Calendario Litúrgico

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Tercer Domingo de Pascua

La Colecta:

Oh Dios, cuyo bendito Hijo se dio a conocer a sus discípulos en la fracción del pan: Abre los ojos de nuestra fe, para que podamos contemplarle en toda su obra redentora; quien vive y reina contigo, en la unidad del Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre. Amén.

Primera Lectura: Hechos 9:1-6,(7-20)

1 Mientras tanto, Saulo no dejaba de amenazar de muerte a los creyentes en el Señor. Por eso, se presentó al sumo sacerdote, 2 y le pidió cartas de autorización para ir a las sinagogas de Damasco, a buscar a los que seguían el Nuevo Camino, tanto hombres como mujeres, y llevarlos presos a Jerusalén. 3 Pero cuando ya se encontraba cerca de la ciudad de Damasco, una luz que venía del cielo brilló de repente a su alrededor. 4 Saulo cayó al suelo, y oyó una voz que le decía: «Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?» 

5 Saulo preguntó: «¿Quién eres, Señor?» La voz le contestó: «Yo soy Jesús, el mismo a quien estás persiguiendo. 6 Levántate y entra en la ciudad; allí te dirán lo que debes hacer.» 

7 [Los que viajaban con Saulo estaban muy asustados, porque habían oído la voz pero no habían visto a nadie. 8 Luego, Saulo se levantó del suelo; pero cuando abrió los ojos, no podía ver. Así que lo tomaron de la mano y lo llevaron a Damasco. 9 Allí estuvo tres días sin ver, y sin comer ni beber nada. 

10 En Damasco vivía un creyente que se llamaba Ananías, a quien el Señor se le presentó en una visión y le dijo: «¡Ananías!» Él contestó: «Aquí estoy, Señor.» 

11 El Señor le dijo: «Levántate y vete a la calle llamada Derecha, y en la casa de Judas pregunta por un hombre de Tarso que se llama Saulo. Está orando, 12 y en una visión ha visto a uno llamado Ananías que entra y pone sus manos sobre él para que pueda ver de nuevo.» 

13 Al oír esto, Ananías dijo: «Señor, muchos me han hablado de ese hombre y de todos los males que ha causado en Jerusalén a tu pueblo santo. 14 Y ahora ha venido aquí, con autorización de los jefes de los sacerdotes, a llevarse presos a todos los que invocan tu nombre.» 

15 Pero el Señor le dijo: «Ve, porque he escogido a ese hombre para que hable de mí a la gente de otras naciones, y a sus reyes, y también a los israelitas. 16 Yo le mostraré lo mucho que tiene que sufrir por mi causa.» 

17 Ananías fue a la casa donde estaba Saulo. Al entrar, puso sus manos sobre él, y le dijo: —Hermano Saulo, el Señor Jesús, el que se te apareció en el camino por donde venías, me ha mandado para que recobres la vista y quedes lleno del Espíritu Santo. 

18 Al momento cayeron de los ojos de Saulo una especie de escamas, y recobró la vista. Entonces se levantó y fue bautizado. 19 Después comió y recobró las fuerzas, y se quedó algunos días con los creyentes que vivían en Damasco. 

20 Luego Saulo comenzó a proclamar en las sinagogas que Jesús es el Hijo de Dios.]

Salmo: 30

  1     Te ensalzaré, oh Señor, porque me has alzado, *
             y no permitiste que mis enemigos triunfaran sobre mí.
  2     Oh Señor Dios mío, a ti clamé, *
             y tú me sanaste.
  3     Oh Señor, me sacaste del abismo; *
             me hiciste revivir, para que no descendiese a la sepultura.
  4     Canten al Señor, ustedes sus fieles, *
             y celebren su santo Nombre;
  5     Porque sólo un momento dura su ira, *
             pero su favor toda la vida.
  6     Aunque al anochecer nos visite el llanto, *
             en la mañana vendrá la alegría.
  7     Dije yo en mi comodidad, “No seré jamás conmovido; *
             tú, oh Señor, con tu favor me afirmaste como monte fuerte”.
  8     Luego escondiste tu rostro, *
             y fui muy turbado.
  9     A ti, oh Señor, clamé, *
             y a mi Soberano supliqué, diciendo:
10     “¿Qué provecho hay en mi muerte, cuando yo descienda a la fosa? *
             ¿Te alabará el polvo? ¿Anunciará tu fidelidad?
11     Escucha, oh Señor, y ten misericordia de mí; *
             oh Señor sé tú mi ayudador.”
12     Has cambiado mi lamento en danzas; *
             me has quitado el luto, y me has vestido de fiesta.
13     Por tanto a ti canta mi corazón, y no llora más; *
             oh Señor Dios mío, te daré gracias para siempre.

Segunda Lectura: Apocalipsis 5:11-14

11 Luego miré, y oí la voz de muchos ángeles que estaban alrededor del trono, de los seres vivientes y de los ancianos. Había millones y millones de ellos, 12 y decían con fuerte voz: 

«¡El Cordero que fue sacrificado 
es digno de recibir el poder y la riqueza, 
la sabiduría y la fuerza, 
el honor, la gloria y la alabanza!» 

13 Y oí también que todas las cosas creadas por Dios en el cielo, en la tierra, debajo de la tierra y en el mar, decían: 

«¡Al que está sentado en el trono y al Cordero, 
sean dados la alabanza, el honor, la gloria y el poder 
por todos los siglos!» 

14 Los cuatro seres vivientes respondían: «¡Amén!» Y los veinticuatro ancianos se pusieron de rodillas y adoraron. 

El Evangelio: Juan 21:1-19

1 Después de esto, Jesús se apareció otra vez a sus discípulos, a orillas del Lago de Tiberias. Sucedió de esta manera: 2 Estaban juntos Simón Pedro, Tomás, al que llamaban el Gemelo, Natanael, que era de Caná de Galilea, los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos de Jesús. 3 Simón Pedro les dijo: —Voy a pescar. 

Ellos contestaron: —Nosotros también vamos contigo. 

Fueron, pues, y subieron a una barca; pero aquella noche no pescaron nada. 4 Cuando comenzaba a amanecer, Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no sabían que era él. 5 Jesús les preguntó: —Muchachos, ¿no tienen pescado? 

Ellos le contestaron: —No. 

6 Jesús les dijo: —Echen la red a la derecha de la barca, y pescarán. 

Así lo hicieron, y después no podían sacar la red por los muchos pescados que tenía. 7 Entonces el discípulo a quien Jesús quería mucho, le dijo a Pedro: —¡Es el Señor! 

Apenas oyó Simón Pedro que era el Señor, se vistió, porque estaba sin ropa, y se tiró al agua. 8 Los otros discípulos llegaron a la playa con la barca, arrastrando la red llena de pescados, pues estaban a cien metros escasos de la orilla. 9 Al bajar a tierra, encontraron un fuego encendido, con un pescado encima, y pan. 10 Jesús les dijo: —Traigan algunos pescados de los que acaban de sacar. 

11 Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la playa la red llena de grandes pescados, ciento cincuenta y tres; y aunque eran tantos, la red no se rompió. 12 Jesús les dijo: —Vengan a desayunarse. 

Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían que era el Señor. 13 Luego Jesús se acercó, tomó en sus manos el pan y se lo dio a ellos; y lo mismo hizo con el pescado. 

14 Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de haber resucitado. 

15 Terminado el desayuno, Jesús le preguntó a Simón Pedro: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas más que éstos? 

Pedro le contestó: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. 

Jesús le dijo: —Cuida de mis corderos. 

16 Volvió a preguntarle: —Simón, hijo de Juan, ¿me amas? 

Pedro le contestó: —Sí, Señor, tú sabes que te quiero. 

Jesús le dijo: —Cuida de mis ovejas. 

17 Por tercera vez le preguntó: —Simón, hijo de Juan, ¿me quieres? 

Pedro, triste porque le había preguntado por tercera vez si lo quería, le contestó: —Señor, tú lo sabes todo: tú sabes que te quiero. 

Jesús le dijo: —Cuida de mis ovejas. 18 Te aseguro que cuando eras más joven, te vestías para ir a donde querías; pero cuando ya seas viejo, extenderás los brazos y otro te vestirá, y te llevará a donde no quieras ir. 

19 Al decir esto, Jesús estaba dando a entender de qué manera Pedro iba a morir y a glorificar con su muerte a Dios. Después le dijo: —¡Sígueme! 

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Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.

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