Sermones que Iluminan

Cuaresma 1 (A) – 2011

March 13, 2011


Con esta celebración, iniciamos hoy la estación de la Cuaresma. Camino de preparación para la Pascua, la gran fiesta de todos los cristianos. Cuarenta días de encuentro con Dios, consigo mismo y con los demás. La cuaresma evoca en nosotros un tiempo de penitencia, de desierto, de tentaciones, de conversión.

Caminar por el desierto es la pedagogía de Dios que lleva a todos los creyentes a buscar dentro de sí mismos su propio camino. Caminos de liberación y de salvación para renovar cada día nuestra ilusión de vivir. Todos los cristianos somos llamados permanentemente al desierto, a la purificación, a la presencia íntima del espíritu.

Entrar en sintonía con este tiempo sin más impedimento que nuestra total desnudez y pobreza interior, para tener el coraje de mirarnos tal cual somos. Pero con un resultado y una experiencia distinta al drama de Adán y Eva en la primera lectura de hoy, que se descubrieron que estaban desnudos después de haber roto la alianza con el Creador. Lo estaban antes, pero ahora se dieron cuenta. Aquel encuentro de hermosos diálogos, llenos de solapadas mentiras entre estos actores del paraíso, terminó así de mal. O de bien, porque por fin pudieron verse sin vendas ante los ojos. Creció el conocimiento de sí mismos y de la realidad. Su nueva condición les prepara para invocar a Dios y crearse nuevo sistema de vestir, de dialogar, de concebirse a sí mismo. Adán y Eva quedan preparados para ser humanos e iniciar su salvación. De ella responde Dios desde el primer momento de la caída con su promesa espléndida.

Adán, Eva, María, José, árboles del bien, del mal, del deseo, del poder…de serpientes de mentira, de cobardía, de orgullo, de comodidad, de pereza, etc. Todo es lo mismo. Llegó la hora de la prueba. ¿Qué hará el ser humano? ¿Olvidará que es también espíritu? ¿Qué hará Dios? La segunda lectura de hoy nos da la respuesta: “Gracias a un solo hombre, Jesucristo, la benevolencia y el don de Dios desbordaron sobre todos”. Esto nos conecta directamente con el tema central de este domingo primero de cuaresma.: las tentaciones de Jesús en el desierto.

Tentado como nosotros, según leemos en Hebreos capítulo cuarto: “Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno probado en todo igual que nosotros, excluido el pecado” (Hebreos 4:15). Esto nos consuela. Las tentaciones de Jesús no son una ficción, fueron reales y continuas a lo largo de su vida. Los evangelistas las reducen a tres sobre el fondo de la historia de Israel por el desierto del éxodo. Así era de esperarse, pues de lo contrario la naturaleza humana de Jesús no hubiera sido como la nuestra. Aunque nos escandalice el pensarlo. “Probado en todo igual que nosotros”.

El mal para el ser humano es descentralizarlo de su Dios. Su Creador, su Padre salvador y exigente que le quiere llevar libremente a la plenitud. Esto conlleva fuertes exigencias, porque esta batalla no se libra en terreno neutral, sino en medio de intereses opuestos. Es en el campo del enemigo, del mundo del diablo, del anti reino de Dios. “El mundo”, según el vocabulario del evangelista Juan, y “la carne” para Pablo luchan contra el espíritu de Jesús y del Padre. Estamos emplazados al combate por ser humanos y por estar bautizados en el nombre del Señor Jesús. Por más que lo queramos ignorar o huyamos de la lucha, el terreno de combate está en nuestro propio corazón.

La Cuaresma es un camino de conversión, de lucha contra el mal, de obras de misericordia, para alcanzar la meta en Jerusalén donde morirá y resucitará Jesús y nosotros con él.

El evangelista trabaja, en la primera tentación, el aspecto tentador de la vida fácil. Que use Jesús sus privilegios mesiánicos para ahorrarse el realismo y la dureza de la vida. Es la propuesta de evasión hacia lo fácil, patrocinada por un dios manipulado por intereses humanos, un dios que evita al débil, el esfuerzo y la lucha.

Jesús vence desde la alternativa correcta: Dios está en lo real. Si ayuna, sabe que le toca pasar hambre. No cree en los milagros facilones. Para el que afronta lo real con coherencia, para ese queda recurso en la confianza en Dios. Otro dios anularía la libertad del ser humano. De paso Jesús proclama una gran verdad en el capítulo cuarto de Mateo: “No solo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:5). El ser humano tiene otra dimensión fundamental, más allá de sus lagunas, hambres o factores meramente humanos. El ser humano es espíritu y el espíritu se alimenta de amor, de paz, de vida en plenitud, de riesgos justificados, de luchas y conflictos por el reino de Dios. De todos modos, también necesita pan para comer y es bueno recordarlo en nuestro mundo, cuando tanta gente pasa hambres materiales y hasta muere por ellas.

Así llegamos a la segunda tentación, un mesianismo espectacular. Esto es muy frecuente, porque nos cuesta ver a Dios en lo normal, ya que tendemos a identificarlo con el poder. Producen gran impresión las manifestaciones de fuerza que rompen el techo de lo cotidiano vulgar, sirven a los ignorantes para admirar a su dios. Son niños en la fe que no resisten el silencio de Dios, el misterio del mal o los fracasos del evangelio a través de los cuales crece la buena semilla. Pero Jesús no se vende a lo fácil ni quiere comprar la fe a base de forzarla con milagros. Sigue la dinámica de la libertad ofrecida por Dios a la humanidad. El Creador afronta todas sus consecuencias, el mal no lo vencerá, tiene recursos de sobra para situar en el proceso a un nuevo Adán: Jesús el Salvador.

Y en la tercera tentación, está la idolatría que las contiene todas. Porque nos cuesta la radicalidad y construimos dioses rebajados, con menos exigencias, capaces de convivir amistosamente con el poder, el orgullo, los desenfrenos y las injusticias. La idolatría y la cobardía van unidas con la mentira. Por consecuencia sigue la tristeza, la falta de crecimiento, la búsqueda de seguridades que al final resultan falsas.

Dios ha de ser valor absoluto. Como la felicidad plena es la meta del ser humano en este mundo. Cualquier rebaja en uno de los dos factores, altera el producto. Jesús venció. Nosotros podemos vencer el combate si seguimos sus pasos. De nosotros depende.

Cuaresma es tiempo de plantearnos con claridad la meta y avanzar con decisión hacia la vida nueva de Pascua. Sería saludable que en este tiempo de Cuaresma consigamos algunos momentos de desierto y pedirle al Señor comprender que el ser humano es tanto más grande cuando más cerca está de Dios sin pretender, en absoluto, suplantarlo.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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