Sermones que Iluminan

Adviento 3 (C) – 12 de diciembre de 2021

December 12, 2021

LCR: Sofonías 3:14-20; Cántico 2; Flipenses 4:4-7; San Lucas 3:7-18

El Tercer Domingo de Adviento se distingue por sus tonos contrastantes; en medio de la época de penitencia y preparación, se proclaman los anuncios de gozo y alegría. Incluso, en muchos lugares, este día se abandonan los colores lúgubres -azul y morado oscuros- y se visten los templos y los ministros de adornos rosados. En medio de la penitencia brota la alegría, como una flor en medio del desierto, para usar una imagen bíblica. Esta tensión o contraste, entre el gozo y la penitencia, también se vive a través de las lecturas bíblicas asignadas en el leccionario para el día de hoy.

En la primera lectura escuchamos al profeta Sofonías quien, sin duda, imparte un mensaje gozoso. El texto es un oráculo inspirado del Señor y posee una forma poética en dos partes. La primera parte es el anuncio del profeta que proclama una celebración alegre: “¡Canta, cuidad de Sion! ¡Da voces de alegría, oh pueblo de Israel! ¡Alégrate, Jerusalén, alégrate de todo corazón!” ¿Por qué Sofonías incita sus oyentes a alegrarse tanto? Es porque “el Señor ha retirado la sentencia contra ti” y porque, como el profeta insiste dos veces, “El Señor, el Rey de Israel, está en medio de ti”. Puesto en otras palabras, los que confían en Dios deben alegrarse porque Dios les ha perdonado sus pecados y ahora habita en medio de ellos y estará contento con ellos. La fiesta de Sofonías tiene el motivo de la renovación de la vida del pueblo de Israel.

La segunda parte del oráculo es un mensaje atribuido directamente al Señor: “Yo te libraré entonces del mal que te amenace, de la vergüenza que pese sobre ti”. Dios promete liberar y ayudar a su pueblo, cuidándolo y defendiéndolo. Promete cambiar la suerte de Sion y convertir sus penas en alegrías. El mensaje del Señor a Sofonías es la gozosa proclamación de nueva vida para un pueblo desconsolado por el pecado y por la opresión de sus enemigos.       

El Primer Cántico de Isaías revela un mensaje muy similar al de Sofonías. Se trata de un mensaje que celebra la salvación que el Señor realizará del pueblo que confía en él y que alaba al Dios que habita en Jerusalén: “Sacarán ustedes aguas con júbilo de las fuentes de salvación… Vitoreen, habitantes de Sion, con gritos júbilo, porque grande es medio de ti el Santo de Israel”. La alegría del profeta desborda en alabaza porque el Señor está presente para rescatar y consolar a Israel. Se trata de un mensaje apropiado para la época de Adviento, cuando nuestra alegría se aumenta en la medida en que se acerca la Navidad, la celebración del nacimiento del Verbo encarnado, del Dios que vive en medio de sus fieles.

Nuestra epístola, una selección del cuarto capítulo de la carta a los Filipenses, es el texto bíblico históricamente más ligado al Tercer Domingo de Adviento: “¡Alégrense siempre en el Señor! Repito: ¡Alégrense!” De hecho, el nombre Gaudete que se usa para identificar este domingo en el calendario litúrgico, viene de la primera palabra de la traducción al latín de esta lectura. ¿Con qué motivo el Apóstol Pablo nos exhorta a la alegría? Su respuesta es clara y contundente: “¡El Señor está cerca!”. El Señor está cerca, y eso nos debería alegrar y calmar nuestros miedos y preocupaciones. ¿Existen razones porqué preocuparse? Sí, pero el amor y la paz de Dios las superan a todas. “Así Dios les dará su paz, que es más grande de lo que el hombre puede entender”.  Los fieles podemos -debemos- alegrarnos porque Dios, en Cristo, nos ofrece la paz y el perdón.

Hasta este punto, todas las lecturas bíblicas del día parecen cantar de la misma partitura, la del gozo por las promesas el Señor, por la paz, la confianza y el perdón. Sin embargo, el texto del Evangelio según San Lucas presenta un contraste marcado de ese tono tan gozoso. En efecto, Lucas describe el ministerio y la proclamación de San Juan Bautista, cuya tarjeta de presentación es nada menos que la invectiva: “¡Raza de víboras! ¿Quién les ha dicho a ustedes que van a librarse del terrible castigo que se acerca?”. Juan anuncia el juicio de Dios y el castigo correspondiente a los pecadores. Insiste en que hay que cambiar muchas actitudes y arrancar otras de raíz.

A primera vista da la impresión de ser el mensaje contrario a las lecturas anteriores: proclama el arrepentimiento y la conversión en lugar de los cantos de alegría, y los miembros del pueblo de Israel parecen estar bajo el mismo juicio que los impíos y los opresores que el Señor promete castigar en la profecía de Sofonías: “No vayan decir entre ustedes: “¡Nosotros somos descendiente de Abraham!”; porque les aseguro que incluso a estas piedras Dios puede convertirlas en descendientes de Abraham. Además, el hacha ya está lista para cortar los árboles de raíz. Todo árbol que no da buen fruto, se corta y se echa al fuego.”. Según Juan el Bautista, pertenecer al pueblo santo y ser descendiente de Abraham, no son asuntos hereditarios o nacionalistas; y el juico de Dios será parejo y será para todos.

El vínculo entre el mensaje de Juan y las otras lecturas, entre el anuncio del castigo y los cantos de júbilo, se encuentra en la inesperada reacción de la gente que escuchaba la prédica del Bautista: “La gente estaba en gran expectativa, y se preguntaba si tal vez Juan sería el Mesías”; la gente se emocionó con las denuncias de Juan y comenzó a esperar la venida del que les bautizaría con el Espíritu Santo y con fuego, pues “De este modo, y con otros muchos consejos, Juan anunciaba la buena noticia a la gente”. Así que, al final de lectura, descubrimos que la proclamación del castigo y del juicio se ha convertido en las buenas nuevas del prometido Mesías.

Nosotros, al llegar casi al final del Adviento, también debemos estar con mucha expectativa. La proclamación del reino de Dios y la denuncia del pecado y la opresión, deberán inspirarnos a prepararnos cuidadosamente para las celebraciones navideñas y esperar con gozo la venida de Nuestro Señor Jesucristo y la salvación de nuestras almas; o, en las palabras de la colecta del día: “Suscita tu poder, oh Señor, y con gran potencia ven a nosotros… [y] haz que tu abundante gracias y misericordia nos ayuden y libren prontamente”. Amén.

El Rvdo. Dr. John J. Lynch es un sacerdote, autor y educador, que ha servido en las diócesis episcopales de Honduras, el Sur de Virginia y Rhode Island. Actualmente sirve como director en el Instituto Ecuménico del Ministerio Hispano y el Cura párroco de la Iglesia Episcopal San Jorge en la ciudad de Central Falls, Rhode Island.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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