Sermones que Iluminan

Propio 25 (C) – 2010

October 24, 2010

Preparado por el Rvdo. Abel López

Eclesiástico 35:12-17; Salmo 84:1-6; 2 Timoteo 4:6-8, 16-18; Lucas 18:9-14

Un donante anónimo decidió donar una gran suma de dinero a una iglesia, pero pensó que la cantidad era muy grande para enviarla toda de una vez. Por lo tanto decidió enviar el dinero dividiéndolo en porciones y con una nota que decía: “Seguirá llegando más”. Pasaron algunos días y el pastor recibió otro sobre que contenía la misma cantidad de dinero y con el mismo mensaje: “Seguirá llegando más”. Con la misma regularidad, llegó un tercer, cuarto y quinto sobre y así sucesivamente hasta que la suma de dinero fue recibida completamente. Cada uno de los sobres contenía esa nota de esperanza: “Seguirá llegando más”.

Hermanos y hermanas, la gracia que recibimos de Dios siempre viene con esa misma  esperanza de que “seguirá llegando más”. “La gracia” es ese regalo espontáneo de amor incondicional de Dios por nosotros no sólo en este momento, sino cada día. Por la gracia podemos participar en la mismísima vida de Dios que no es  más que un derrame de amor inagotable hacia todo ser humano y nuestra creación. Dios es un Dios de misericordia y de perdón, es un Dios compasivo que busca restaurarnos a su amor.

Es precisamente eso lo que sucede en la parábola que Jesús nos cuenta en el evangelio de hoy. El cobrador de impuestos, una persona aborrecida por muchos, se acerca a Dios con un corazón contrito y suplicando, a golpes en el pecho, el perdón y la misericordia de Dios. Jesús concluye que éste se va a casa justificado ante Dios. La gracia de Dios no es solamente para unos, sino para todos. Las Escrituras nos dicen que Dios hace salir el sol tanto para los buenos como para los malos. La gracia es también un don de Dios que recibimos aún cuando no lo merecemos y Dios nos asegura que “seguirá llegando más”.

El peligro, al escuchar esta parábola, es creernos que trata únicamente de una lección sobre la humildad. Es decir, un llamado de Jesús a que no seamos orgullosos como el fariseo, sino más bien que imitemos la humildad del cobrador de impuestos. Esta parábola expresa explícitamente la naturaleza de la gracia de Dios. Depender cien por cien de la gracia de Dios es admitir que no hay nada que uno pueda hacer que impresione a Dios o que uno pueda ganarse el favor de Dios.

Evidentemente, esta historia nos hace un llamado a ser humildes, pero también la historia nos revela un gran aspecto de Dios y de su manera actuar hacia nosotros. Este otro mensaje, no podemos ignorarlo porque estaríamos convirtiendo una parábola sobre la gracia abundante e incondicional de Dios en una historia sobre la humildad o cómo ganarnos su perdón y su misericordia.

Para aclarar esto, sería oportuno traer a nuestra reflexión dos maneras de ver el mundo, la vida y toda la creación. Una es, la tendencia a ver un mundo de escasez y la otra la de ver un mundo de abundancia.

Cuando tendemos a ver el mundo desde un punto de vista de escasez corremos el riesgo de competir por sus recursos. El miedo, o la creencia de que no hay suficiente para todos, muchas veces hace que nos convirtamos en personas egoístas que solamente buscan el bienestar propio. Casi siempre esto sucede a expensas de otros, a quienes sacrificamos en afán de lograr nuestros intereses egoístas. En muchas ocasiones, y con respecto a Dios, corremos el riesgo, al igual que el fariseo de la parábola, de creernos mejores que otros y pensamos que el amor, el perdón y la misericordia de Dios no alcanzan a todos, o que están reservados sólo para algunos. Esta era la forma de ver el mundo del fariseo. Alguien que en su mentalidad de escasez  podía verse restaurado ante Dios, pero no podía imaginar la abundancia del amor de Dios como capaz de alcanzar al cobrador de impuestos.

Por otro lado, cuando vemos  el mundo y la vida con un sentido de abundancia, tenemos la tendencia natural a compartir y a colaborar. Pensamos que este mundo que Dios creó tiene suficiente recursos para todos y que nuestro llamado es a administrar esos recursos. Tenemos también la tendencia a crear comunidad, relaciones y, sobre todo, aprendemos que el amor, el perdón y la misericordia de Dios son tan abundantes que alcanzan para todos, aun cuando creamos que somos lo peor de lo peor. Es esa generalmente la altitud del humilde y sincero de corazón. Venimos a Dios confiados de que seremos restablecidos en nuestra relación con Dios y con otros seres humanos porque la abundancia de la gracia y el amor de Dios son una realidad accesible a todos.

Queridos en la fe, la gracia de Dios es abundante y cuando llega, siempre viene con una nota de que “seguirá llegando más”. Porque por medio de esa gracia inmerecida, Dios es capaz de hacer en este mismo momento que recibamos una nueva vida y una nueva esperanza. El amor y la gracia de Dios son una energía divina con la cual Dios va más allá de nuestras heridas, temores o sufrimientos; más allá de nuestras inseguridades, resentimientos o adicciones. Y el modo en que Dios hace todas estas cosas nuevas es haciéndonos nuevos a nosotros, dándonos la oportunidad de comenzar de nuevo y experimentar la vida nueva a cada momento y así poder crear con Dios un nuevo cielo y una nueva tierra.

¡Qué apropiado para nosotros el reflexionar durante este tiempo sobre la abundancia y la escasez!  A todo lo largo de este país muchas congregaciones comienzan a preocuparse por recaudar suficientes fondos para los programas y ministerios del próximo año, para mantener las puertas de la iglesia abiertas y continuar nuestra misión en el mundo. Estos son tiempos difíciles que nos han impactado a todos, incluyendo a la Iglesia. Ya sean tiempos buenos o tiempos difíciles, el reto para nosotros individualmente y como iglesia sigue siendo el mismo. Es nuestra la opción de cómo enfrentar los tiempos. Podemos enfrentarlos con una mentalidad de escasez o con una mentalidad de abundancia.

Nuestro llamado es a creer en la abundancia de Dios que derrama constantemente su gracia sobre todos nosotros. Cuando ofrecemos nuestros dones, tiempo y dinero al servicio de Dios y de su pueblo, estamos imitando a Dios y asegurando que seguirá llegando más: más de nuestro tiempo para los ministerios de la Iglesia; más de nuestros talentos para el servicio de edificarnos unos a otros; más de nuestro dinero para continuar haciendo que nuestra iglesia sea un lugar donde más y más personas lleguen en la búsqueda de esa gracia abundante de Dios. Porque la promesa de Dios es que “seguirá llegando más”.


— El Rvdo. Abel López es el sacerdote a cargo de la misa bilingüe de la Iglesia All Saints, Pasadena, California. Abel está a cargo de los programas de educación de adultos; proceso de discernimiento para órdenes sagradas; entrenamiento multicultural y es el sacerdote a cargo de los ministerios de la vida parroquial.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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