Cristo Rey (C) – 2025
November 23, 2025
LCR: Jeremías 23:1–6, Salmo 46, Colosenses 1:11–20, San Lucas 23:33–43.

Jesús, el liberador: nuestro líder radical y contracultural
Hoy la Iglesia celebra la fiesta de nuestro Señor Jesucristo, Rey del Universo, o de Cristo Rey. El papa Pío XI la instituyó en 1925 (con su carta encíclica Quas primas) como respuesta al creciente secularismo y ateísmo. También nuestra iglesia celebra esta fiesta, pero quizá podríamos repensar su nombre por dos razones: primero, el lenguaje del imperio no es el lenguaje de la trayectoria de los movimientos sociales y políticos ni del surgimiento de nuevos modelos de gobierno con mayor participación popular y de liberación de los grupos históricamente reprimidos; en segundo lugar necesitamos enfocarnos en Jesús como el Pastor, el liberador, el líder contracultural y radical que denuncia la opresión negándose a ser cómplice de la barbarie y el terror, y quien modela lo que es comprometerse con el amor solidario. Debemos repensar el lenguaje que tanto daño ha hecho a nuestros pueblos. En contraste a la idea común de rey, el evangelio de hoy narra a un Jesús que está a punto de morir en la cruz, quien, además del dolor físico y de todas las vejaciones, soporta las calumnias, las mofas y las burlas.
En el evangelio de este domingo, mientras el criminal que reconoce la inocencia de Jesús y su origen divino habla de su reinado futuro:“acuérdate de mí cuando comiences a reinar”, Jesús no incluye una invitación a sentarse en un trono monárquico, sino la promesa de que los dos llegarán al paraíso: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso”. El delincuente utiliza el único vocabulario que conoce, el de la institución del “reino/monarquía” del sistema imperial romano, pero Jesús le habla de la promesa de un mundo mejor, de paz, justicia y abundancia.
En nuestro contexto el criminal arrepentido diría: “Compañero Jesús, llévame contigo a ese mundo de justicia social por el cual tú y tantos otros han trabajado noche y día”, “Jesús, mi hermano, llévame contigo a ese espacio donde la gente tiene acceso a la dignidad del trabajo, a la estabilidad en la vivienda, a la educación para sus hijos e hijas”, “Jesús, mi líder latinoamericano, llévame contigo a esa realidad por la que tú y tantos otros y otras trabajaron para obtener salud para toda la gente”. Y la respuesta de Jesús se hubiese parecido más a una invitación a compartir los derechos civiles y humanos conquistados, y menos a una metáfora monárquica. Jesús seguramente lo invitaría a caminar por la ‘cintura cósmica del sur,’ y le diría: “¿Sabes? cuando camino siento toda la piel de Latinoamérica en mi piel y siento la urgencia de la liberación de nuestro pueblo que a cuesta de su sangre me invita a cantar: “Todas las voces, todas; todas las manos, todas; toda la sangre puede ser canción en el viento. Canta conmigo, canta hermano americano, libera tu esperanza con un grito en la voz.” (Canción con todos, César Isella). Y el pueblo, en vez de ignorar a Jesús, como lo hicieron en Gólgota, aplaudiría y diría: “¡Sí Jesús, estamos contigo! ¡Cantamos porque los gritos no alcanzan, cantamos porque creemos en un mundo mejor! ¡Cantamos porque el sol nos alumbra y creemos en la vida!” (Adaptado “Usted preguntará porque cantamos” Benedetti / Favero).
Quien parte el pan en la mesa de Jesús lleva la herencia de la liberación, pues él nos da la autoridad para ser la luz y la sal que este mundo necesita. Dios nos enseña a conjugar el verbo amar porque las acciones son más fuertes que las palabras; nuestra armadura está tejida con el amor ágape y solidario. Los modelos basados en el miedo y con un discurso de odio, generan que la gente busque la ilusión de protección y seguridad en un rey o caudillo. Por eso cuando el racismo, la xenofobia, la homofobia y la misoginia se convierten en el contenido del discurso cotidiano, somos arrojados al horno de la opresión, la persecución y el genocidio. Necesitamos escuchar y seguir la voz liberadora de Jesús. Si lo dejamos ser nuestro pastor, podemos encontrar diversas formas de resistencia cultural en sus enseñanzas, desde la práctica del amor al liderazgo de servicio, incluyendo la capacidad y determinación para dar nuestras vidas por el bien de los demás.
Nuestra tarea no es celebrar a un Rey o los reinos de un imperio, sino comprometernos con la verdad de nuestro pastor con fidelidad, amor y lealtad. En lugar de un “Reino” imaginemos los campos plantados en el espíritu del amor ágape, el amor solidario y el liderazgo de servicio. Convoquemos a nuestra alegría y ética para celebrar todo lo que es bueno en nosotros, todo lo que encarna la abundancia de amor, sabiduría y generosidad, y todo lo que modela para los demás el impacto de las mil bendiciones que Dios nos regala. Nuestro deber cristiano es el de dar testimonio de cómo podemos traer el Cielo a la Tierra para difundir las enseñanzas de Jesús. Ahora es el momento en que nuestra esperanza cristiana necesita que nos movamos, respiremos y vivamos con una perspectiva de liberación. Tenemos las herramientas y la capacidad de crear cielos seguros en la tierra para que todos tengan acceso a alimento, vivienda y atención médica.
En vez de usar el lenguaje del “Reino del Rey,” llamémosle el “Campo de Nuestro Pastor”. Ésta es una invitación para que todos nos comprometamos en la práctica del amor solidario y participemos en eventos que pongan de manifiesto un espíritu de equidad. Ahora es el momento cuando debemos persistir en crear un mundo de manos que se abran para dar y recibir. Debemos rechazar el vivir en un mundo de puños. ¡Caminemos por este mundo en paz abriendo nuestras manos mientras damos y recibimos!
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