Sermones que Iluminan

Cuaresma 3 (C) – 2010

March 08, 2010


Tal vez cada uno de nosotros recuerde lo que sucedió la mañana del 11 de septiembre del año 2001 cuando sucedieron los actos de terrorismo en este país. Fue como el sueño de una pesadilla. Tal vez lo vimos por la televisión, lo escuchamos por radio, o nos enteramos por un vecino o compañero de trabajo. Algunos estuvieron cerca de Manhattan en ese momento. Es posible que conociéramos personalmente a un amigo o familiar que falleció ese día. Todos sentimos un dolor profundo por las personas inocentes que murieron. Nos preguntábamos: “¿Cómo pudo suceder eso?”

En una de las historias de la Biblia algunos le preguntan a Jesús sobre la matanza de unos galileos mientras ofrecían su sacrificio ritual. Ese hecho horrible fue provocado por unos soldados de Poncio Pilato. Además los opresores cometieron una blasfemia religiosa y un acto inhumano cuando mezclaron la sangre de los asesinados con la sangre de los animales sacrificados. “¿Cómo pudieron hacer eso?” En su respuesta, Jesús menciona otro incidente donde murieron unas personas. Sucedió cuando una torre llamada Siloé en Jerusalén se derrumbó. “¿Cómo pudo suceder eso?” No solamente hacemos estas preguntas sino que nos preguntamos al hacer unas reflexiones teológicas: “¿dónde hay culpa; y/o dónde hubo pecado?” Y Jesús nos amonesta cuando dice: “Si ustedes no se arrepienten acabarán como ellos”.

En ambos casos muchos murieron sin aviso. Quizás no hubo tiempo para un arrepentimiento de pecados. No se pudo hacer nada por esos galileos que fallecieron bajo la torre de Siloé, ni por los que estaban en las torres gemelas de Nueva York. Tampoco pudimos hacer algo por los muertos en el terremoto en Haití. Se puede juzgar acerca del porqué de esos desastres, pero Jesús rechaza tal actitud. Jesús ofrece un camino de perdón, paz y perseverancia. En la oscuridad no se puede comprender o no hay explicación. Jesús es luz y vida y el que nos enciende una llama de esperanza. Jesús nos construye una torre de luz. Jesús es un puente para caminar hacia Dios para los que creen y confían en él.

Jesús nos habla como un profeta cuando nos llama al arrepentimiento. El arrepentimiento requiere una respuesta directa y fuerte. El arrepentimiento, pide que uno cambie de actitud y de vida. El arrepentimiento nos dirige a una vida sincera, segura y sana. En un mundo donde hay falsedad e incertidumbre, se llora con dolores de parto por el arrepentimiento. Jesús ofrece misericordia en nuestro arrepentimiento. Se ha dicho que: “El arrepentimiento arrastra, pero la misericordia corre”. Hay que correr hacia Jesús y caminar con él para acoger su mensaje de salvación. No se puede demorar la necesidad de tener la presencia de Dios en nuestras vidas. “¿Cómo puede suceder eso?” Nuestra redención es un don de Dios llevado a cabo por la muerte y resurrección de Jesús. Nuestra reconciliación en Cristo sucede porque Dios es fiel y nos invita a que seamos fieles. En la vida, con la presencia de Cristo, cualquiera prueba es soportable. Cada problema tendrá resolución con confianza en el poder y perdón de Dios.

Los problemas en Haití son enormes. Antes del terremoto de enero del año 2010 los residentes de esta nación sufrían mucho. Haití ha pasado por la esclavitud, la invasión extranjera; dictaduras, deuda económica exorbitante, inestabilidad política y una población que sobrevive en una diáspora física y espiritual. Pero sabemos que hay más que un perfil de negligencia y de pobreza. Los haitianos son generosos, alegres, muy trabajadores y, sobre todo, fieles a la presencia de Dios. Conocen a Cristo como Salvador y Redentor y confían en la gracia de Dios. Pero, como otras comunidades, saben muy bien que la vida es precaria.

La estación de cuaresma nos recuerda que la vida es precaria y que el ser humano es una criatura mortal. El Miércoles de Ceniza confesamos esa mortalidad cuando recibimos la ceniza sobre la frente y oímos decir: “Polvo eres y al polvo volverás”. Este hecho nos recuerda que el ser humano volverá al polvo y que cada alma creyente será recibida por la misericordia de Dios en una vida nueva. La perseverancia y la paciencia nos invitan a esperar y tener fe en la compasión de Dios que es ofrecida a toda persona.

Es una maravilla lo que ha sucedido después del terremoto de Haití. Millones de dólares se donaron la noche de ese desastre. La tecnología cibernética permitió que se respondiera generosamente a un pueblo generoso y necesitado. Equipos de rescate, médicos, enfermeras y otros han viajado a Haití para ser la presencia de Dios a aquellos que preguntan: “¿Cómo pudo pasar eso?” A raíz de ese desastre se está desarrollando una concientización de lo que es este país del Caribe. Sabemos más de la historia, cultura, circunstancias del lindo pueblo haitiano. Hay oportunidad de una conversión espiritual cuando escuchamos, comprendemos y tenemos compasión de otro ser humano. Al acatar esa oportunidad, tenemos una transformación que nos permite caminar sobre los pasos de un hermano como Jesús camina con su pueblo. Jesús escucha, comprende y ofrece compasión.

En otra ocasión, Jesús cuenta una parábola sobre una persona y una higuera plantada en su viñedo. Es un ejemplo sencillo que contiene un mensaje de salvación. Dios nos recibe a su presencia. Dios nos invita a su misericordia. Dios en su amor nos concede la gracia. Esta vida en Cristo nos da una oportunidad para lograr los dones de Dios. Esta vida nos da la seguridad de que ninguna criatura nos puede alejar del amor de Dios. Somos una comunidad de liberación que puede vivir con la promesa de que nada nos separará de la presencia de Dios en Cristo. Cristo es nuestro redentor, pero tenemos que buscar esa redención para apreciar sus beneficios.

Hay un ejemplo de redención en este país. Hacen muchos años en Estados Unidos, los supermercados tuvieron un programa de libros de cupones. Con cada compra se le regalaba cierta cantidad de cupones de color verde. El comprador guardaba sus cupones en un librito. Cuando se llenaba el librito de cupones uno iba a un centro para escoger una mercancía. Los productos eran para personas de todas las edades. Había ropa para las mamás; herramientas para los papás y juguetes para los niños. ¡Qué alegría para esa familia cuando se juntaban suficientes cupones! Caminaban al supermercado. Se presentaban en el centro y recibían su regalito! El nombre de ese centro era: “Centro de redención”.

La vida cotidiana es un camino hacia la redención en Cristo. En el camino encontramos alegrías y tristezas. Se experimentan tiempos prósperos y momentos de escasez. Vivimos en salud y sobrevivimos en enfermedad. Pero la promesa de Dios siempre nos acompaña. Nosotros sencillamente coleccionamos los cupones de la vida y los ofrecemos en el altar de la redención. Tenemos y tendremos regalos dados por Dios en Cristo.

La vida redimida en Cristo es una maravilla misteriosa. Se requiere fe, confianza y amor para perseverar en un peregrinaje espiritual. Tenemos que empezar, hoy y cada día, a buscar esas maravillas divinas. Tenemos que volver a Cristo y recibir la redención de Dios.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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