Sermones que Iluminan

Pentecostés 2 (C) – 22 de junio de 2025

June 22, 2025

LCR: Isaías 65:1–9; Salmo 22:18–27 LOC; Gálatas 3:23–29; San Lucas 8:26–39.

Amados hermanos y hermanas, abramos nuestra mente y dispongamos nuestro corazón para dejarnos llenar de la Palabra del Señor que en este segundo domingo del tiempo después de Pentecostés nos invita de una manera muy especial a mantener nuestro compromiso de construir comunidad con todo lo que ello implica: amor, comprensión, acogida y solidaridad con los demás.

Este domingo la liturgia nos presenta en la primera lectura y en el Evangelio dos pasajes un poco contrastantes. En la primera Lectura, tomada del Trito-Isaías, el profeta pone en boca de Dios la descripción del comportamiento de su pueblo; un pueblo que ha pasado por múltiples situaciones, la última de todas el exilio en Babilonia, pero con un final feliz: ha regresado de nuevo a su tierra gracias a que el Dios de sus padres nunca los abandonó; sin embargo, en sus actitudes y comportamientos, no demuestran absolutamente ningún sentido de gratitud con su Dios ni un cambio de vida que haga que otros pueblos vean en ellos una fe genuina, reflejada en sus acciones.

El Señor mismo denuncia pues, la obstinación de su pueblo, no sólo porque no lo busca, sino porque de continuo lo ha rechazado desviándose en prácticas paganas. Estos versículos evocan el problema de los cultos paganos que florecieron en Israel y que, aún después del exilio, tuvieron que ser combatidos. La alusión a los que se sientan en las tumbas o andan entre sepulcros es una forma de denunciar a los que consultaban a los muertos, una antiquísima práctica que se dio también en Israel (cfr. 1 Sm 28: 3-24) y cuya práctica era prohibida por la ley de Moisés (Dt 18:9-14).

A pesar de todo, el pasaje que escuchamos termina con unas palabras esperanzadoras. El Señor se encargará de la situación y siempre habrá esperanza de salvación para los pocos que han confiado y siguen confiando en Él. Este final es muy recurrente en todos los oráculos proféticos contra el pueblo: Dios castigará, pero también tendrá compasión de su pueblo.

Por su parte, el pasaje de san Lucas que escuchamos hoy, del endemoniado de Gerasa, es un relato que nos presentan los tres evangelios sinópticos (Mc 5:1-20; Mt 8: 28-34), y que en el contexto donde lo ubica Lucas, nos ofrece una riqueza teológica y pastoral enormes. Si hacemos el ejercicio de comprensión del texto, a la luz del proyecto de vida de Jesús que nos describió el mismo Lucas en el capítulo 4, seguramente vamos a lograr obtener una mayor riqueza para nuestra vida y nuestra comunidad. El proyecto de Jesús, que tiene como telón de fondo las palabras de Isaías, nos dice: “El Espíritu del Señor está sobre mí; porque él me ha ungido para que dé la Buena Noticia a los pobres; me ha enviado a anunciar la libertad a los cautivos y la vista a los ciegos, para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año de gracia del Señor”.

Cinco líneas de acción podemos visualizar en el plan de vida de Jesús: 1) dar la Buena Noticia a los pobres; 2) anunciar la libertad a los cautivos; 3) devolver la vista a los ciegos; 4) poner en libertad a los oprimidos; y 5) proclamar el año de gracia del Señor. He aquí, entonces, la clave para entender cualquier palabra, gesto y acción de Jesús a lo largo de todo el Evangelio de Lucas. De acuerdo con esto, podemos hacer todas las preguntas que queramos al texto que escuchamos hoy. ¿Dónde se encuentra Jesús? ¿A quién encuentra Jesús? ¿Cuál es la situación que enfrenta? ¿Cómo la enfrenta? ¿Cómo reacciona el destinatario de la palabra y la acción de Jesús? ¿Cómo se concreta aquí el proyecto de vida de Jesús? ¿Cuál es la situación final después de la acción de Jesús? En fin, cada uno podrá seguir interrogando al texto siempre a la luz de la intencionalidad salvífica de Jesús.

Jesús pues, se halla en pleno ejercicio de su ministerio que, por encima de todo, es salvífico y liberador de acuerdo con su opción de vida. El evangelista ubica a Jesús fuera de las fronteras de Israel, se halla “frente a Galilea”, es decir, está en territorio gentil; deliberadamente ha querido “atravesar” la frontera como un gesto de que su misión no puede circunscribirse únicamente a los estrechos límites de Israel; con esto ya está demostrando Jesús que su Evangelio, su Buena Noticia, es para todos los hijos e hijas de Dios.

Las condiciones de vida del endemoniado son extremadamente deplorables, inhumanas: vive fuera de la ciudad, entre las tumbas, anda desnudo; la situación de “poseso” lo mantiene en estado de alienación, de demencia; finalmente, nos dice el evangelista, el demonio lo empujaba a lugares despoblados, es decir, al desierto. Evidentemente el relato está lleno de imágenes cargadas de un rico simbolismo; no es necesario detenernos a pensar si efectivamente la situación pudo ser histórica o no; de hecho, podemos aplicar la extrema situación de este hombre a tantos hermanos que por múltiples razones viven en el aislamiento, sin una casa, sin pertenencias, sin una identidad, sin una familia, sin ninguna conexión con el resto de la sociedad. Pues bien, esa situación ya era vivida por tantas personas a la época de Jesús tanto dentro como fuera de Israel.

A estas situaciones extremas llega Jesús y delante de ellas ejerce su misión salvífica. La misión de Jesús es por encima de todo salvar. Con esta descripción de Lucas tenemos que abandonar la creencia de que la Buena Nueva de Jesús, la salvación que ofrece, es para el final de nuestra vida, en el más allá; no, la salvación que Jesús ofrece es para ya, para superar condiciones de anti-vida y convertirlas en vida, para transformar condiciones inhumanas en humanas.

Así como vimos los extremos inhumanos en que se hallaba el hombre, veamos ahora los contrarios, es decir, los extremos humanizados por la palabra y la acción acogedora de Jesús: ahora el hombre ya está ubicado dentro de la ciudad, ya no vive más entre las tumbas, Jesús mismo lo envía a su casa, ya no está desnudo, sino vestido y, finalmente, ha cesado la demencia y ahora está en sano juicio; se siente tan bien delante de Jesús que le pide que le permita seguirlo. Y lo mejor de todo: ese hombre se ha convertido en mensajero de Jesús en la ciudad donde vive ahora. ¿Tenemos idea siquiera de lo que implica para nosotros, como seguidores de Jesús, vivir su ejemplo? ¿Están nuestras tareas y actividades pastorales orientadas a ese rescate de tantos hermanos y hermanas que se pueden comparar con este hombre del evangelio? ¿Hemos logrado captar hoy el alcance que tiene para nosotros ser cristianos, anunciadores de la Buena Nueva de Jesús?

Que sea el mismo Jesús el que nos dé la fuerza y las habilidades necesarias para hacer vida, en nuestra comunidad, de su mensaje liberador y salvador. Amén. 

El Rvdo. Gonzalo Rendón es clérigo de la Iglesia Episcopal de Colombia y es docente universitario. Presta sus servicios en la Parroquia de San Pedro y San Pablo en Bucaramanga, y es profesor del Centro de Estudios Teológicos (CET) de la Diócesis de Colombia.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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