Sermones que Iluminan

Presentación del Señor – 2012

February 03, 2012


La fiesta de la Presentación de Jesús en el templo tuvo su origen en Jerusalén, donde existen testimonios que remontan esta costumbre al silgo IV. Al pasar a Occidente en la segunda mitad del siglo VI, se celebraba, como sigue siendo todavía hoy, cuarenta días después de la Natividad del Señor, o sea, el 2 de febrero.

Más tarde, hacia el año 750, en las Galias tomó el nombre de “Purificación de la Virgen maría”, nombre que conservó hasta 1969. En Roma, donde la misa tenía lugar al alba, a la misa le precedía una procesión en la que todos llevaban un cirio; de ahí el nombre popular de “la Candelaria”. Esa fecha marcaba el final del ciclo navideño y se retiraban los belenes de los templos y de las casas. En México existen infinidad de poblaciones donde se celebra esta festividad. La más famosa de todas es la de San Juan de los Lagos. En muchos lugares, el pueblo realiza en este día el levantamiento del niño, y canta los últimos villancicos.

Con su denominación actual de “Presentación en el templo”, recobró su orientación inicial de celebración vinculada al misterio de la encarnación del Hijo de Dios. Así que hoy día el ciclo navideño concluye con el primer domingo después de la Epifanía. Sin embargo, el peso de la tradición religiosa popular hace se sigan observando las costumbres mencionadas.

Desde su nacimiento, Jesús es el mensajero de la Buena Noticia, de la salvación anunciada en repetidas ocasiones por los profetas, enviados a preparar los corazones para su venida. El Hijo de Dios queso ser totalmente solidario con nosotros, sometiéndose a la ley y a todas las limitaciones de la vida humana.

Hoy es presentado en el templo por sus padres, de acuerdo con las prescripciones de la ley (Éxodo 13, 1-2.15). Pero, en realidad, es el último mensajero de Dios que viene a su Templo, como reconoce proféticamente el anciano Simeón, representante de todos “los justos que esperaban la liberación de Israel” (Lucas 2, 25). En el Espíritu Santo, discierne que este niño, aparentemente igual que todos los demás, es aquel a quien anunciaron los profetas y que ahora “es luz para iluminar a todos los pueblos” (Lucas 2, 31-32).

“El padre y la madre estaban admirados de lo que decía acerca del niño…está colocado de modo que todos en Israel o caigan o se levante, será signo de contradicción y así se manifestarán claramente los pensamientos de todos” (Lucas 2, 334-35). En estás líneas queda resumida toda la vida de los padres, especialmente de María, que veremos sufrir las vicisitudes de su hijo hasta el mismo Calvario.

Pasó por las diversas etapas del crecimiento humano, bajo la autoridad de sus padres, educado por ellos en la sabiduría y la gracia de Dios que lo acompañaban. El mismo Lucas nos dice brevemente que el niño, en Nazaret, crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y el favor de Dios lo acompañaba (Lucas 2, 40).

Jesús pronto empezó a mostrar que el favor de Dios estaba con él en su enseñanza y en su vida profética. Entraba en las sinagogas a enseñar (Mc1:21). Recorría las aldeas enseñando (Marcos 6:6). Enseñaba en el templo (Marcos12:35). Enseñaba una doctrina nueva “con autoridad” (Marcos 1:22). La gente decía: “Es una enseñanza nueva. Hasta a los espíritus inmundos les da órdenes y le obedecen” (Marcos 1:27).

Conoció en su propia carne las pruebas de la condición humana (Hebreos 2,14), incluida la muerte. Dios verdadero y hombre verdadero, es el sumo sacerdote que libera, con su ejemplo, a los seres humanos del pecado y se compadece de sus sufrimientos, cuya dureza experimentó.

Así, paso a paso, vemos a Jesús en los evangelios dándonos ejemplo de vida en todo. No podía ser de otra manera, si había venido a liberarnos de nuestras esclavitudes era apropiado que nos diera ejemplo. Y nos los dio en extremo. Vivió en extremada pobreza, desprendido de todo, ayudando a todos en todo momento, colocándose del lado del humilde, del perseguido y despreciado. Fue perseguido y criticado. Conoció el escarnio y la traición de sus amigos más íntimos, y finalmente, murió inocentemente en un suplicio reservado para los mayores criminales. ¡Qué mayor ejemplo se puede dar!

Después de él han seguido sus pasos miles y miles de personas, hombres y mujeres, de toda condición que se han enamorado de su persona y del ejemplo que nos dio. Son esos que llamamos santos.

Él que es la luz del mundo, no se impone a nadie. Cada cual tiene personalmente la posibilidad y la responsabilidad de acogerlo o de rechazarlo. Esa fue, también, su manera de actuar aquí en la tierra. No imponía, no exigía, solamente demostraba amor.

Nos toca a cada uno de nosotros el decir si seguimos sus pasos o no. Si seguimos su vida de santidad, conscientes de que nos espera otra mucho más valedera y preciosa en la otra vida.

Tenemos que admirar y aplaudir la costumbre de tantos hispanos de presentar a sus niños en el templo imitando el ejemplo de Jesús. Así, desde los primeros días del nacimiento ya consagran a sus niños. Luego, los bautizan y ojalá que sigan imitando el resto de la vida de Jesús. Porque, en muchos otros casos, se alejan del templo y no regresan hasta que llega la hora de recibir otros sacramentos como si fuera una costumbre social, más que religiosa.

El consagrarnos a Dios implica mucho más que la práctica de costumbre religiosas. Implica entregarnos a Dios con todo nuestro ser, alma y corazón. Imitemos a Jesús que nos dio ejemplo en todo, desde su nacimiento hasta la muerte en la cruz.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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