Sermones que Iluminan

Fiesta de la Virgen de Guadalupe – 2009

December 13, 2009


El evento de la Virgen de Guadalupe empieza en el año 1531 y se celebra el 12 de diciembre. Los que confían y creen en la Virgen experimentan alegría y gozo en sus almas. En la historia de la Virgen de Guadalupe reconocemos a un pueblo peregrino en espera de la paz y de la promesa de Dios.

Las palabras de Jesús en los evangelios indican que, “los primeros serán los últimos y los últimos serán los primeros” en Cristo (Lc 13:30). La Virgen se aparece a un hombre sencillo que se llama Juan Diego. Es indígena y pobre. Es considerado como uno de “los de abajo”. Juan Diego es fiel a Dios y camina cada mañana hacia la iglesia de Tlatelolco, México, para dar gracias a Dios. Juan Diego y su pueblo habían sufrido la colonización. El pueblo había sido oprimido por la indignidad que muchas veces experimenta la gente indígena. El pueblo vivía sin esperanza en un futuro.

Un día, Juan Diego oye unos ruiseñores y una voz linda. Ve una faz bella y cree que es la de la Virgen María, Madre de Jesús. Después de mucho caminar y mucha conversación, la Virgen le ofrece hacer un milagro. Y es así cómo comienza la festividad de la Virgen de Guadalupe.

Hoy muchos por el mundo se sienten como el pueblo de Tlatelolco. Muchos de ellos trabajan en hoteles, en restaurantes, en fábricas y en la construcción. Son los que viven lejos de sus familias y se desmayan trabajando para mandar dinero y ayudar a sus familias que quedaron atrás. Ese pueblo confía en el Dios que secará toda lágrima de sus ojos (Ap 7:17) Y es ese pueblo el que tiene fe en la aparición de la Virgen de Guadalupe. Es un pueblo de pobres y ricos; indígenas e inmigrantes; rubios y mestizos; ciudadanos y residentes. Es el pueblo que creyó en el milagro que experimentó Juan Diego. Ese pueblo es gente de Dios y ciudadano del cielo. Juan Diego representa al pueblo. El pueblo somos todos nosotros que caminamos con fe hacia un encuentro con Cristo. Y a lo largo de ese caminar puede que encontraremos a María, que conocemos también como la Virgen de Guadalupe.

La historia de la Virgen de Guadalupe es una de caminar. “Caminante, no hay camino; se hace el camino al andar”, como dijo el poeta Antonio Machado. Juan Diego camina. Camina al templo para recibir los dones de Dios. Camina y sube al Tepeyac en busca de una señal de Dios. Cuando uno camina y busca la presencia de Dios en Cristo, se realiza un peregrinaje espiritual. Juan Diego es un peregrino de Dios. Un peregrino hace su camino al andar. El peregrinaje hacia la Virgen de Guadalupe es un peregrinaje espiritual.

En la aparición Juan Diego recibió un mensaje espiritual y caminó hacia el palacio del obispo para compartir el mensaje de la Virgen. El obispo no pudo o no quiso escuchar las palabras de Juan ni de la promesa de la Virgen. Algunos en el mundo, especialmente los poderosos, e incluso autoridades de la Iglesia, no siempre caminan con el pueblo ni con Dios. Si uno no camina, no se puede hacer peregrinaje y es difícil escuchar lo que viene de Dios.

Juan Diego usa la ropa tradicional de un peregrino. Juan se viste con una tilma. La tilma viene de la tierra y representa lo que nos cubre en la tierra. El nopal de la tilma nos invita a recordar que cada peregrino es de la tierra. Somos sencillos y mortales. Pero también somos creados por Dios y dados a crecer en Cristo y en una vida más allá de la muerte. La Virgen de Guadalupe mediante su milagro hace que la tilma no sólo represente a un peregrinaje terrenal si no también uno celestial. Sobre la tilma de Juan Diego se encuentran flores que representan la vida nueva y dan testimonio de que la Virgen está con nosotros. Las representaciones de la Virgen de Guadalupe nos enseñan la paz en las aves y en las flores, en el sol y en la luna, en la canción y en el color. Su belleza refleja a Jesús, su Hijo, y el logo nos dirige a la resurrección de Jesucristo. La celebración de la Virgen de Guadalupe nos llama a una experiencia de liberación que nos llega con la paz de Dios.

Al fin, el obispo vio y creyó. La invitación a ver y creer se extiende a todo peregrino. El peregrino no solamente camina sino también ora, comunica y edifica la Iglesia de Dios. “Así Cristo preparó a los suyos para un trabajo de servicio, para hacer crecer el Cuerpo de Cristo” (Ef 4:12). En el Tepeyac y en un palacio se inició este gran peregrinaje para recibir el mensaje de salvación.

El peregrinaje sigue hoy. En México, en San Antonio, Texas; en Miami, Florida, y en la Tierra Santa se hacen peregrinajes espirituales. Todos reconocen a María como portadora de paz, justicia y hermandad. La Virgen, llena de alegría y de promesa en plenitud, revela armonía y tranquilidad. Cada María y Mario, de todos los pueblos, quiere sentir la paz y tener una madre que ama siempre. En fin, una madre que nos ayuda a recordar una paz permanente y por ende la libertad.

La fiesta de la Virgen de Guadalupe es un peregrinaje. Caminamos haciendo planes para este día de celebración. Recordamos la historia y presentamos dramatizaciones. Nos decoramos y al congregarnos, traemos comida. Nos levantamos por la madrugada para cantar las mañanitas. Bailamos con los matachines. Ofrecemos flores a la Reina de las Américas. La Virgen de Guadalupe siempre será para algunos la Madre morena de todo el mundo. Nos emocionamos porque en nuestro caminar está presente la Virgen morena.

Exhortamos al mundo a que se levante a un nuevo amanecer en su peregrinaje. De igual es el llamado a un nuevo amanecer a los que trabajamos en el ministerio entre los latinos e hispanos. Por eso el ministerio latino/hispano de la Iglesia Episcopal ha utilizado el tema “Nuevo Amanecer” para dar visión a esta obra de Dios. Nuestro peregrinaje con hermanas y hermanos de otros países y otros grupos étnicos es el caminar como hermanos que somos y así dar testimonio de ese Nuevo Amanecer.

El peregrino tiene que ser fiel y fuerte. Hay que tener confianza y valor para ser peregrino de Dios. El recuento de la historia de la Virgen de Guadalupe sirve para recordarnos que Dios tiene un milagro para cada peregrino que realiza su caminar.

En una ocasión el primer presidente indígena de México (1806-1872) dijo: “El respeto al derecho ajeno es la paz”. La paz es el deseo de todo pueblo y de todo peregrino. El pueblo ora por la paz. El peregrino busca la paz. Jesús dijo a sus discípulos, “la paz les dejo, mi paz les doy, pero no se la doy como la dan los del mundo” (Jn 14:27).

Oremos para que todos los pueblos conozcan la paz que representa la Virgen en este día festivo. Que cada peregrino reciba y comparta la paz de este día. Que el mundo donde haya guerra y violencia haga peregrinaje hacia la paz. Que los que sufren de pobreza o de hambre encuentren las hermanas gemelas: la justicia y la paz. “Que la paz de Dios que excede todo entendimiento, guarde nuestros corazones y pensamientos…” (Flp 4:7) en el conocimiento de Jesucristo y su Madre morena, y que la paz nos conceda alegría para gritar: “¡Viva la Virgen de Guadalupe!”

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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