Sermones que Iluminan

Pentecostés 12 (B) – 15 de agosto de 2021

August 15, 2021

LCR: Proverbios 9:1–6; Salmo 34:9–14; Efesios 5:15–20; San Juan 6:51–58

Demos gracias a Dios por su amor, por su infinita bondad y misericordia que siempre nos abraza, que nos sigue de cerca en todo momento y circunstancia y que nos saca de lo profundo de nuestro dolor y sufrimiento. A muchas de nuestras comunidades, por fin, les está llegando ese nuevo día tan esperado: estamos retornando a nuestras iglesias, volviéndonos a sentir unidos y sostenidos como comunidad de fe, tan especial como antes, aunque diferente. ¡Vuelve la esperanza que nos ayuda a sentir que hemos renacido! Podríamos decir que estamos entrando a una “nueva realidad”.

La verdad es que poco a poco, gracias a las vacunas contra el COVID y el cuidado que hemos tenido para protegernos y proteger a las personas que nos rodean, después de diecisiete meses de picos de contagio, toques de queda, cuarentenas y temores de nuevas variantes, la luz se ve al final de este túnel de pandemia largo y tenebroso en el que nos ha tocado vivir, sobrevivir y seguir sobreviviendo en el futuro de esta pandemia.

Como escuchamos y aprendimos de la lectura del libro de Proverbios, aunque sintiéndonos inexpertos ante la realidad a la que nos llevó la pandemia del COVID-19, no podemos ser imprudentes sino seguir paso a paso lo necesario para evitar el contagio. Adquirimos la sabiduría necesaria para formar parte del sagrado banquete lleno de alimento de vida en forma de visión, intuición, perspicacia y entendimiento. Visión porque la pandemia nos enseñó a entrar en el silencio de nuestro ser, y en esos momentos sagrados pudimos depositar, en presencia de la consoladora ternura divina, todo lo que nos agobiaba y no entendíamos, el porqué de tanta desgracia a nivel mundial. Inmersos en oraciones fervientes, buscamos con desespero intuir la voluntad divina, con temor de que la muerte por COVID fuera nuestro triste final.

Durante estos meses, muchos hemos sufrido pérdidas que nos han dejado huellas de desconsuelo y desamparo. El tiempo transcurrido vino con incertidumbre sin precedente que, como comunidades de fe, hemos tenido que enfrentar con confianza en la misericordia y gracia de Dios. Nuestros gritos de dolor pidiendo compasión y respuesta a una constante pregunta: ¿dónde estás tú, mi Dios y Señor mío?, nos acompañaron a cada paso. Y tuvimos que entender la situación y llenarnos de conocimiento, hacernos a una idea, a una visión de la situación, seguir nuestra intuición y ser perspicaces para mantenernos a salvo porque en muchos momentos nos llegamos a sentir como barcos a la deriva.

Ahora que comenzamos a ver la luz y que confiamos en que hemos sobrevivido lo peor del caos pandémico, nuestro ser renace y nuestro agradecimiento a la providencia divina es profundo. Aunque llevando nuestros santos difuntos a cuestas, poco a poco nos estamos abriendo a un nuevo comienzo, al reencuentro, a estar del lado del desvalido más que antes, más que nunca.

Podremos volver a nuestros templos y prepararnos para el banquete de vida en comunidad. Podremos llegar, no sólo espiritualmente como lo hacemos y lo hicimos en los servicios virtuales, sino en persona a la Santa Mesa de todos y de todas, llegar al altar con alegría, regocijo y agradecimiento al recibir, esta vez, el cuerpo y la sangre de Cristo; como dice el evangelio de San Juan: recibir el pan “bajado del cielo”, pan de vida, “la verdadera comida”, y la sangre de Cristo, el cáliz de salvación, “la verdadera bebida”.

Pidamos a Dios que nos dé la gracia para vivir a la manera que San Juan evangelista nos pide: unidos a Cristo como Él vive unido a nosotros, y sabiendo que de la misma manera que Cristo vive por el Padre -quien lo ha enviado- nosotros viviremos por Cristo. Unidos a Cristo, como antes y como siempre, siendo partes distintas y diversas de un solo cuerpo, heredaremos esa gran promesa de la vida eterna: la vida en Él que no tiene fin.

Asimismo, la carta de San Pablo a los efesios, también nos alienta con firmeza a vivir cada día en ésta, nuestra “nueva realidad”. Pablo nos invita a que vivamos el día a día con sabiduría y que aprovechemos cada momento porque cada instante es decisivo en nuestras vidas, especialmente los que podríamos llamar “días malos”. Sabemos que hemos vivido -y seguimos viviendo- días aciagos. También nos pide que nos llenemos del Espíritu Santo, lo cual -sabemos- significa dejarnos guiar, inspirar y consolar por su divina presencia, la presencia que nos dejó Cristo para estar siempre entre nosotros y nosotras. No siempre sabemos adónde vamos o cómo llegaremos. Por eso San Pablo exhortó a la comunidad de Éfeso a que confiara y tuviera fe en la divina presencia de Jesús con la humanidad.

Por último, San Pablo nos anima a que no sólo cantemos y alabemos “de todo corazón al Señor”, agradeciendo en nombre de Jesucristo los regalos de gracia que nos concede en cada momento de nuestra jornada a su lado, sino que, entre nosotros y nosotras, también nos hablemos “unos a otros con salmos, himnos y cantos espirituales”.

Hermanos y hermanas, hoy la invitación es a que convirtamos nuestros templos -que poco a poco se van abriendo para nuestro deleite de adorar a Dios dentro de sus muros- en un verdadero reflejo de la esperanza que sentimos al volver a unirnos presencialmente. Que ésta, nuestra “nueva realidad”, sea una explosión de fe y de profunda alegría, al poder recibir con brazos abiertos, sonrisas, palabras de bienvenida, himnos de alabanza y agradecimiento, no sólo a nuestro creador por ese resucitar a una nueva vida, sino a nuestras comunidades de fe que tanto echamos de menos.

Celebremos que a pesar de todo lo que sufrimos, la fortaleza divina nos seguirá protegiendo porque hemos construido, como la sabiduría, una casa adornada con siete columnas, con Dios entre nosotros; con Dios que es vida y nunca dejó ni deja de ofrecernos vida en abundancia. Abracemos ese regalo de gracia, y como canta el salmista: “Honren al Señor, los consagrados a Él, pues nada faltará a los que los honren”.

La Rvda. Ema Rosero-Nordalm es diácona en la Diócesis de MA. Se desempeña como Gestora del Título IV de los Cánones y sirve en el Comité Ejecutivo del Proyecto de St. Luke//St. Margaret en Allston/Brighton MA. Ema es la Representante de Justicia Social para la Junta Nacional de Mujeres Episcopales (2018-2022) y forma parte del Grupo Asesor de los Oficiales del Obispo Primado para la Implementación de la Comunidad Amada (2019-2021).

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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