Sermones que Iluminan

Adviento 2 (C) – 2018

December 10, 2018

¡Preparen el camino del Señor!

En la aclamación memorial de la Plegaria Eucarística A, decimos: “Cristo ha muerto, Cristo ha resucitado, Cristo volverá”. La semana pasada nos ubicamos en el advenimiento de Cristo que aclamamos en la frase “Cristo volverá,” es decir, el regreso de Cristo. Nuestra vida como cristianos y cristianas es vivir en el entre medio: luego de la Ascensión y esperando su regreso.

Sin embargo, en esta semana y las que quedan de Adviento nos preparamos para celebrar la primera llegada de Cristo al mundo como un bebé. Es en este contexto de espera del Mesías, el Cristo, que Juan el Bautista proclama en el desierto: “preparen el camino del Señor”. Entonces, ¿Cómo preparamos el camino del Señor? ¿Cómo lo hacemos como comunidad? ¿Cómo lo hacemos individualmente? ¿Qué anhelamos este Adviento? Les sugiero que el camino del Señor del que estamos hablando ahora y anhelando es el camino de la justicia. 

La proclamación de Juan el Bautista es una que promete que las estructuras opresoras de nuestras sociedades serán expuestas y derrotadas. Es una proclamación de que no habrá más injusticias, y que las personas marginalizadas podrán disfrutar de la dignidad que promete el Reino de Dios, en vez de los reinos de este mundo. A esto se refiere San Lucas sobre Juan el Bautista cuando cita al profeta Isaías diciendo: “donde los valles se rellenan y las montañas se aplanan”.  Podríamos decir que el Reino de Dios es donde las diferencias opresivas se destruyen y donde creamos un mundo de más equidad. Es donde preparamos nuestros entornos y corazones para el Mesías libertador. No sólo preparamos el camino, sino también nos preparamos para el nuevo camino que trae Cristo, y el camino que es Cristo. Esta es nuestra esperanza, una esperanza en fe, ya que particularmente en el Adviento ponemos todos nuestros anhelos en un bebé.

En el Cántico de Zacarías también tenemos una imagen de la esperanza que ponemos en un reino de justicia que viene de Dios. Zacarías dice que: “Es el Salvador que nos libra de nuestros enemigos” y lo hace porque Dios recuerda “su santa alianza”. Y nuestra respuesta entonces es servirle a Dios “con santidad y justicia…todos nuestros días”. Igual que Juan el Bautista, Zacarías era un hombre fiel que vivía con la esperanza declarada por sus antepasados y supo reconocer el cumplimiento de las promesas de Dios en su propio tiempo.

Juan y Zacarías proclamaron la llegada de un reino de liberación y de justicia, y entendieron que tenían que responder en su diario vivir. Esta respuesta es una que es individual y también comunal. Esta última es la respuesta que hacemos en comunidad, incluyendo en la reunión dominical como la que tenemos hoy.  Jesús nos salva y nosotros y nosotras respondemos con adoración, santidad, y justicia. Respondemos también, como Pablo nos indica en la carta a la comunidad de Filipos, con la “participación en el evangelio (en anunciar las buenas nuevas)”.  Y esto lo hacemos también, como dice Pablo, porque Jesús comenzó en cada persona “la buena obra”.

La época de Adviento es bien curiosa porque no sólo vivimos entre medio, sino que recordamos el pasado, lo conmemoramos y anhelamos un futuro prometido. Es decir, respondemos a lo que Dios ya ha logrado, continuamos respondiendo a la obra actual de Dios y continuamos preparándonos por el cumplimiento pleno de todas las promesas de Dios para con toda la humanidad.  Pablo en su epístola habla de estos tres tiempos, siendo nuestras acciones de hoy “puras e irreprensibles” que nos preparan para el “día de Cristo”. Con el fruto de nuestras acciones de hoy siendo la justicia.

En este Adviento del año 2018 tenemos que preparar el camino del Señor de una manera nueva – no sólo preparándole un lugar al niño Jesús y abriendo nuestros corazones nuevamente, sino también preparándonos para la labor de crear justicia. Somos todos y todas agentes de esta justicia, siendo esta, la semilla sembrada de Dios en cada persona. Nuevamente, preparamos el camino para Jesús, pero ese camino es el de las “buenas nuevas de Dios en Cristo,” y estas buenas nuevas son el mensaje liberador de Dios que obra en cada persona.

Al preparar el camino de Jesús, que es camino de justicia, hemos de actuar con miras a la justicia, tomando acciones sociales en las que compartimos los destellos del reino de liberación de Jesús, ese reino realizado en su persona; y ese reino revelado en el Mesías; y el reino que continuamos construyendo como obra que somos de Dios. Una de las obras que hace Dios en nosotros y nosotras es darnos la habilidad de ser agentes en el cumplimiento de nuestra propia liberación. Quizás en esta época de Adviento nuestra responsabilidad mayor ha de ser ayudar a preparar un mundo mejor para la humanidad, empezando en nuestro entorno local y en nuestra congregación.

¿Cómo preparamos el camino del Señor como personas individuales?  Proclamando el reino de justicia y liberación de Cristo – usando “la buena obra” que Dios ha empezado en toda persona.

¿Cómo preparamos el camino del Señor como comunidad? Proclamando las buenas nuevas de Dios en Cristo y abogando por la dignidad y justicia para toda la humanidad, reconociendo que somos agentes de Dios.

¿Qué anhelamos en este Adviento? Anhelamos un mundo de justicia, creado por Dios, a través de la agencia de cada persona y comunidad, y ponemos toda nuestra esperanza en el Cristo que ha de nacer y en el Cristo que ha de volver.

Según se puede decir al concluir la Oración Vespertina diaria: “Gloria a Dios, cuyo poder, actuando en nosotros, puede realizar todas las cosas infinitamente mejor de lo que podemos pedir o pensar: Gloria a él en la Iglesia de generación en generación, y en Cristo Jesús por los siglos de los siglos. Amén”.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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