Sermones que Iluminan

Día de Navidad (I) – 2020

December 25, 2020

[RCL]: Isaías 9:2-7; Salmo 96; Tito 2:11-14; San Lucas 2:1-14(15-20)


“¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!”

Estas palabras son una proclamación, son el anuncio de un acontecimiento magno. Es tan grande que los ángeles lo declaran llenando el cielo nocturno con sus voces musicales. La pregunta lógica es ¿De qué se trata? ¿Qué significa todo eso?

La respuesta, a lo mejor, no será tan complicada, y de hecho los mismos ángeles nos cuentan porqué celebraron tanto: “Pero el ángel les dijo: No tengan miedo, porque les traigo una buena noticia, que será motivo de gran alegría para todos: Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor.” La noticia, las buenas nuevas que los ángeles anunciaron, es que el Mesías, el Cristo, ha nacido en Belén. ¡Ha nacido el Salvador!

Posiblemente no nos sorprenda este anuncio. Todos sabemos que en la Navidad las iglesias y los cristianos en general celebramos el nacimiento de Jesús de Nazaret. Celebramos que nació Jesús, el hijo de María, el que proclamamos como el Hijo ungido de Dios. Pero, la Natividad del Señor significa mucho más de lo que normalmente pensamos cuando hablamos de la Navidad.

Muchas veces sólo pensamos en los adornos navideños, en los regalos —si los hay—, posiblemente en las figuras de madera o de cerámica que conforman los llamados nacimientos o belenes; pensamos en los árboles navideños -tantos los naturales como los artificiales-, para no mencionar las comidas y las fiestas de la época. Pero, la Navidad, realmente es algo más grande e importante que todas esas cosas.

Este año pensemos en el sentido verdadero del anuncio navideño. Fijémonos en algunos detalles que nos ayudarán a entenderlo mejor.

El primer detalle en que debemos fijarnos es que San Lucas, usando un lenguaje sencillo y correcto, nos cuenta cómo nació Jesús: José y María se trasladaron a Belén porque tenían que ser contados en el censo y tenían que pagar sus impuestos en su ciudad ancestral. Cuando llegó el momento crítico del parto, María dio a luz a su primogénito, Jesús, y lo colocó en un pesebre porque faltaba espacio para ellos en el mesón. El drama de la escena es el drama de los pobres y de los humildes. El nacimiento de Jesús se parece a tantos otros nacimientos y a la situación de tantas familias que tienen que moverse por razones que están fuera de sus manos.

El segundo detalle en que debemos fijarnos es que cuando llegaron los ángeles y brilló la luz celestial en derredor, los espectadores, es decir los pastores en el campo con sus animales, se asustaron mucho. Tuvieron gran miedo. Recuerden que los eventos que ahora se describen en los villancicos, en aquel momento provocaron miedo y terror. Los pastores entendieron que ver un ángel y escuchar su mensaje significaba un riesgo enorme. Podría resultar en la proclamación del juicio de Dios. Cuando los ángeles hablan, debemos escuchar lo que dicen.

En esta ocasión los ángeles llevaron buenas noticias. Dios no los envió para proclamar el juicio o el castigo divino, sino la salvación de la humanidad: “Hoy les ha nacido en el pueblo de David un salvador, que es el Mesías, el Señor. Como señal, encontrarán ustedes al niño envuelto en pañales y acostado en un establo.” El mensaje de los ángeles, y por tanto el mensaje de la Navidad, es que el Dios de Israel ha enviado a su Hijo, ese bebé envuelto en pañales, para salvarnos del pecado y de la muerte. Su mensaje es que Dios se complace en salvar y sanar el mundo que creó, tanto que él mismo entró a nuestro mundo, tomando para sí nuestra débil naturaleza humana. Y no sólo es un mensaje para algunos pocos. Es un mensaje divino para toda la humanidad.

El Apóstol Pablo recoge el mensaje de la Navidad en la carta a Tito que leemos hoy: “Pues Dios ha mostrado su bondad, al ofrecer la salvación a toda la humanidad.” La bondad de Dios se ha manifestado y es el ofrecimiento de la salvación a todos los seres humanos. Su gloria y su majestad se ven en Jesús, el que nos limpia de nuestras iniquidades y nos purifica de nuestra maldad. Este mensaje es esperanzador porque nos inspira a anhelar y trabajar a favor de una vida mejor para todos. Cada año la Navidad nos recuerda la razón por la que nació Jesús: nació para salvarnos y redimirnos. Según cuentan los ángeles, es una buena noticia para todos. ¡Y lo es!

Un último detalle, que vale la pena explorar, es lo que el anuncio del nacimiento de Jesús confirmó a los primeros que lo oyeron, y es lo que nos confirma a nosotros hoy: que nuestro Dios es el Dios que cumple sus promesas y cuya palabra nunca se pronuncia en vano. Siempre lleva a cabo su propósito.

Siglos antes del nacimiento de Jesús, el profeta Isaías declaró con gran solemnidad: “Señor, has traído una gran alegría; muy grande es el gozo… Porque nos ha nacido un niño, Dios nos ha dado un hijo, al cual se le ha concedido el poder de gobernar. Y le darán estos nombres: Admirable en sus planes, Dios invencible, Padre eterno, Príncipe de la paz. Se sentará en el trono de David… su reinado quedará bien establecido… desde ahora y para siempre.”

En la Navidad vemos que la promesa de Dios se cumplió con el nacimiento del Señor Jesucristo, y una vez más nos damos cuenta de que Dios es fiel y su palabra es confiable. El recién nacido es nuestro Salvador y es el Salvador del mundo entero. Esto deberá inspirarnos a unirnos a las huestes celestiales pues, como dicen las palabras de un himno navideño muy conocido: “De nosotros es también nuestro Dios y Redentor; ofrezcámosle con fe de Belén la gran canción.”

¡Gloria a Dios en las alturas! ¡Paz en la tierra entre los hombres que gozan de su favor!

En la ciudad de David ha nacido Jesús, el Salvador y Redentor del mundo.  Amén.

¡Feliz Navidad!

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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