Sermones que Iluminan

Propio 24 (C) – 2013

October 21, 2013


Guardemos un momento de silencio y tomemos conciencia de la presencia de Dios con todos nosotros y en nosotros.

Oremos,

Oh Santo Dios, Espíritu de la rectitud,
Tú que mitigas tus juicios con la misericordia,
ayúdanos a vivir el pacto que has escrito en nuestros corazones
para que cuando Cristo regrese seamos encontrados propicios
para ser recibidos por tu gracia en tu presencia.  Amén.

Jesús constantemente nos dice que el reino de Dios está en nosotros. De hecho, nunca estamos separados del Reino. Todo aquello que existe en el Reino – el amor de Dios, la paz, la justicia, la gracia y el gozo – también habita en ustedes y en mí. ¡Qué interesante! ¿No es así? Cuando uno piensa en realizar algo amoroso y justo, uno inmediatamente siente en el corazón lo que significa ser amoroso y justo. ¿No les ha pasado a ustedes que cuando pensamos en aquellos que amamos inmediatamente sentimos amor por ellos? Esa misma destreza es la que requerimos cuando deseamos sentir el amor de Dios y queremos también experienciar nuestro amor por Él. En este momento ustedes podrían ser conscientes de ese amor. De hecho, sería muy bueno mirarnos los unos a los otros – pero mirándonos a los ojos con bondad – y compartir esa bondad a través de la mirada. Inténtenlo, no teman … ¡Qué lindo es darse la bienvenida los unos a los otros de esta manera!

Pues bien, ¿en alguna ocasión ustedes han dicho o han escuchado decir “lo que Dios quiere realmente es que seamos buenas personas”? De hecho, la mayoría de los cristianos piensa que el propósito de la fe cristiana es controlar nuestros comportamientos. En realidad, ésta es tan sólo una de las varias maneras de entender lo que Dios quiere de nosotros. Por esto, el día de hoy quiero que abordemos este asunto de manera diferente. ¿Sabían ustedes que en ningún lugar de los evangelios Jesús nos pide que seamos personas bien comportadas? Es verdad, Jesús no nos dice que portarse bien sea lo más importante para Dios. Por favor, no se asusten con lo que estoy diciendo; y no piensen que el propósito de esta reflexión es invitarles a hacer lo que les plazca y no prestar atención a sus comportamientos diarios. Todo lo contrario, el día de hoy quiero que hagamos una reflexión más profunda acerca del mensaje de Jesús. O sea, para entender a Jesús es importante que prestemos atención a sus prioridades, a aquello que es verdaderamente importante para él. En otras palabras, lo que Jesús quiere es que conozcamos e imitemos lo que Él ha venido a hacer en el nombre de Dios. Ser fiel a Dios no significa, pues, tan sólo portarse bien; sino ante todo saber entender y seguir la voluntad de Dios.

¿Qué es lo que Jesús hizo? El vino a predicarnos el reino de Dios. Constantemente escuchamos en los evangelios, “el tiempo ya ha llegado, y el reino de Dios está cerca; arrepiéntanse de sus pecados y crean en las buenas noticias”. La lectura del profeta Jeremías nos habla de que Dios desea establecer una “nueva alianza”. La predicación de Jesús sobre el reino de Dios es esa nueva alianza. Entonces la expectativa de Dios hacia nosotros es de ajustar nuestra vida mostrando que verdaderamente Dios reina en nuestros corazones. Con esto podemos decir que el buen comportamiento es una consecuencia de algo más profundo la opción por hacer presente que Dios reina en mi corazón.

Demos un paso más escuchando de Jesús mismo cómo es que este Reino nuevo habrá de ser. En el evangelio de Lucas Jesús lee el pasaje del profeta Isaías y dice: “Yo he venido para traer las buenas nuevas a los pobres, a proclamar la libertad a los cautivos, y anunciar la liberación a los oprimidos”. ¿Qué es lo que significa para cada uno de nosotros escuchar estas “buenas nuevas”? De hecho, ¿qué clase de buenas noticias son estas? ¿Qué es lo que verdaderamente significa ser libre?

Son muchas las cosas que nos condicionan en la vida, bien sabemos esto. Y lo que Dios verdaderamente quiere es que vivamos una vida auténtica, honesta y plena usando de nuestra libertad y nuestra conciencia de forma tal que esto nos ayude a reconocer su presencia en el mundo. La vida del Reino es una realidad espiritual que ya está en nosotros. Habitar en el reino de Dios, más que un lugar externo, es una manera de ser. Ahí estamos en esa relación profunda con Dios, tomando consciencia de su constante presencia. O sea, ser libre es una de las realidades del reino de Dios. Imagínate, ¿cuál es la diferencia que hace en tu vida el hecho de sentirte libre? Libre de problemas … Libre de los sufrimientos … Libre del pecado – sean estos los propios o los ajenos … A esto es a lo que llamamos experimentar la gracia de Dios – amor incondicional, perdón y aceptación de Dios. Esta relación mutua significa que en algunos casos no solamente estamos en la necesidad de ser perdonados por Dios, sino también estamos llamados a perdonar a Dios; o sea, en aceptar a Dios como Él es, en amar a Dios como es. Lo mutuo significa no sólo recibir, sino también dar. ¿Les parece extraño escuchar que nosotros también debamos perdonar a Dios? Si piensan bien, todos pasamos por momentos en que le pedimos a Dios algo y aquello que pedimos no sucede; esto nos genera resentimientos contra Él, y la mejor manera para superar el resentimiento es reconciliándonos. Es decir, perdonándonos los unos a los otros para darnos una nueva oportunidad a crecer juntos.

Cuando iniciamos este momento de reflexión y nos hacíamos conscientes de la presencia amorosa de Dios en nosotros y a nuestro alrededor, posiblemente en ese momento nos llegamos a sentir especialmente libres. Nos sentimos más ligeros y con menos molestias en la vida. Quizás, eso aún continúa en este momento, pues siempre que nos hacemos conscientes de la presencia de Dios, nos estamos haciendo conscientes también de la presencia del reino de Dios en nosotros y eso nos hace descubrir nuestra libertad en Cristo. Es como si nos haya sido dada una vida nueva o, quizás, estamos tan tranquilos que nos sentimos ¡como si un demonio se haya salido de nosotros! En ocasiones nos sentimos tan ansiosos en nuestras vidas que pareciera que estamos poseídos, ¿a poco no? Es como si nos invadiera algo que no es la presencia de Dios.

Les ofrezco esta historia, en una ocasión un joven y el catequista discutían sobre lo que significa ser confirmado en la iglesia. Aquel joven describía cómo es que sus padres le estaban obligando a hacerlo, pero él no quería ser parte de la iglesia. Para él esto era algo inútil. El profesor entonces le dijo, “la confirmación no es acerca de hacer un compromiso con la iglesia o con el hecho de hacerte un miembro de ella; esto es acerca de conscientemente unir tus manos con las de Jesús y caminar en tu vida con Él. Esta debe ser tu propia opción”. El joven, considerando bien lo dicho, se sentó por un momento y finalmente dijo, “está bien, si esto es solamente sobre lo que me dices, ¡entonces quiero hacerlo!”

Conforme Jesús camina proclamando su mensaje – las buenas nuevas del reino de Dios – Él nos está ofreciendo la mano de Dios y diciéndonos a todos – y cada una de las personas que encuentra – que Dios quiere conocerte, hacerte libre, y ofrecerte expresiones poderosas de su gracia. Como bautizados, cada uno de nosotros nos unimos a Jesús para proclamar “que con esto tenemos el derecho de ser llamados hijos e hijas de Dios”. Vivir en el reino de Dios, pues, es tomar de la mano a Jesús y hacer público nuestro compromiso con Él. Con esto le estamos diciendo al mundo con nuestras vidas, “lo que Dios verdaderamente desea es desarrollar una amistad conmigo … y también quiere tener una amistad contigo”. Roguemos al Señor que nos conceda reconocer los signos de su Reino – la paz, la justicia, la gracia y el amor entre nosotros- y nos asista en la proclamación de su Reino al mundo.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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