Sermones que Iluminan

Día de Pascua (B) – 2015

April 06, 2015


Hoy celebramos este día con toda la Iglesia con alegría y regocijo pues es el nuevo empiezo de la comunidad cristiana. Los seguidores de Jesús se encontraban escondidos, asustados y algunos de ellos ya regresando desilusionados a sus poblados. Es importante notar la condición humana en la que ellos se encuentran. El sentimiento general es de miedo. Han matado a su líder en quien habían puesto toda su confianza y a quien habían seguido dejando todo atrás. Es obvio que la energía se había agotado y el miedo los tenía hundidos.

Pero es en la resurrección cuando estos miedosos discípulos recibirán tal fortaleza y volverán a salir a la calle con el rostro en alto a continuar la proclamación del mensaje de Jesús. La resurrección es entonces un acontecimiento tan poderoso que es causa de la transformación de estos discípulos. Es una nueva comprensión de la presencia de Jesús y de su mensaje que los hará capaces de arriesgar sus vidas al anunciar este mensaje con nuevo ánimo. Hablarán con valentía de ese Jesús que se encuentra vivo y no puede morir más y de quien ellos son ahora sus testigos.

Para tratar de intentar comprender este acontecimiento, notemos los cambios: los que se habían dispersado ante la muerte de Jesús, ahora aparecen con una voz unificada y nueva fortaleza. Los que se encontraban escondidos por miedo a los romanos y con vergüenza de ser reconocidos, ahora están en plena calle sin ningún miedo proclamándose testigos y con orgullo hablan el mismo mensaje que Jesús les había enseñado. Los que parecían no haber entendido el alcance del mensaje de Jesús y se llenaban de dudas ante la crucifixión, ahora aparecen con una nueva claridad, una nueva visión del alcance de ese mensaje y lo anuncian sin temor alguno. Estos cambios nos dicen que algo tan poderoso sucedió en ellos que se vieron transformados y ahora ellos fueron los testigos de esta nueva realidad. Esto es lo que llamamos la resurrección.

Hay una nueva visión o una nueva comprensión del misterio de Jesús y su mensaje que se convierte en el inicio de un movimiento cristiano que ya no se podrá detener. Estos discípulos acompañaban sus palabras con un modo de vivir tan atractivo que en los siguientes años los números de los creyentes en Jesús alcanzará cantidades insospechadas. Y es de notarse que históricamente sabemos de una persecución sin piedad por parte de los romanos en contra de los creyentes en Jesús y tal parecía que cuanto más trataban de sofocar este movimiento, más crecía.

Este momento de transformación en la vida de los discípulos es lo que llamamos resurrección y claramente pone el peso en el testimonio de los discípulos, su vida y sus palabras serán el claro mensaje de que Jesús vive y ha sido resucitado por el Padre Dios. Hay una nueva vida y esta no se refiere a una nueva vida física de Jesús sino a la nueva vida que puede surgir en cada persona al aceptar su mensaje y vivirlo. Del miedo a la valentía, de la desilusión a la alegría, de la muerte a la vida. Todas las historias de la resurrección están tratando de hablar de esa transición que es tan profunda y que probablemente tomó su tiempo en cada uno de ellos. El resultado es claro hay una nueva comprensión de Jesús que ahora está vivo en cada palabra y en el testimonio de vida de estos discípulos.

Y para la Iglesia de hoy, nosotros aquí y ahora, la única forma de proclamar que Jesús está vivo es con nuestra forma de vivir. Cuando dejamos que las palabras de Jesús estén en nuestros corazones y haciéndolas vida nos convierten en testigos de la alegría, en testigos del amor luchando por la paz y la justicia; y en testigos de la fraternidad haciendo de nuestra comunidad un lugar de encuentro de hermanos.

En el mundo de hoy las palabras sobran y han perdido credibilidad, nuestro mundo se ha materializado y nuestras instituciones religiosas han caído en engaños. Hoy hablar de Jesús no es suficiente, no es cuestión de retórica, hoy hablar de Jesús tiene que ser nuevamente con un testimonio claro de personas transformadas, más humanas y sensibilizadas al dolor y a la miseria de los demás. Ese algo tan poderoso que cambió a los discípulos haciéndolos testigos, es lo mismo que tiene que seguir sucediendo aquí y ahora.

Podremos seguir hablando de este acontecimiento de la resurrección si en nosotros se ve un modo de vivir humano y si se percibe en nosotros una alegría de hermano que nos acerca a todos sin distinciones y que nos hace rechazar toda injusticia. Ser testigos de Jesús hoy no significa que estemos en las esquinas gritando el nombre de Jesús, pero si significa que nuestra vida muestre esa sensibilidad y cercanía al otro en el mismo espíritu rompiendo toda barrera que nos separa. Por esto mismo nuestra religiosidad no puede continuar como religiosidad de domingos o de tradición de nuestros pueblos. Más que nunca se necesita el testimonio convencido del que ha visto al Resucitado en lo profundo de su corazón y entonces siente este mundo como suyo y proclama con su vida la alegría sencilla del amor de hermanos que nos une en una misma dignidad.

Hoy hay alegría en nuestra celebración, y el mensaje vuelve a sonar en nuestros corazones: “Jesús ha resucitado” y este nuevo inicio de la comunidad de los creyentes de ese tiempo se hace invitación a nuestra comunidad actual.

Permite que esta alegría penetre en tu corazón y sea capaz de transformarte y dejando todos tus miedos atrás, puedas ser testigo de su presencia para los demás. Tu testimonio sencillo, alegre y espontaneo tiene la fuerza transformadora de nueva vida. Hay resurrección cuando nos animamos a empezar de nuevo, hay resurrección cuando vencemos nuestros temores y dejamos que en nuestra presencia sencilla se vea vivo a Jesús.

Feliz día de la Resurrección.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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