Sermones que Iluminan

Quinto Domingo de Pascua (C) 2007

May 06, 2007

Hechos 13, 44-52
Salmo 145
Apocalipsis 19,1,4-9
Evangelio según San Juan 13, 31-35

El tema predominante de la liturgia de hoy es la unidad de la Iglesia en el amor. Las lecturas del domingo pasado nos alentaban a escuchar el llamado de Dios y a participar con un Cristo resucitado. Las de hoy nos invitan a buscar la unidad perfecta dada por el amor.

Amar no es el problema, pues todas las personas aman de una u otra manera. La misma palabra de Dios lo afirma: “Si ustedes aman solamente a quienes los aman, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los pecadores se portan así” (Lc.32, 6). Jesús enseña una nueva forma de amar. Ofrece un mandamiento nuevo: Que nos amemos los unos a los otros de una manera especial.

Alguien podría decir que ese mandamiento ya lo sabía. En eso estamos de acuerdo; pero la palabra de Dios no termina ahí, sigue diciendo: “Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse los unos a los otros”. Es aquí donde radica lo nuevo de este mensaje, el amarnos como Jesús nos amó. Veamos algunas de las características de la nueva forma de amar si en realidad queremos alcanzar la unidad y ser llamados hijos de Dios y discípulos del Señor. Jesús nos mostró su amor de esta manera:

Un amor humilde, obediente, sencillo, bondadoso, alegre, honrado, dedicado, disciplinado, entregado. Un amor lleno de fe, de esperanza, que lo soporta todo y que lo lleva a uno hasta la muerte. Si todas estas características no nos parecen nuevas, escuchemos la última: entregó ese amor incluso a quienes no le amaban y a los que le odiaban, a los que no pensaban como él, a los que hablaban diferente, a los que no creían en el Dios que les mostraba; a los que le habían hecho daño, a los que le habían lastimado el corazón, a quienes le habían golpeado y torturado. Si esto fuera poco, Jesús mostró su amor de una manera única a quienes le quitaron la vida. Cristo Jesús nos llama a ofrecer ese mismo amor a todos, y especialmente a los hermanos de su Iglesia, para que todos sepan que somos uno y que somos sus discípulos. “La señal por la que conocerán que sois discípulos míos, será que os amáis unos a otros” (Jn. 13,33).

Aquí podríamos recordar las palabras de esa bella canción: “Cristo te necesita para amar”. Amar a todos sin fijarse en en las razas ni el color de la piel. Amar a la vecino y al que vive lejos. Amar al que habla otra lengua y al que piensa distinto. Amar al amigo de siempre y al que no nos saluda. Al que sufre y al triste démosle amor. Al humilde y al pobre désmosle amor. ¡Cristo nos necesita para amar!

¡Qué hermosa es la gloria de Dios! ¡Más hermosa aún cuando los hijos de Dios la mostramos! Normalmente, los humanos estamos orgullosos de nuestros logros en la vida. Nos sentimos bien, estamos contentos y satisfechos. Mas quienes han tenido la dicha de ser padres de familia, sienten que cuando uno de sus hijos refleja sus esperanzas, los padres se encuentran en el colmo de la felicidad. De la misma manera, la gloria de Dios se mostró en su Hijo Jesucristo. Nosotros también debemos manifestar la gloria de Dios a todos los hermanos, para que la unidad sea completa. Amén.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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