Sermones que Iluminan

Propio 22 (C) – 2019

October 06, 2019


Uno de los grandes retos en la vida es tener que afrontar la condición actual del mundo y, a la vez, entender que esa visión dista mucho de la que se espera “debería ser.”

La situación del mundo actual es alarmante: millones de personas viven sumidas en la pobreza; una minoría sigue acaparando los recursos y la riqueza; el medio ambiente se ve sometido al abuso y la explotación; grupos extremistas y de ideologías supremacistas representan un alto riesgo a la posibilidad de una convivencia pacífica, entre otras realidades. Es difícil ver injusticia y violencia a nuestro alrededor y sostener, en medio de ello, la creencia de que Dios es un Dios de justicia, paz y amor. Sin embargo, y a pesar de todo eso, lo que vivimos nos puede mover a la construcción de un mundo inclusivo, amoroso y respetuoso de la dignidad humana, en otras palabras, a esforzarnos en hacer de nuestro mundo un mejor lugar. 

El pasaje de las escrituras hebreas, señalado para hoy, enfatiza la importancia de tener una visión clara de la vida y de nuestra relación con Dios. El profeta Habacuc se queja ante Dios por la cantidad de violencia, abuso y destrucción que ve en su país; el pueblo se halla paralizado por el conflicto interno; la obediencia a la ley era muy débil y la justicia no prevalecía para nadie. Habacuc dice: “Estoy rodeado de violencia y destrucción; por todas partes hay pleitos y luchas. No se aplica la ley, se pisotea el derecho, el malo persigue al bueno y se tuerce la justicia.” Y, luego echa la culpa a Dios, acusándolo: “Señor, ¿hasta cuándo gritaré pidiendo ayuda sin que tú me escuches? ¿Hasta cuándo clamaré a causa de la violencia sin que vengas a librarnos?”.

Cada vez que decimos: “este mundo está metido problemas ¿por qué Dios no hace nada?” debemos preguntarnos si tal vez Dios, a su vez, esté diciéndonos: “este mundo está metido en problemas ¿por qué no haces nada?”. Es posiblemente lo que Dios dice al profeta cuando leemos: «Escribe en tablas de barro lo que te voy a mostrar, de modo que pueda leerse de corrido… Escribe que los malvados son orgullosos, pero los justos vivirán por su fidelidad a Dios.» Esa es la visión que Dios quiere que nosotros escribamos en las tablas de nuestra vida con letras grandes, de modo que puedan leerse de corrido, para que todo el mundo vea que nuestra vida está enraizada en hacer la justicia de Dios con fidelidad. Y ¿cómo lograrlo?

La lectura del evangelio nos dice que con la fe del tamaño de una semilla de mostaza seremos capaces de mover montañas. Los héroes y heroínas de la historia cristiana, han sabido con certeza, en lo profundo de sus corazones, que el sueño de Dios es algo que de verdad puede suceder en cada tiempo. Y está tomando forma ahora mismo, está sucediendo aquí, está creciendo en nuestro corazón, en nuestra alma. Cuando el reino de Dios está en nosotros, nuestro llamado se transforma en compromiso, en acción. Es así como por la fe movemos las montañas necesarias para que ese reino de paz y justicia sea una realidad aquí y ahora.

Es así, como la fe, además de ser un reto profundamente espiritual, se convierte en un reto político. Pues no podemos asumir, dentro de nuestro corazón, de manera meramente espiritual, un entendimiento de Dios como un ser de justicia y paz, sin procurar los cambios que concreten esa misma justicia y paz en las vidas de quienes viven opresión y abuso por las condiciones humanas del presente. Es decir, la fe también es anunciar y actuar para que la justicia de Dios se haga una realidad en nuestro tiempo.

Dios no está buscando profetas que esperen pasivamente que las cosas cambien por sí mismas, seguidores que no pongan en práctica su fe a través de obras de paz y amor, discípulos que no hagan nada para atraer al mundo la justicia. Debemos tener presente que, por nuestra fe, somos llamados a ser termómetros que miden la temperatura y termostatos que la regula. Ese es nuestro llamado. Dios está buscando hombres y mujeres que puedan transformar los escenarios de injusticia por un mundo que viva la justicia según el modelo del Evangelio.

Y ¿nuestra recompensa por mover tantas montañas? “cuando ya hayan cumplido todo lo que Dios les manda, deberán decir: “Somos servidores inútiles, porque no hemos hecho más que cumplir con nuestra obligación.” Así lo enseña Jesús en el evangelio de Lucas. Y es que nada bueno sucede en este mundo sin quienes han tenido el coraje para ponerse en pie y permanecer firmes en su fe, donando con gratuidad sus propias vidas en lugar de ceder ante las dificultades que se interponen en el ejercicio de la vocación.

Y así debe ser en todos los ámbitos de la vida. Sin un objetivo, un sentido, una causa, no se realizarían las necesarias transformaciones: los padres tienen una visión de futuro para sus hijos, todo buen ciudadano tienen una visión de comunidad, todo buen líder religioso, profesional, artístico, científico, educador, político persigue una noble causa con la que construye un mundo mejor. Como dice en el libro de proverbios, en el capítulo 29, versículo 18: “Donde no hay dirección divina, no hay orden; ¡feliz el pueblo que cumple la ley de Dios!.”

Que hoy nuestra oración sea un clamor a Dios pidiendo nos ayude a discernir su misión en nuestra Iglesia, de tal forma, que nos pongamos en la tarea de invertir nuestras energías en la realización del reino de justicia donde todos son aceptados y amados. ¿Estamos dispuestos a ser instrumento de transformación en el mundo para lograr que la raza humana se convierta en la familia humana?

Complejos son los problemas del mundo que nos pueden desanimar, pero fortalecidos con la fe, moveremos esas montañas que parecen imposibles. No olvidemos que somos esos siervos que Dios llama para hacer lo que debemos hacer. Amén.

El Rvdo. Abel López es Rector en Episcopal Church of the Messiah – Santa Ana, CA.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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