Sermones que Iluminan

La Transfiguración de Nuestro Señor – 2010

August 05, 2010

Leccionario Dominical, Año C
Preparado por el Rvdo. C. Jesús Reyes

Éxodo 34:29-35; Salmo 99 o 99:5-9; 2 Pedro 1:13-21; San Lucas 9:28-36

Facundo Cabral, entre otros, es uno de mis cantautores Latinoamericanos favoritos. Sus piezas están llenas de melodías simples, acompañadas por versos poéticos repletos de sabiduría de pueblo, humor lleno de ingenio y una crítica social muy aguda.  En una de sus piezas él dice, “Uno más uno son dos… y así comenzó la cuestión. El hombre es dios cuando sueña, pero esclavo cuando cuenta”. Siempre he relacionado esta pequeña porción de una de sus piezas, con la figura bíblica de Moisés. Sin lugar a dudas, uno de los personajes bíblicos más fascinantes. La vida de Moisés está llena de contrastes; su historia está llena de altos y bajos, luces y sombras, de sueños y de pesadillas forjadas por su propio contexto. Moisés en ocasiones sueña evocando la presencia del Dios solidario y libertador, el Dios de la historia que fielmente camina con su pueblo rumbo a una tierra prometida; la tierra de la abundancia donde la leche y la miel corren como ríos. En otras ocasiones Moisés tan sólo “cuenta”… numerando con amargura los malos ratos de la vida hasta llegar a renegar de Dios y de su pueblo. “El hombre es dios cuando sueña, pero esclavo cuando cuenta”.

Este breve sumario de la vida de Moisés me hace pensar en dos palabras que, para mí, forman parte de la dinámica central a lo largo y ancho de las varias historias de la Biblia, y de nuestra propia historia de salvación. La primera palabra es “REVELACIÓN”. Revelación es el acto de Dios manifestándose a la humanidad; Dios se muestra a sus elegidos, a su pueblo. Algo que estaba escondido es mostrado, lo que era misterioso ahora es claro, lo que estaba oculto a la vista se ha tornado transparente. Es como tomar una fotografía con una de esas cámaras de rollo; después que hemos terminado el rollo, la historia captada por la cámara sigue oculta hasta que el rollo no es revelado. Entonces lo que permanecía escondido es mostrado a través de las fotos, ahí surgen las varias emociones que esas fotos nos muestran. Son momentos del pasado, memorias que enriquecen la vida. El rollo de la cámara ha sido “revelado”. En el caso de Dios, es Dios mismo quien se revela a la humanidad. Lo que era lejano y misterioso, se vuelve cercano y familiar. Volviendo a la historia de Moisés, esto mismo es lo que él vivió. Ya volveremos a este tema en un minuto.

La segunda palabra que es muy semejante a la primera, de hecho suena casi igual, es la palabra “REBELACIÓN”.  Esta palabra se relaciona con otras palabras como rebelión, rebeldía o rebelde. Es el acto humano que manifiesta oposición, desacuerdo, desacato, insubordinación, desobediencia, etc. La palabra rebelión puede connotar algo positivo cuando hablamos de oposición a las injusticias. Pero la rebelión humana en la Biblia es siempre presentada como un acto de desobediencia, de rechazo y de oposición a la voluntad de Dios. En este caso, rebelarse contra Dios –estar en contra de la presencia de Dios-, es un acto de rechazo a la revelación de Dios, a su manifestación en la historia. Este tipo de conducta humana se encuentra desde la historia misma de la creación –Adán y Eva se muestran rebeldes-, pasa por las historias de los mismos Evangelios –la negación de Pedro-, y continúa hasta nuestros días –en nuestra propia historia-.  ¿Cuántas veces no nos hemos rebelado contra la voluntad de Dios… mediante nuestros errores y culpas? Esto es parte de nuestra condición humana. Moisés vivió muchos de estos momentos de rebeldía, de hecho, desde un principio él no quería ser el enviado para negociar la libertad del pueblo Hebreo quien se encontraba bajo la esclavitud de los egipcios. Moisés se resistía a la voluntad de Dios, pero finalmente accedió. Como les decía al principio citando la pieza de Facundo Cabral, “el hombre es dios cuando sueña, pero esclavo cuando cuenta”.  El ser humano sueña cuando abre sus ojos a los sueños revelados de la divinidad, pero se vuelve esclavo cuando encadena sus sueños a solamente lo que puede contar en su propio egoísmo.

Volviendo a nuestro relato sobre la vida de Moisés, su relación personal con Dios da inicio en el capítulo tres del libro del Éxodo. Moisés era un pastor, y cuidaba el rebaño de su suegro Jetró. Mientras pastoreaba las ovejas, presenció cómo una zarza ardía sin ser consumida. Movido por la curiosidad, decidió ver dicho fenómeno más de cerca. Y como dice el dicho, “la curiosidad mató al gato”; pues bien, esta misma curiosidad bastó para dar inicio a esa relación fascinante e intima entre Dios y Moisés. La primera acción de Moisés fue quitarse las sandalias, siendo esta una señal de profundo respeto por el lugar en que se encontraba. La segunda acción de Moisés fue la de cubrirse el rostro con sus manos “porque temía ver a Dios”. Este es un gesto de autoprotección. La misma Biblia nos dice que no es posible ver a Dios y seguir viviendo. Entonces, Moisés por temor a morir se cubre el rostro. Sin embargo, conforme Moisés crece en la amistad con Dios, él mismo -Moisés- pide ver la gloria de Dios. Esto nos es relatado en Éxodo Capítulo treinta y tres, versículos dieciocho al veinte tres (Éxodo 33, 18-23). Escuchemos lo que la Biblia nos dice:

“18 Entonces Moisés dijo: Te ruego que me muestres tu gloria.
19 Y El respondió: Yo haré pasar toda mi bondad delante de ti, y proclamaré el nombre del SEÑOR delante de ti; y tendré misericordia del que tendré misericordia, y tendré compasión de quien tendré compasión.
20 Y añadió: No puedes ver mi rostro; porque nadie puede verme, y vivir.
21 Entonces el SEÑOR dijo: He aquí, hay un lugar junto a mí, y tú estarás sobre la peña;
22 y sucederá que al pasar mi gloria, te pondré en una hendidura de la peña y te cubriré con mi mano hasta que yo haya pasado.
23 Después apartaré mi mano y verás mis espaldas; pero no se verá mi rostro”.

Este relato es muy bello y su lenguaje es bastante descriptivo. Nuevamente nos habla de esos contrastes profundos que marcan la vida de Moisés. Este diálogo entre Dios y Moisés ocurre muchos años después de aquel primer encuentro en la zarza, y es el preámbulo del texto del Antiguo Testamento que hoy escuchamos. Dios le concede a Moisés, por la profunda amistad que existía entre ellos, la posibilidad de contemplar su gloria. Entonces, el encuentro de Dios con Moisés es tan profundo que Moisés mismo es transformado y su rostro se vuelve radiante. Desde aquí podemos concluir que el encuentro personal con Dios, no es que nos lleve a una muerte literal, dejar de existir en este mundo; presenciar la gloria de Dios nos lleva a una transformación tan profunda que dejamos de ser lo que éramos para convertirnos en algo totalmente distinto. En otras palabras, morimos al viejo yo, lleno de dudas y cuentas pendientes, para convertirnos en un nuevo yo, enriquecido por los mismos sueños de Dios. Moisés, finalmente, es totalmente transformado por la gloria de Dios. Este es el momento en que Dios se revela a Moisés en toda su plenitud, y Moisés no se rebela contra Dios, todo lo contrario, Moisés se entrega totalmente a esta relación.

Vayamos ahora a la historia del Evangelio que hoy escuchamos. En esta lectura, Pedro y sus compañeros reaccionan con temor ante la visión transfigurada de Jesús. Ellos saben que están presenciando algo asombroso, saben que Jesús es el maestro, pero están rodeados de misterio y maravilla. Algo asombroso está ocurriendo y no existen palabras para describir lo que están viviendo. La transfiguración de Jesús es la prueba máxima de su propia identidad: él es la revelación del Padre.  Dios mismo se muestra de forma encarnada a los seres humanos. Nosotros conocemos este hecho por el relato de Pedro y de sus acompañantes, un relato que guardaron en silencio pues no sabían qué hacer con él.  Para Jesús, sin embargo, descubrir su propia identidad lo ubica en la condición de entender cuál es su futuro: el sufrimiento de su martirio. Sin lugar a dudas, nosotros no podemos contemplar la persona transfigurada del Señor, pero ciertamente sí podemos experimentar la amorosa acción redentora de Dios mediante el acto salvador de Jesús. Dios nos reconcilia consigo mismo mediante el reconocimiento de que Él se revela a través de la persona misma de su Hijo.

Dios se ha revelado, en nuestra propia historia de salvación, en nuestro continuo caminar a una nueva “tierra prometida”, nosotros seguimos luchando contra nuestras propias rebeliones. Vivir en rebeldía no define el propósito para el que fuimos creados. El hecho de que la rebeldía es parte de la naturaleza humana, no quiere decir que defina su identidad. Escuchemos esta pequeña historia para esclarecer lo que digo:

Un monje se lamentaba amargamente de su propio “destino”.  A lo que el maestro le dijo, “tú eres quien forjas tu propio destino”.
“Pero ciertamente, ¡yo no soy responsable por todo lo que me pasa!”, el monje replicaba con pena”.
A lo que el maestro le respondió, “Los acontecimientos de tu vida no forman tu destino. Son hechos de las eventualidades de la vida. Tu destino es definido por la manera cómo aceptas esos hechos y qué es lo que decides hacer con ellos”.

La manera como decidimos vivir nuestra vida, llena de rebeliones y rechazos a la revelación de Dios en Jesucristo, no define lo que somos; esto tan sólo nos dice dónde es que estamos en uno de los momentos de nuestra vida. Crecer, como Moisés, en la amistad con Dios, eso sí nos habla del propósito de nuestra existencia y manifiesta el brillo de nuestra propia alma. Nuestro destino no es un acto del azar o casualidad. Nuestro destino está marcado por el mismo hecho de que la vida es un acto de generosidad de Dios, es un acto de Gracia; y esto mismo define nuestra propia identidad. Vivir en la Gracia de Dios es asumir nuestra propia identidad y vivir nuestro propio destino.

Amén.

— El Rvdo. C. Jesús Reyes es actualmente el Canónigo para el Desarrollo y Crecimiento de las Congregaciones en la Diócesis de El Camino Real, California. Es de nacionalidad mexicana y ha vivido en los Estados Unidos desde el año 1989. Habiendo crecido en Tijuana, Baja California, México, es una persona muy familiarizada con las realidades de los inmigrantes en este país; de hecho, vive en carne propia esta realidad. Antes de venir a los Estados Unidos, sirvió como misionero en la región zapoteca del Estado de Oaxaca, México. Después de esto, trabajó por varios años como misionero en el Estado de Espíritu Santo, Brasil..

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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