Sermones que Iluminan

Cuaresma 2 (C) – 2019

March 17, 2019

Durante la temporada de Cuaresma nos enfocamos en la vida y obra, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo. En el evangelio del domingo pasado el Espíritu llevó a Jesús al desierto donde pasó cuarenta días luchando contra el diablo.

Hoy leímos del evangelio según San Lucas que Jesús se encuentra con fariseos que le dan noticias preocupantes sobre Herodes. En este encuentro con los fariseos, vemos a Jesús mucho más claro en su llamado y el hecho de que tendrá que morir.

Es difícil ir de la tentación de Jesucristo en el desierto a lo que oímos hoy: la amenaza de Herodes y la lamentación de Jesús por Jerusalén. Sabemos que Jesús está sumamente centrado en hacer la voluntad de Dios. Jesús dice a los fariseos: “hoy y mañana expulso a los demonios y sano a los enfermos, y pasado mañana termino… Pero tengo que seguir mi camino hoy, mañana y el día siguiente, porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.”

Aquí Jesús señala varias cosas: que Él viene a expulsar demonios y a sanar enfermos, y que este trabajo va resultar en su muerte. ¿Qué más podemos decir o saber de su obra?

Es cierto que Jesús vino a expulsar demonios y a sanar enfermos, y lo mostró durante todo su ministerio. Sobre todo, Jesús vino como un profeta en la tradición de los profetas Hebreos–Amós, Jeremías, y especialmente Isaías. Todos estos profetas, en su propio contexto, tenían algo en común—proclamar lo que el teólogo del antiguo testamento Walter Brueggeman llama “la imaginación profética” de Dios en el mundo.

En otras palabras, por medio de los profetas laimaginación profética de Dios, se enfrenta a los poderes injustos y opresivos en el mundo. En los tiempos antiguos esos poderes se concentraban en un imperio controlado por un rey. En esos tiempos, los reyes se consideraban representantes divinos de Dios, según ellos. Debido a esto, Brueggeman dice que este sistema de poder totalitario creó una “conciencia imperial” que resultaba en riquezas para las élites, miseria para los demás, y una religión tóxica que estaba aliada con el imperio. Los profetas llamaban la atención a estas situaciones basados en el deseo de un Dios de justicia. Intentaban infundir una “conciencia profética” que se atrevía a enfrentar los poderes injustos y opresivos.

Jesús viene de la tradición profética hebrea. Después de estar en el desierto por cuarenta días, después de luchar contra el diablo y la tentación de tener poder total sobre el mundo, Jesús inicia su ministerio proclamando las palabras del profeta Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado para llevar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar libertad a los presos y dar vista a los ciegos; a poner en libertad a los oprimidos; a anunciar el año favorable del Señor”.

Después de esta proclamación, Jesús comenzó su ministerio, expulsando a demonios y sanando a los enfermos. Entendemos mejor los hechos y las palabras de Jesús si sabemos algo de los profetas del antiguo testamento. Debido a su compromiso a vivir como profeta, Jesús sabía que iba a morir. Llevaba un mensaje radical de Dios. Llevaba por el mundo un mensaje de amor, misericordia, y justicia especialmente para los pobres, los presos, los ciegos, los oprimidos y para toda persona rechazada por la sociedad y las instituciones de poder.

En los evangelios se nos demuestra que somos llamados a vivir como profetas. No hay de otra, y como dice Jesús, tiene que seguir con su trabajo hoy, mañana, y el día siguiente. Por seguir en este camino, es asesinado por los que proclaman la “conciencia imperial” . No obstante, sabemos que la historia no termina allí. Por su poder y la misericordia de Dios por nosotros, Jesús resucita al tercer día a fin de que triunfe la “conciencia profética” y el amor de Dios.

Entonces, ¿cómo sabemos que estamos en el camino de Cristo? Lo sabemos si lo buscamos, si intentamos vivir esa “conciencia profética” . Lo sabemos si nos dedicamos al trabajo que Jesús inició en los pasos de Isaías—de proclamar y vivir la buena nueva de Dios. De trabajar por la libertad de todos los que sufren en este mundo. El evangelio, la buena nueva de Dios revelada por la vida y obra de Jesucristo se trata de una liberación total, una sanación en cuerpo, mente, alma, y espíritu. Ciertamente habrá dificultades, sin embargo Dios nos asegura de que no nos dejará. De que está con nosotros a través de todo, y que el compromiso a seguir a Jesús—elcamino profético—nos libera del peso del mundo. Como dice la mística Santa Teresa de Ávila: “Cristo no tiene otro cuerpo que el tuyo; no tiene mano ni pies en la tierra, excepto los tuyos. Tuyos son los ojos a través de los cuales Él mira a este mundo con compasión. Tuyas son las manos con las que Él bendice a todo el mundo”.

Hoy en día persiste la “conciencia imperial” en el mundo. Se percibe en formas diferentes. Se manifiesta en la desigualdad económica, el racismo, la discriminación debido al género de una persona, al estatus migratorio, a la orientación sexual, a la habilidad, y a la edad.

Nos siguen afectando problemas a nivel mundial como la guerra y el terrorismo, la pobreza, y la destrucción del medio ambiente. El ochenta por ciento de la población en el mundo vive con menos de diez dólares al día. Según el fondo de las Naciones Unidas dedicado a la equidad para los niños conocido como UNICEF, 22,000 niños mueren cada día debido a la pobreza. La revista Forbes dice que los directores ejecutivos ganan trescientas veces más que sus trabajadores. En lugar de reyes y reinos, ahora tenemos a estos ejecutivos, sus corporaciones multinacionales y un sistema económico y político que perpetúan la desigualdad.

A pesar de todo esto, está surgiendo una nueva “conciencia profética” . Muchas comunidades de fe están tomando en serio el llamado de Jesús, y están poniendo en práctica las palabras de Isaías. Clérigos y líderes laicos están trabajando en sus comunidades para darles de comer a los pobres. Cuando nos preguntamos, “ ¿por qué hay gente pobre?” estamos ejerciendo nuestra “ conciencia profética” puesto que mueve la discusión de la caridad a la justicia.

Muchos feligreses visitan a los presos en las cárceles, oran por ellos y les llevan la palabra de Dios. También protestan el hecho de que existan tantas cárceles, y que en los Estados Unidos tengamos más personas encarceladas que en todo el mundo.

Se está viendo un cambio de enfoque en cuanto a la rehabilitación de penados y programas sociales en lugar del encarcelamiento. Estos son algunos ejemplos de cómo la conciencia profética de Dios entra, poco a poco, aún en los lugares más difíciles.

Por medio de los esfuerzos de miles de personas alrededor del mundo se está ejerciendo una nueva conciencia profética. Estas personas han decidido seguir a Cristo, proclamar las buenas nuevas de Dios, unas buenas nuevas de libertad para todos. Hoy en día, expulsar demonios y sanar a enfermos trata, sobre todo, de enfrentarnos a las injusticias del mundo con la misma tenacidad de Jesucristo. Lo hacemos, convencidos de que Dios nos da la vida, nos anima para hacer su voluntad, y nos fortalece para luchar por la justicia y la paz aquí en la tierra, como en el cielo.

Ahora, ¿qué nos toca hacer?

¿Cómo vamos a proclamar y vivir esta conciencia profética en el mundo? Juntos lo haremos con la ayuda de Dios.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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