Sermones que Iluminan

Fiesta de la Epifanía – 2014

January 06, 2014


Queridos hermanos y hermanas:

En la época que fueron redactados los Evangelios, la literatura judía se complacía imaginando la infancia de los héroes de las Sagradas Escrituras. Acababa de escribirse la de Abraham y la de Moisés. Una estrella había advertido al Faraón del nacimiento del salvador de los hebreos, y por eso había decidido dar muerte a todos los niños, pero Moisés se salvó de la muerte.

El evangelista Mateo adopta estas imágenes conocidas para pintar un cuadro algo artificial de la infancia de Jesús. Estas imágenes nos transmiten un primer enfoque de su misión, desconocido por los suyos y además perseguido, llevará el evangelio a los no judíos. Mateo cita varias veces las Escrituras y cada vez repite “así había de cumplirse”. De esta manera invita a releer los textos antiguos que hablaban del pueblo de Israel, pero que también anunciaban a Jesús. Mateo debía rehacer las experiencias de su pueblo, marchas, exilio, penas, pero finalmente todo adquiriría un nuevo sentido.

Los sabios de Oriente, descritos según la imagen que se tenía de los sacerdotes astrólogos de Caldea, eran considerados magos y representan aquí en este texto a las naciones extranjeras que vienen a adorar al Dios verdadero y ofrecerles dones. Los sacerdotes y jefes del pueblo de Dios no esperaban nada y no habían sido informados, pero Dios llama a sus amigos del mundo pagano: Jesús Salvador de los judíos, salva a la humanidad entera.

Mateo nos describe la estrella de Belén que guiaba a los sabios de oriente hasta Jesús y esto es porque muchas veces tenemos que buscar a Dios en la noche y guiados por una estrella. Esos sabios creían en las estrellas y Dios les había procurado una estrella con movimiento inusual que los conducía hasta el mismo salvador de la humanidad. La alegría que acompañó a aquellos privilegiados de Dios fue inmensa y solamente en la Biblia se habla tanto de alegría y se promete la alegría como consecuencia de una vida en Dios con su visita. Cada uno de nosotros tiene su propia estrella que manifiesta la presencia de Dios en nuestras vidas. Basta observarla y seguirla y entonces la alegría llega a nuestras vidas.

Epifanía es la fiesta de la manifestación del Señor, es el Emmanuel, el Dios con nosotros que nos acompaña en el camino tortuoso para llenarnos de esperanza y de fe. Con la Epifanía de Dios la salvación se abrió para toda la humanidad. Hoy, más que nunca, la humanidad entera necesita la manifestación de Dios porque una gran parte de los seres humanos han decidido apartarse de Dios, ignoran la estrella de belén que los guía hasta la humilde estancia donde habita Jesús. Han lanzado al abismo de la perdición el oro, el incienso y la mirra buscando una vida fácil y cómoda sin hacer ningún esfuerzo por transmitir la Buena Nueva del Reino trayendo con su actitud de lejanía de Dios más desgracias a esta sociedad adoptando el esquema del atropello social, el secuestro y la violencia de género.

Jesús se manifestó primero a los pastores, es decir, a la clase humilde y vulnerable y luego al mundo entero a través de la representación de los tres sabios de Oriente que no eran de la raza judía. Su propia nación lo rechazó, pero Jesús le ofreció igualmente la salvación. La presencia de los cristianos firmes en la fe es la continuación de esta Epifanía de Dios. El mundo actual pide a gritos el testimonio fiel de los cristianos para que proclamen esta Epifanía con el fin de transformar las estructuras de esta sociedad decadente.

San Pablo nos recuerda en la carta a los de Éfeso la herencia que Dios nos dejó a la humanidad en la persona de Jesús. En el versículo diez nos dice: “De esta manera ahora, por medio de la Iglesia todos los poderes y autoridades en el cielo podrán conocer la sabiduría de Dios que se muestra en tan variadas formas” (Efesios 3:10). Pablo quiere decir que los pueblos de las más diversas culturas con sus gobernantes y los grandes de este mundo han descubierto, gracias a la Epifanía de Dios, que la Iglesia les ha mostrado, el rostro de Dios que manifiesta su gloria en los pobres y los santos. Pero mejor aún hablaríamos del asombro de la naturaleza entera cuando descubra en qué acaba su trabajo gigantesco, después de millones de años. Pablo se ve muy cerca del término, y nosotros más todavía los cristianos del siglo 21, en este siglo en que se precipitan las tomas de conciencia a nivel de toda la humanidad.

El camino de los seres humanos hoy es cultivar su vida interior que no se contenta con pensar en Dios o hablar de Dios como si fuera un objeto. El Espíritu preserva en cada uno de nosotros la conciencia de esa presencia que le da la vida, esa es la verdadera epifanía de Dios. Ojalá podamos decir como santa Teresa: “Llevamos por todas partes el corazón de Dios y al Dios de nuestros corazones”.

Hoy es un día de esperanza, de amor y de oración para que Dios siga manifestándose y nos provea de una estrella brillante que nos guíe hasta Jesús de Nazaret.

Oremos: Dios misericordioso, gracias por tu manifestación constante en nuestras vidas. Llénanos de tu amor para seguir predicando la Buena Noticia de la salvación en Cristo nuestro Señor. Amén.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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