Estudio Bíblico

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Estudio Bíblico: Pascua 2 (B) – 2015

April 12, 2015


Hechos 4:32-35

Para el autor de los Hechos de los Apóstoles, la Semana Santa y el Triduo (los tres días entre el Jueves Santo y el día de Pascua) no son hechos aislados. Para él, la muerte, sepultura, resurrección y ascensión de Jesús tienen implicaciones cósmicas para la comunidad bautizada que el Señor deja atrás. Una comunidad que rechaza las prácticas de propiedad privada (versículo 32), da testimonio de la resurrección de Jesús (versículo 33) y elimina la pobreza entre ellos (versículos 34-35).

Las obras de esta primera comunidad de Jesús muestran que tenían un interés personal en incorporar las realidades divinas que habían tenido lugar recientemente en y alrededor de Jerusalén. “Con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús” (versículo 33) no era algo que los primeros discípulos hicieron solo de palabra. De hecho, recordaron que la resurrección de Jesús marca el comienzo de una nueva sociedad, en la que la reciprocidad y la generosidad, no el egoísmo y la codicia, son normativas.

La lectura de este pasaje puede conducirnos a ver visiones de proyectos utópicos fallidos. Pero en lugar de dejarnos engañar exaltando el ingenio humano, este pasaje nos invita a centrarnos en la creatividad del Espíritu Santo, el agente conductor del caos, la conversión y la comunidad. No hay nada en el cosmos que pudiera convocar a un grupo tan dispar de personas a no ser Dios, el Espíritu Santo. Nada más que el Espíritu Santo podría mantener a personas de diferentes lenguas, etnias, tradiciones culturales y mundos mitológicos en un solo cuerpo: el cuerpo de Cristo. Lo cual conduce a los cristianos contemporáneos a una conversación con un Dios que está profundamente interesado en el cultivo de culturas centradas en la vida reparadora de Cristo.

  • ¿De qué manera su comunidad de culto encarna el espíritu de la iglesia del capítulo 4 de los Hechos de los Apóstoles?

Salmo 133

Es difícil creer que la iglesia del capítulo 4 de los Hechos de los Apóstoles pudiera haber recitado este salmo sin pensar en su propia unidad; cómo las diferentes imágenes que aparecen son atisbos de la alegría de la camaradería sentida en medio de una asamblea orante. “Es como ungüento exquisito en la cabeza, que desciende por la barba, la barba de Aarón, y baja hasta el cuello de su vestimenta” (versículos 2-3). Y mientras esas imágenes sin duda eran familiares a la gente de origen judío del primer siglo, vale la pena que el lector moderno construya imágenes equivalentes contemporáneas a las del salmista. La unidad es como una ducha caliente después de un largo día de trabajo en el jardín. La unidad es como una conversación íntima con un amigo familiar. La unidad es como ver a un niño comer su primera porción de helado de chocolate menta.

Este salmo desafía a la iglesia de nuestro tiempo a hacer de la unidad – no de la uniformidad – una prioridad seria. Esto significa que nos demos a nosotros mismos a la práctica de la honestidad y de la hospitalidad cuando nos relacionamos con nuestros vecinos. Significa que considerar candentes cuestiones religiosas y políticas se pueden mantener en el calor del momento. Significa valorar nuestras relaciones sobre nuestra rectitud objetiva. En este sentido, la unidad es como una respiración profunda después de haber estado bajo el agua por fuerzas superiores a nosotros mismos. Y ese aliento, esa falta de aire, para la unidad de los pulmones y viento sin controlar, es la gloria de la vida cristiana.

  • ¿Qué metáforas usaría en lo que respecta a la unidad? ¿Qué se siente? ¿Qué no se siente?

1 Juan 1:1-2:2

“Declaramos lo que hemos visto y oído, para que también vosotros estéis en comunión con nosotros” (versículo 3a). Parte integral de la historia cristiana es que Dios, en la persona de Jesucristo, tomó forma humana. En la Encarnación, Jesús abre nuevas formas de relacionarse con Dios, es decir, en la materialidad (lo que los teólogos posteriores llamarían “sacramentos”).

El escritor de esta epístola está recordando a su audiencia original la naturaleza convincente de su fe: que puedan disfrutar de compañerismo – o participación radical – y que Dios se ha hecho hombre en Cristo. El compañerismo no son cálidos sentimientos entre conocidos. Más bien, es la realidad tangible de la comunión en Jesús. Se trata de las relaciones de carne y hueso que se forman en la aguas transformadoras del bautismo y el aceite de la unción compartido junto al lecho de los enfermos y moribundos.

En nuestros encuentros de carne y hueso, Dios busca sanar y restaurar la imagen de Dios en nosotros. Este proceso es una especie de expulsión de la oscuridad mediante la luz (versículos 6-8). Una parte de este rechazo de las tinieblas consiste en confesar nuestros pecados, esas maneras – privada o pública – en las que hemos oscurecido la imagen de Dios en nosotros mismos, en nuestros vecinos o en la creación. Cristo, en su poder como Dios encarnado, repara las piezas fragmentadas de este delicado ecosistema de la redención por su sangre que da vida en la cruz (versículos 9-10). Y cuando los fragmentos violentos del pecado se convierten en los cristales rotos de nuestras vidas, recordamos que, en última instancia, Dios no es nuestro oponente, y recibimos placer de nuestra torpeza y vergüenza; sino que en Cristo, Dios es nuestro abogado, tratando de hacernos uno con los demás y toda la creación (versículos 2: 1-2).

  • ¿Qué significa la “palabra de vida” (versículos 1-4)?

Juan 20:19-31

Sería fácil leer este pasaje y condenar a Tomás por “falta de fe”. Sin embargo, una lectura más atenta de este texto pinta al apóstol incrédulo como un gigante de fidelidad. A pesar de que se perdió la primera aparición de Jesús a los discípulos (versículo 24), esto no ahoga su deseo de encontrar al Cristo resucitado y verlo y tocarlo (y olerlo, ya que el olor es una poderosa puerta de entrada en la recuperación de la memoria). Su demanda “ver la marca de los clavos en las manos de [Jesús]” y sentir “el agujero de los clavos y mi mano en su costado” (versículo 25) son componentes importantes de la naturaleza visceral de la resurrección de Jesús. Al volcar la potencia de la muerte, Jesús también da un vuelco a todas las expectativas de control, manipulación y poder. Su resurrección deja a sus discípulos – incluidos nosotros – en lugares vulnerables, solicitando encuentros que en realidad no creemos sean posibles. Y, sin embargo, el Cristo resucitado viene a nosotros, no en nuestras condiciones, sino en la suya, librándonos de las narrativas sin salida y de la derrota.

Como a santo Tomás, Jesús se aparece en nuestras habitaciones cerradas, anuncia la paz, nos invita a “ver con nuestros ojos” y “tocar con nuestras manos” (1 Juan 1: 1). Y a medida que experimentamos la ‘vida resucitada de Jesús, se forma una comunidad de discípulos sorprendidos, experimentando una unidad que sólo las metáforas pueden describir (Salmo 133: 1-3), una unidad que nos obliga a eliminar la pobreza en medio de nosotros (Hechos 4:34). En un gesto de duda sana, santo Tomás encarna el valor para forjar un nuevo camino a seguir, un camino a seguir que no se basa en la certeza y en los hechos, sino en la realidad de que un nuevo día ha amanecido debido al vacío desconcertante de una tumba prestada en un jardín. Y, sin embargo, Jesús nos elogia como valientes, porque confiamos en él, incluso sin verlo, tocarlo u olerlo.

  • ¿Por qué Cristo conservó las cicatrices de su crucifixión, después de la resurrección?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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