Sermones que Iluminan

Cuaresma 1 (C) – 6 de marzo de 2022

March 06, 2022

LCR: Deuteronomio 26:1–11; Salmo 91:1–2, 9–16; Romanos 10:8b–13; San Lucas 4:1–13

Amados hermanas y hermanos, sintámonos bienvenidos a este encuentro con el Señor en este primer domingo de cuaresma; tiempo tan rico en posibilidades para reconsiderar nuestras acciones a la luz de la Palabra que el Señor nos dirige con su amor y misericordia. Abramos nuestra mente y corazón para que el mensaje de hoy penetre hasta lo más profundo de nuestro ser y demos ese paso definitivo a la conversión de nuestras vidas.

Las lecturas de este primer domingo de cuaresma se nos presentan como un programa para todo el recorrido que tendremos durante este tiempo tan especial que nos conduce a la gran celebración del triunfo definitivo de Jesús: su Pascua. Por eso cuaresma y pascua no se pueden separar; es necesario vivir estos dos tiempos desde el fondo de nuestro corazón con el fin de pregustar con Jesús ese triunfo sobre el mal y la muerte.

En la primera lectura vemos cómo el marco de la presentación de los primeros frutos de la cosecha del grano es una ocasión para que el israelita creyente haga su profesión de fe en el único y verdadero Dios; una profesión de fe que tiene que ir más allá de las palabras que se pronuncian con los labios; tiene que sentirse desde el corazón con verdadero sentido de humildad y de reconocimiento de que a pesar de la pequeñez y la insignificancia del ser humano, Dios lo mira y lo eleva al mismo nivel de Él. Eso se llama liberación, ya que Dios es liberador; se llama salvación, porque Dios es salvador. Yo no tengo nada ni logro nada por mí mismo; es sólo porque a mi lado está Dios.

Y esa misma idea la encontramos en el mensaje de Pablo a los cristianos de Roma; lo que profesamos con los labios, debemos ratificarlo en el fondo mismo de nuestro corazón. Esto quiere decir que lo que profesamos no es una teoría, es un modo de sentir, es una experiencia profunda de Dios en el corazón.

Quizás ese modo de vivir y experimentar la fe desde el corazón es lo que lleva a Jesús a enfrentar esas tentaciones tan puntuales y directas que le lanza el tentador. No perdamos la ocasión de presenciar ese drama interior que vive Jesús y que de una manera tan magistral nos narra el evangelista Lucas. Antes de escuchar los dos actores de este relato, hagamos un poco de conciencia del contexto narrativo del Evangelio. Lucas ya nos había contado que un día Jesús recibió el bautismo en el Jordán y que mientras oraba, el cielo se abrió y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma visible, como una paloma, y que se oyó una voz del cielo, que decía: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido”. Miremos lo importante de esta secuencia de escenas: Jesús decide bautizarse, es decir, comenzar un proyecto de vida centrado exclusivamente en el proyecto del Padre; quiere decir esto que, con el bautismo, Jesús le da un norte, un sentido a su vida, sella un pacto personal con Dios. Esta decisión libre y espontánea de Jesús es ratificada por Dios a través de su Santo Espíritu; él mismo lo confirma como el elegido.

Con estos detalles que nos narra Lucas se podría pensar que de aquí en adelante todo sería “color de rosa” en la vida de Jesús; es decir, que ya no habría nada que obstaculizara su camino o que lo hiciera difícil y complicado. Pero no. Justamente ahora, cuando todo aparece tan bonito, es cuando viene lo complicado y riesgoso para Jesús, porque una sola salida en falso en su vida hubiera sido como decir “sí” al tentador.

Pero regresando al lugar donde Jesús acaba de ser confirmado como “el elegido” y para evitar la suposición que acabamos de mencionar de que ya todo iba a ser facilito para Jesús, nos intercala Lucas la genealogía del Maestro para decirnos que también Jesús es un ser humano, exactamente como nosotros. Y, a partir de aquí, es desde donde nosotros tenemos que ir entendiendo el proceso mediante el cual Jesús va haciendo de su naturaleza humana un camino de crecimiento, de ascenso a su glorificación; camino que queda abierto como ejemplo para nosotros, para los seres humanos de todos los tiempos.

El primer ejemplo de lo que estamos diciendo nos lo narra Lucas, precisamente hoy. Después de su bautismo y de su confirmación como el elegido por parte del Padre, Jesús es conducido al desierto. El desierto en la Biblia tiene un bellísimo sentido simbólico. Es el símbolo de la conciencia. Pensemos que Jesús entra en sí mismo en actitud de oración y de abandono con su Padre para calibrar el tamaño del compromiso que acaba de adquirir con su bautismo, y es justamente ahí donde empieza lo más crítico puesto que inmediatamente saltan diversas alternativas, muy llamativas todas, pero que no le conducirían a la realización de su tarea como elegido del Padre.

Como hombre con ideas claras y definidas, Jesús es tentado. Parece contradictorio, pero así es. Cuando más claras tenemos las cosas, es exactamente cuando empiezan a presentarse las dificultades, las alternativas facilistas, superficiales. En fin, es como si algo o alguien dijera: “veamos si realmente está tan determinado o decidido a esto”. Por eso, las tentaciones de Jesús hay que verlas como un símbolo de las alternativas que se presentan al momento de empezar a realizar su opción de vida. Jesús no fue tentado “simbólicamente”, fue tentado realmente y no sólo en esta oportunidad sino a lo largo de su vida, de manera permanente y continua hasta el momento mismo de la cruz.

Como buen catequista, Lucas va a poner desde el principio, como portada a la “historia” de Jesús que va a narrar a su comunidad, esta especie de síntesis de la lucha que Jesús tendrá que librar en el día a día de su tarea mesiánica, desde el momento mismo de su bautismo/elección de su opción de vida, hasta el momento de la cruz, cuando es tentado a “probar” su mesianismo salvándose a sí mismo de la muerte en el madero.

Al iniciar entonces nuestra caminada cuaresmal de este año, quedémonos al lado de Jesús, volvamos a él nuestra mirada para ver cómo va superando cada tentación o alternativa que se presenta en su proyecto de vida. Recordemos que ese camino también lo tenemos que recorrer nosotros si nos sentimos realmente sus discípulos. No nos sintamos solos, no confiemos en nuestras propias fuerzas; Jesús nos ha demostrado que en todo momento hay que contar con la fuerza y el poder del Padre y que sólo así es posible salir airosos de cualquier encrucijada.

¡Qué tiempo tan especial este de la cuaresma que nos permite, como a Jesús, entrar en nosotros mismos, calibrar el peso de nuestra opción de vida y empezar a discernir qué es lo que más conviene para nuestro crecimiento personal y para el crecimiento de nuestras comunidades! Que así sea. 

El Rvdo. Gonzalo Rendón es clérigo de la Iglesia Episcopal de Colombia, Comunión Anglicana. Presta sus servicios en la Parroquia Santa María del Monte Carmelo, en la Costa Norte de Colombia.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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