil, ¿no lo habría hecho usted? Pues con mayor razón si sólo le ha dicho que se lave usted y quedará limpio. 

14 Naamán fue y se sumergió siete veces en el Jordán, según se lo había ordenado el profeta, y su carne se volvió como la de un jovencito, y quedó limpio.

Salmo: 30

  1     Te ensalzaré, oh Señor, porque me has alzado, *
             y no permitiste que mis enemigos triunfaran sobre mí.
  2     Oh Señor Dios mío, a ti clamé, *
             y tú me sanaste.
  3     Oh Señor, me sacaste del abismo; *
             me hiciste revivir, para que no descendiese a la sepultura.
  4     Canten al Señor, ustedes sus fieles, *
             y celebren su santo Nombre;
  5     Porque sólo un momento dura su ira, *
             pero su favor toda la vida.
  6     Aunque al anochecer nos visite el llanto, *
             en la mañana vendrá la alegría.
  7     Dije yo en mi comodidad, “No seré jamás conmovido; *
             tú, oh Señor, con tu favor me afirmaste como monte fuerte”.
  8     Luego escondiste tu rostro, *
             y fui muy turbado.
  9     A ti, oh Señor, clamé, *
             y a mi Soberano supliqué, diciendo:
10     “¿Qué provecho hay en mi muerte, cuando yo descienda a la fosa? *
             ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu fidelidad?
11     Escucha, oh Señor, y ten misericordia de mí; *
             oh Señor sé tú mi ayudador.”
12     Has cambiado mi lamento en danzas; *
             me has quitado el luto, y me has vestido de fiesta.
13     Por tanto a ti canta mi corazón, y no llora más; *
             oh Señor Dios mío, te daré gracias para siempre.

Antiguo Testamento: Isaías 66:10-14

10 «Alégrense con Jerusalén, 
llénense de gozo con ella todos los que la aman; 
únanse a su alegría 
todos los que han llorado por ella; 
11 y ella, como una madre, 
los alimentará de sus consuelos 
hasta que queden satisfechos. 
12 Porque yo, el Señor, digo: 
Yo haré que la paz venga sobre ella 
como un río, 
y las riquezas de las naciones 
como un torrente desbordado. 
Ella los alimentará a ustedes, 
los llevará en sus brazos 
y los acariciará sobre sus rodillas. 
13 Como una madre consuela a su hijo, 
así los consolaré yo a ustedes, 
y encontrarán el consuelo en Jerusalén.» 

14 Cuando ustedes vean esto, su corazón se alegrará; 
su cuerpo se renovará como la hierba. 
El Señor dará a conocer su poder entre sus siervos, 
y su ira entre sus enemigos.

Salmo: 66:1-8

1     Aclamen a Dios, toda la tierra; *
           canten la gloria de su Nombre; canten la gloria de su alabanza.
2     Digan a Dios: “¡Cuán asombrosas tus obras! *
           Por la grandeza de tu poder se someten a ti tus enemigos.
3     Toda la tierra te adora; *
           te canta, canta tu Nombre”.
4     Vengan, y vean las obras de Dios, *
           ¡cuán temibles sus proezas para el género humano!
5     Convirtió el mar en tierra seca, para que atravesaran el agua a pie; *
           y allí nos alegramos en él.
6     En su poder él se enseñorea eternamente; sus ojos atalayan sobre las naciones; *
           que no se subleven los rebeldes.
7     Bendigan, pueblos, a nuestro Dios; *
           hagan oír la voz de su alabanza.
8     El es quien preserva a nuestra alma en vida; *
           y no permite que nuestros pies resbalen.

Nuevo Testamento: Gálatas 6:(1-6), 7-16

1 [Hermanos, si ven que alguien ha caído en algún pecado, ustedes que son espirituales deben ayudarlo a corregirse. Pero háganlo amablemente; y que cada cual tenga mucho cuidado, no suceda que él también sea puesto a prueba. 2 Ayúdense entre sí a soportar las cargas, y de esa manera cumplirán la ley de Cristo. 

3 Si alguien se cree ser algo, cuando no es nada, a sí mismo se engaña. 4 Cada uno debe juzgar su propia conducta, y si ha de sentirse orgulloso, que lo sea respecto de sí mismo y no respecto de los demás. 5 Pues cada uno tiene que llevar su propia carga. 

6 El que recibe instrucción en el mensaje del evangelio, debe compartir con su maestro toda clase de bienes.] 

7 No se engañen ustedes: nadie puede burlarse de Dios. Lo que se siembra, se cosecha. 8 El que siembra en los malos deseos, de sus malos deseos recogerá una cosecha de muerte. El que siembra en el Espíritu, del Espíritu recogerá una cosecha de vida eterna. 9 Así que no debemos cansarnos de hacer el bien; porque si no nos desanimamos, a su debido tiempo cosecharemos. 10 Por eso, siempre que podamos, hagamos bien a todos, y especialmente a nuestros hermanos en la fe. 

11 ¡Miren ustedes con qué letras tan grandes les estoy escribiendo ahora con mi propia mano! 12 Esos que quieren obligarlos a circuncidarse, lo hacen solamente para quedar bien con la gente y no ser perseguidos por causa de la cruz de Cristo. 13 Pero ni siquiera los que se circuncidan cumplen todo lo que la ley dice. En cambio quieren que ustedes se circunciden, para gloriarse de haberlos obligado a ustedes a llevar esa marca en el cuerpo. 14 En cuanto a mí, de nada quiero gloriarme sino de la cruz de nuestro Señor Jesucristo. Pues por medio de la cruz de Cristo, el mundo ha muerto para mí y yo he muerto para el mundo. 15 De nada vale estar o no estar circuncidados; lo que sí vale es el haber sido creados de nuevo. 16 Reciban paz y misericordia todos los que viven según esta regla, y todos los del Israel de Dios.

El Evangelio: Lucas 10:1-11, 16-20

1 El Señor escogió también a otros setenta y dos, y los mandó de dos en dos delante de él, a todos los pueblos y lugares a donde tenía que ir. 

2 Les dijo: «Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla. 3 Vayan ustedes; miren que los envío como corderos en medio de lobos. 4 No lleven dinero ni provisiones ni sandalias; y no se detengan a saludar a nadie en el camino. 5 Cuando entren en una casa, saluden primero, diciendo: “Paz a esta casa.” 6 Y si allí hay gente de paz, su deseo de paz se cumplirá; pero si no, ustedes nada perderán. 7 Quédense en la misma casa, y coman y beban de lo que ellos tengan, pues el trabajador tiene derecho a su paga. No anden de casa en casa. 8 Al llegar a un pueblo donde los reciban, coman lo que les sirvan; 9 sanen a los enfermos que haya allí, y díganles: “El reino de Dios ya está cerca de ustedes.” 10 Pero si llegan a un pueblo y no los reciben, salgan a las calles diciendo: 11 “¡Hasta el polvo de su pueblo, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos como protesta contra ustedes! Pero sepan esto, que el reino de Dios ya está cerca de ustedes.” […]

16 »El que los escucha a ustedes, me escucha a mí; y el que los rechaza a ustedes, me rechaza a mí; y el que me rechaza a mí, rechaza al que me envió.» 

17 Los setenta y dos regresaron muy contentos, diciendo: —¡Señor, hasta los demonios nos obedecen en tu nombre! 

18 Jesús les dijo: —Sí, pues yo vi que Satanás caía del cielo como un rayo. 19 Yo les he dado poder a ustedes para caminar sobre serpientes y alacranes, y para vencer toda la fuerza del enemigo, sin sufrir ningún daño. 20 Pero no se alegren de que los espíritus los obedezcan, sino de que sus nombres ya están escritos en el cielo.

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Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.

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