Sermones que Iluminan

Pascua 3 (A) – 2008

April 06, 2008


Todos somos diferentes, con características propias. Hoy dicen que llegará el día en que podrán clonar seres humanos y que habrá dos personas idénticas. Algunos se han llenado de miedo, pero nunca podrá haber dos personas idénticas en la personalidad y en el spiquismo. Imaginémonos que han clonado dos seres humanos. Aparentemente son idénticos, pero de pequeños a uno lo mandan a Japón y a otro a Egipto. Después de veinte años los reúnen y vemos que su apariencia física es idéntica pero sus personalidades son muy diferentes. Han vivido en un medio cultural muy distinto y así han crecido.

Parece que Jesús tuvo en cuenta este principio sicológico. El día de Pascua leímos que Jesús se apareció a María Magdalena de una manera, luego el domingo pasado, el evangelio narraba su aparición a los discípulos de un modo diferente. Hoy vemos que su manifestación a unos discípulos que caminaban a la aldea de Emaús, también es distinta.

¿Por qué tantas formas de aparecerse? Para adaptarse a nuestro pobre entender. Durante siglos Dios nos habló por medio de profetas y otros personajes. Pero llegó el día en que Dios se encarnó para poder comunicarse con nosotros en un modo más familiar. Hasta la fecha sigue sirviéndose de la misma estrategia.

Un pajarito no entiende el lenguaje humano. A un ser humano le cuesta entender el lenguaje divino. Dios se coloca a nuestro nivel para que entendamos el mensaje que desde el origen de la humanidad ha querido transmitirnos.

Los evangelios fueron escritos para comunidades con diferentes necesidades de entendimiento. Cada evangelista redactó el evangelio según las necesidades de los destinatarios.

Camino hacia Emaús Jesús explicó a dos discípulos las Escrituras. Les habló de cosas que ya sabían pero que no habían entendido. Ahora empezaban a comprender las profecías y todo lo que en ellas se decía tocante al Mesías, pero no acababan de reconocerlo. Necesitaban algo más, un pequeño encuentro personal y sucedió en el momento en que Jesús, sentado a la mesa con ellos, partió el pan y se lo dio. En ese momento se les abrieron los ojos y lo reconocieron.

Este pasaje nos demuestra que no es suficiente conocer las Escrituras para llegar a Dios. Para conocer realmente a Jesús es necesario algo más, un toque de la “gracia divina”, un encuentro personal diferente. En este caso fue el compartir el pan. En ese instante se dieron cuenta cómo en su vida terrenal Jesús compartía su amor con los demás en torno a la mesa y comiendo el pan con ellos.

El verdadero conocimiento de Jesucristo se realiza mediante nuestras facultades humanas: oír, tocar, gustar, oler; entender, amar, recordar. Tenemos que usar lo exterior: lo físico y material, para poco a poco llegar a lo interior: nuestra mente, alma y espíritu.

En la aparición que recordamos hoy, Jesús se sirvió del pan, de la eucaristía, para llegar al corazón de unos sencillos discípulos. A veces pensamos que sólo los dignos pueden acercarse al altar para recibir la comunión pero no es sí. La comunión no es para los mejores sino para los necesitados. Al recibir el pan de vida y el cáliz de salvación no se trata de dar una recompensa, se trata de alimentar a quienes están hambrientos de Dios.

Todos somos diferentes y tenemos nuestros propios problemas y necesidades. Como Jesús se aparece de modos diferentes a los discípulos, Dios, por medio de su Hijo, se revela a cada uno de nosotros de la forma más apropiada para que le entendamos. La santa comunión es una de las maneras más eficaces de acercarnos a Dios.

Claro que también pude llegar a nosotros disfrazado de muchas otras formas. Puede llegarse a nosotros por el contacto con un hermano o hermana, con un rico, con un pobre, con uno que sufre o con uno que goza. Puede llegar a nosotros mientras leemos las Escrituras y meditamos en la palabra divina. Lo importante es que estemos siempre en una disposición de apertura para aceptar al Dios que nos busca sin cesar.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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