Sermones que Iluminan

Día de Pascua (A) – 2011

April 24, 2011


Hoy celebramos la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Hoy hay cánticos de júbilo y alegría en todo el pueblo cristiano. ¡Feliz Pascua de resurrección!, es nuestro saludo. Y porque Cristo ha pasado de la muerte a la vida, podemos decir con el salmista: “El Señor ha estado grande con nosotros y estamos alegres”.

Estamos alegres porque la muerte ha sido vencida en la victoria de Cristo y a ahora tenemos la esperanza de una vida eterna en Dios (Juan 11:25-26). Dice el Señor: “Porque yo vivo, ustedes también vivirán” (Juan 14:19). La resurrección de Cristo es el acontecimiento más importante para los cristianos, es el centro de la predicación evangélica, el centro de la fe. A través del poder de Cristo resucitado vencemos la muerte; por su poder la Iglesia realiza la gran comisión que el mismo Jesús le encomendó (Mateo 28:16-20). La resurrección de Jesucristo es presentada en la predicación de los apóstoles, como el objeto de la fe cristiana.

Con su resurrección Jesús comprueba que él es el Señor de la vida, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo. La resurrección es el sello divino de la misión y predicación de Jesús, el reconocimiento por Dios del Mesías crucificado. La resurrección es la respuesta a su obediencia hasta la muerte y su victoriosa justificación. La resurrección es la garantía y figura de la resurrección del cristiano y también garantiza la esperanza para el cristiano.

Jesucristo en su vida terrena anunció tanto su muerte como su resurrección (Marcos 10:34). Para manifestar su poder sobre la muerte resucita a Lázaro (Juan 11:38-44), y al hijo de la viuda de Naín (Lucas 7:11). Nuestro Señor devolvió la vida a estas personas en sentido terrenal; ellos volvieron a ser lo que eran antes. “En este sentido el resucitado no tiene una vida nueva sino una segunda parte de la misma vida. Sigue atado a la fugacidad, continúa siendo mortal. Pero esta resurrección en realidad no resuelve ninguno de los grandes problemas humanos. La muerte sigue siendo muerte, el ser humano sigue encadenado al tiempo y a la fugacidad. Esa resurrección, no es una victoria sobre la muerte, no es la entrada en una vida plena y total. Pero cuando hablamos de la resurrección de Cristo hablamos de mucho más. Jesús al resucitar, no da un paso atrás, sino un paso adelante, no es que regrese a la vida de antes, es que entra a la vida total. No cruza hacia atrás el umbral de la muerte, sino que da un vertiginoso salto hacia delante, penetra a la eternidad, no regresa al tiempo; entra allí donde no hay tiempo” (José Luis Martín Descalzo, en “Vida y misterio de Jesús de Nazaret III. La cruz y la gloria”).

La resurrección de Lázaro y la del hijo de la viuda de Nain, son consideradas como un milagro comprensible a la luz de la razón humana, pero la resurrección de Cristo es un misterio inalcanzable para la inteligencia humana, este acontecimiento solamente puede ser creído mediante la fe y el testimonio de los discípulos que vivieron cerca de Jesús y que creyeron en él. Como es el caso de Pedro y Juan que fueron los primeros en ir al sepulcro y encontrar la tumba vacía, luego del anuncio de María Magdalena la madrugada del domingo. Ellos fueron, vieron y creyeron. Estos dos discípulos llegaron al sepulcro con cierta incredulidad, pero allí analizaron todos los detalles de la escena, contemplaron y meditaron sobre la resurrección de su Maestro.

A pocos días de la resurrección vemos a Pedro testimoniando este grandioso hecho a través del cual Cristo ha dido constituido juez de vivos y muertos, para que todos los que crean en él reciban en su nombre el perdón de los pecaos y la vida eterna. Pedro se coloca en el grupo de los testigos al decir: “Nosotros somos testitos de todo lo que hizo en Judea y en Jerusalén. Lo mataron colgándolo en un madero. Pero Dios lo resucitó el tercer día y no lo hizo presente a todo el pueblo, sino a los testigos que él había designado: a nosotros que hemos comido y bebido con él después de la resurrección” (Hechos 10: 39-41).

Aceptar la resurrección de Jesucristo implica en nosotros un cambio de mentalidad, una forma diferente de conducirnos en la vida. Hoy san Pablo nos hace la siguiente exhortación: “Ya que ustedes han resucitado con Cristo busquen las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra” (Colosenses 3: 1-2).

Este cambio de mentalidad produce un ser humano nuevo capaz de vivir el amor y la unidad como señales de una fe verdadera, porque: “Dios no hace diferencia entre una persona y otra, sino que en cualquier nación, acepta a los que le reverencian y hacen lo bueno” (Hechos 10:34).

Los que hemos creído que “Dios llenó de poder y del Espíritu Santo a Jesús de Nazaret” (Hechos 10:38), debemos hoy sentirnos comprometidos a una nueva evangelización que incluya a los hombres y mujeres de toda raza y cultura.

Pidamos a Dios que la alegría y el gozo que hoy sentimos al celebrar la resurrección de Jesucristo nuestro Señor permanezcan con nosotros, para poder dar testimonio al mundo de que Cristo está vivo como Rey de reyes y Señor de señores.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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