Sermones que Iluminan

Epifanía 1 (C) – 12 de enero de 2025

January 12, 2025

LCR: Isaías 43:1–7; Salmo 29; Hechos 8:14–17; San Lucas 3:15–17, 21–22.

Este domingo celebramos la festividad del Bautismo de nuestro Señor dando cierre al tiempo litúrgico de la Navidad. En la Navidad proclamamos el nacimiento de Jesús de Nazareth, Hijo de Dios y Dios mismo. Ahora, en el bautismo, siendo Jesús ya adulto, el Espíritu Santo interviene de manera directa y prodigiosa para recordarnos que ese joven judío nazareno, Jesús, es efectivamente el Hijo amado de Dios, a quien Él ha elegido.

La escena del bautismo relatada por san Lucas resulta muy gráfica y diciente. Estamos a orillas del Jordán y hay un gran alboroto, pues una multitud ha venido a escuchar a Juan, el profeta popular que ofrece un bautismo masivo en las apacibles aguas del río. Entre los seguidores de Juan hay personas de toda condición e ideología: fariseos, saduceos, publicanos, soldados y gente sencilla del pueblo. Lo que une a todos ellos es que sostienen la esperanza en que Juan sea el Mesías esperado, el ungido de Yahvé, el profeta que restaurará el Reino de Israel y expulsará a los invasores romanos. La predicación de Juan puede dar ciertamente esa impresión, pues el profeta se mueve entre la muchedumbre invitando a volverse hacia Dios, proclamando la llegada del Reino y la cercanía del juicio divino. Sin embargo, Juan responde a sus seguidores negando esas expectativas mesiánicas y reconociéndose como quien prepara el camino de alguien mayor que él, a quien no merece ni siquiera desatar la correa de sus sandalias. Juan da testimonio público acerca de Aquel que no bautizará ritualmente en agua, sino con el Espíritu Santo para salvación de los pecados. La tensión del relato aumenta progresivamente en la medida en que Juan describe la acción del Mesías y anuncia las buenas nuevas al pueblo.

En medio de ese grupo variopinto que conformaba el movimiento de Juan el Bautista se encontraba este humilde carpintero Jesús, un joven galileo desconocido y sencillo, sin estudios, títulos, armas o pedigrí alguno. Hasta aquí Jesús ha tenido un perfil bajo participando del movimiento de Juan, motivado seguramente por sus búsquedas espirituales. Quizás es percibido por sus contemporáneos como un joven más, que muestra inquietudes religiosas. El bautismo en el Jordán va a significar, entonces, la presentación pública y oficial de Jesús ante el pueblo como el Hijo de Dios. San Lucas narra que en el momento en que Juan bautizaba a todo el pueblo “también Jesús fue bautizado” (3:21), es decir, Jesús tomó parte de este acto comunitario de arrepentimiento y conversión junto a los suyos, como uno más del pueblo, asumiendo su condición humana, su cultura hebrea y su religión judía.

El momento culminante de la narración ocurre en el bautizo, mientras Jesús oraba. La oración de Jesús propicia tres signos visibles que hacen parte de las teofanías o manifestaciones de Dios: el cielo se abre, el Espíritu de Dios desciende en forma de paloma y se escucha una voz celestial. ¿Qué significan estos tres signos de la intervención de Dios en la vocación y ministerio profético de Jesús?

La expresión “cielos abiertos” es un signo de la “apertura” de Dios hacia la humanidad y, por tanto, de esperanza para el pueblo. El cielo, como morada de Dios en la tradición hebrea, se abre para restablecer una alianza nueva y eterna con Dios en Jesús. El “lugar” celestial ya no va a permanecer cerrado a causa del pecado, sino que Dios restaura la comunicación con el ser humano para su plena salvación. El segundo signo evidencia que el mismo Espíritu de Dios creador que aletea sobre las aguas, que está presente en la encarnación de Dios en Jesús y que le va a acompañar durante todo su ministerio, desciende en forma de una paloma sobre Jesús en señal de escogencia y unción profética. Finalmente, de manera portentosa, se escucha la voz de Dios que confirma: “Tú eres mi Hijo amado, a quien he elegido” (3:22). Es una declaración pública de la identidad filial de Jesús respecto del Padre, pues conociendo a Jesús, se conoce al Padre y atendiendo a su mensaje de un Reino de amor y misericordia, se acoge el mensaje de Dios mismo.

A través de la manifestación y revelación de Dios se confirma la identidad y la elección de Jesús por el Padre, al ser proclamado Hijo del Altísimo y ser ungido con el Espíritu de Dios. En el bautismo Jesús toma conciencia de su ser y su misión profética, acepta el llamado a vivir en cumplimiento de la voluntad del Padre y se prepara para un ministerio que recién iniciará.

La festividad del Bautismo nos recuerda que también nosotros hemos sido elegidos por Dios en nuestro bautismo. Hemos sido ungidos por el Espíritu Santo para que aceptemos la voluntad de Dios para nuestras vidas y nuestro mundo de manera consciente como lo hizo Jesús, aun a sabiendas de las renuncias, los sacrificios y las circunstancias difíciles que como profetas y profetizas del Reino debemos afrontar. Al hacer memoria del bautismo de nuestro Señor, también tenemos la oportunidad de renovar nuestro propio pacto bautismal, de hacernos conscientes de la vocación a la que Dios nos ha llamado, y de tomar en serio el profundo significado de este rito, transformando nuestro ser y nuestro actuar como verdaderos hijos e hijas de Dios.

Que también nosotros, en el espíritu del texto de Isaías que hemos escuchado hoy, sintamos la voz del Padre amoroso que nos llama por nuestro nombre y nos recuerda que a Él pertenecemos. Él nos ha escogido y ungido para recordarnos hoy: Tú, Susana, Pedro, Camila (se pueden mencionar nombres de personas de la congregación) eres mi hijo e hija amada, a quien he elegido. Que en este día asumamos con fe y compromiso el sentido de nuestro bautismo. Que así sea.

(Al finalizar y en vez de la profesión del Credo, se puede invitar a la congregación a renovar el Pacto bautismal, LOC, p. 224s.).

La Rvda. Loida Sardiñas Iglesias es Presbítera de la Iglesia Episcopal Anglicana, Diócesis de Colombia, donde ejerce su ministerio como Clérigo Asociada en la Catedral San Pablo, Bogotá. Es doctora en Teología por la Universidad de Hamburgo y profesora de la Pontificia Universidad Javeriana en Colombia. Sus áreas de interés son la Teología Sistemática, el Ecumenismo y la Ética teológica.

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    Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

    Editor, Sermones que Iluminan

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