Calendario Litúrgico

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Séptimo Domingo de Pascua

La Colecta:

Oh Dios, Rey de la gloria, que con gran triunfo exaltaste a tu único Hijo Jesucristo a tu reino celestial: No nos dejes desconsolados, mas envíanos tu Espíritu Santo para fortalecernos y exaltarnos al mismo lugar, adonde nuestro Salvador Cristo nos ha precedido; quien vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, en gloria eterna. Amén.

Primera Lectura: Hechos 16:16-34

16 Sucedió una vez en Filipos de Macedonia, cuando íbamos al lugar de oración, que encontramos a una muchacha poseída por un espíritu de adivinación. Era una esclava que, adivinando, daba a ganar mucho dinero a sus amos. 17 Esta muchacha comenzó a seguirnos a Pablo y a nosotros, gritando: —¡Estos hombres son servidores del Dios altísimo, y les anuncian a ustedes el camino de salvación! 

18 Esto hizo durante muchos días, hasta que Pablo, ya molesto, terminó por volverse y decirle al espíritu que la poseía: —En el nombre de Jesucristo, te ordeno que salgas de ella. 

En aquel mismo momento el espíritu la dejó. 

19 Pero cuando los amos de la muchacha vieron que ya no tenían más esperanza de ganar dinero por medio de ella, agarraron a Pablo y a Silas y los llevaron ante las autoridades, a la plaza principal. 20 Los presentaron a los jueces, diciendo: —Estos judíos están alborotando nuestra ciudad, 21 y enseñan costumbres que nosotros no podemos admitir ni practicar, porque somos romanos. 

22 Entonces la gente se levantó contra ellos, y los jueces ordenaron que les quitaran la ropa y los azotaran con varas. 23 Después de haberlos azotado mucho, los metieron en la cárcel, y ordenaron al carcelero que los vigilara con el mayor cuidado. 24 Al recibir esta orden, el carcelero los metió en el lugar más profundo de la cárcel y los dejó con los pies sujetos en el cepo. 

25 Pero a eso de la medianoche, mientras Pablo y Silas oraban y cantaban himnos a Dios, y los otros presos estaban escuchando, 26 vino de repente un temblor tan fuerte que sacudió los cimientos de la cárcel. En el mismo momento se abrieron todas las puertas, y a todos los presos se les soltaron las cadenas. 27 Cuando el carcelero despertó y vio que las puertas de la cárcel estaban abiertas, sacó su espada para matarse, pues pensaba que los presos se habían escapado. 28 Pero Pablo le gritó: —¡No te hagas ningún daño, que todos estamos aquí! 

29 Entonces el carcelero pidió una luz, entró corriendo y, temblando de miedo, se echó a los pies de Pablo y de Silas. 30 Luego los sacó y les preguntó: —Señores, ¿qué debo hacer para salvarme? 

31 Ellos contestaron: —Cree en el Señor Jesús, y obtendrás la salvación tú y tu familia. 

32 Y les hablaron del mensaje del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. 33 A esa misma hora de la noche, el carcelero les lavó las heridas, y luego él y toda su familia fueron bautizados. 34 Los llevó después a su casa y les dio de comer, y él y su familia estaban muy contentos por haber creído en Dios. 

Salmo: 97

  1     El Señor es Rey; regocíjese la tierra; *
             alégrense la multitud de las islas.
  2     Nubes y oscuridad alrededor de él; *
             rectitud y justicia el cimiento de tu trono.
  3     Fuego va delante de él, *
             y abrasa a sus enemigos alrededor.
  4     Sus relámpagos alumbran el mundo; *
             viéndolo, la tierra se estremece.
  5     Los montes se derriten como cera a la vista del Señor, *
             a la vista del Soberano de toda la tierra.
  6     Los cielos anuncian su justicia, *
             y todos los pueblos contemplan su gloria.
  7     Avergüéncense todos los que adoran imágenes de talla, 
             los que se glorían en dioses falsos; *
             póstrense ante él, dioses todos.
  8     Sión oye, y se alegra, y las ciudades de Judá se gozan, *
             a causa de tus juicios, oh Señor;
  9     Porque tú eres el Señor, altísimo sobre toda la tierra; *
             eres muy excelso sobre todos los dioses.
10     El Señor ama a los que aborrecen el mal; *
             él preserva la vida de sus santos, y de mano de los malvados los libra.
11     Brota la luz para el justo, *
             y alegría para los rectos de corazón.
12     Alégrense, justos, en el Señor, *
             dando gracias a su santo Nombre.

Segunda Lectura: Apocalipsis 22:12-14, 16-17, 20-21

12 «Sí, vengo pronto, y traigo el premio que voy a dar a cada uno conforme a lo que haya hecho. 13 Yo soy el alfa y la omega, el primero y el último, el principio y el fin.» 

14 Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y poder entrar por las puertas de la ciudad. […]

16 «Yo, Jesús, he enviado mi ángel para declarar todo esto a las iglesias. Yo soy el retoño que desciende de David. Soy la estrella brillante de la mañana.» 

17 El Espíritu Santo y la esposa del Cordero dicen: «¡Ven!» Y el que escuche, diga: «¡Ven!» Y el que tenga sed, y quiera, venga y tome del agua de la vida sin que le cueste nada. […]

20 El que declara esto, dice: «Sí, vengo pronto.» 

Amén. ¡Ven, Señor Jesús! 

21 Que el Señor Jesús derrame su gracia sobre todos.  

El Evangelio: Juan 17:20-26

20 Jesús oró por sus discípulos, y entonces dijo: «No te ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí al oír el mensaje de ellos. 21 Te pido que todos ellos estén unidos; que como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste. 22 Les he dado la misma gloria que tú me diste, para que sean una sola cosa, así como tú y yo somos una sola cosa: 23 yo en ellos y tú en mí, para que lleguen a ser perfectamente uno, y que así el mundo pueda darse cuenta de que tú me enviaste, y que los amas como me amas a mí. 

24 »Padre, tú me los diste, y quiero que estén conmigo donde yo voy a estar, para que vean mi gloria, la gloria que me has dado; porque me has amado desde antes que el mundo fuera hecho. 25 Oh Padre justo, los que son del mundo no te conocen; pero yo te conozco, y éstos también saben que tú me enviaste. 26 Les he dado a conocer quién eres, y aún seguiré haciéndolo, para que el amor que me tienes esté en ellos, y para que yo mismo esté en ellos.» 

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Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.

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