Sermones que Iluminan

Fiesta del Santo Nombre – 2011

January 01, 2011


Hoy, después de haber disfrutado de la alegría que embarga tanto a niños como a adultos, con la entrega de regalos navideños, fascinantes liturgias y el compartir familiar del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo, pasamos a celebrar el santo nombre de Jesús.

El nacimiento de un niño/a es algo que embarga a toda la familia, en especial por los preparativos previos al nacimiento. La decoración de la habitación, la ropa que se pondrá el primer día, pero lo más emocionante es la búsqueda del nombre para la criatura. En nuestra cultura ponerle el nombre de un familiar es lo más común, en especial si es el primogénito, se le pondrá el nombre del padre o de la madre. Alguien dijo que: “Escuchar el sonido de su nombre es lo que más agrada a una persona”. Tanto es así, que cuando vamos a una tienda a comprar algo, o a un restaurante y llamamos por el nombre a la persona que nos atiende, cambian las facciones de su cara y su trato se hace más amable.

Es obvio que Dios conoce los pensamientos y las intenciones del ser humano y no se hace esperar cuando de su plan salvífico se trata. En medio del conflicto de José y de las decisiones que debería tomar frente a un hecho de aparente adulterio, José se queda dormido y empieza a soñar. En el sueño el ángel del Señor le afirma que María daría a luz un hijo, indicándole: “Le pondrás por nombre Jesús (que quiere decir salvador) porque salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo1:21).

La función salvadora de Jesús ya se había señalado cuando, al terminar la línea genealógica, se dice: “Y Jacob engendró a José, marido de María, de la cual nació Jesús, llamado el Cristo”. Este anuncio es muy importante para los judíos. Cristo es la palabra griega equivalente a mesías del hebreo. Ello indica que aquel a quien se refiere el texto fue ungido por el Espíritu Santo y, por tanto, señalado, ordenado, apartado y habilitado para llevar a cabo la difícil tarea de salvar a su pueblo.

Jesucristo, por tanto, es ciertamente lo que su nombre implica: el Salvador ungido divinamente, el Mesías prometido que cumple con todo lo establecido en las profecías, el heredero legítimo en la línea de Abrahán y de David, el Libertador esperado para el pueblo de Israel. Por esto no debe haber ninguna duda respecto a que Jesús es el Cristo, el Salvador, el Emmanuel, que significa Dios con nosotros.

Hay aspectos en las lecturas escogidas para hoy que no podemos pasar por alto. En el Éxodo, encontramos a Moisés invocando el nombre de Yahvé, al momento de la Alianza. “¡El Señor! ¡El Señor! Dios tierno y compasivo, paciente y grande en amor y verdad. Por mil generaciones se mantiene fiel a su amor y perdona la maldad, la rebeldía y el pecado” (Éxodo 4:6-7).

Vivimos en un mundo lleno de problemas económicos, sociales y familiares. Estos tienden a llevarnos casi hacia el abismo de la desesperación. Es en ese preciso momento cuando debemos invocar el nombre de Jesús para sentir su presencia en nuestras vidas, para que nos ayude a llevar las cargas y nos ilumine con su sabiduría a vivir cada día en su presencia.

Moisés, al terminar este encuentro, no tiene ya ambición o deseo personal: solamente le importa que se realice el proyecto de Dios de perdonar nuestras faltas y pecados y de recibirnos como herencia suya.

El Hijo de Dios vino a la tierra a compartir la condición común a todos los seres humanos, despojándose así de su condición divina. San Pablo en su Epístola a los Filipenses capitulo primero versículo trece nos dice que el hecho de que se encontrase en prisión ha hecho circular el nombre de Cristo, tanto dentro como fuera del palacio. Debemos examinar nuestro testimonio de vida, para ver si está ayudando a que otros conozcan y se acerquen a Jesús o si por el contrario somos piedra de tropiezo, para que el evangelio de salvación sea predicado hasta los confines de la tierra.

Necesitamos reflexionar, estar atentos y hacer lo que podríamos llamar una revisión de vida para descubrir lo positivo y negativo en nuestro vivir como cristianos. También debemos examinar las relaciones en el trabajo, las obligaciones para con la sociedad, en los entretenimientos y siempre, claro está, buscando la voluntad de Dios.

Desde el día de nuestro bautismo hemos sido elegidos, seleccionados y marcados con el nombre de Cristo. Llevamos en nosotros esa gran responsabilidad de ser otros cristos, de transmitir el mensaje de Jesús a otros, de ser instrumentos de salvación. Consideremos muy bien siempre esta gran y tremenda responsabilidad.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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