Sermones que Iluminan

Epifanía 5 (A) – 2017

February 05, 2017


¿Qué estás haciendo con tu vida? Ésta es una pregunta que todos nos hacemos en varios momentos de nuestra vida. Es la pregunta detrás de los sueños de los niños y las historias sobre lo que van a ser y lo que van a hacer cuando crezcan. Los jóvenes luchan con esta pregunta mientras planean su futuro, eligen universidades, eligen carreras, o crean un nuevo hogar para sí mismos. Los adultos miran hacia atrás, hacia el pasado, y se preguntan qué han hecho con su vida. Las dificultades, desafíos y las pérdidas, a menudo, nos traen cara a cara con esta pregunta. Es realmente una pregunta sobre significado, sentido y propósito. En esta pregunta, Dios nos atrae hacia Él mismo. Es una pregunta con la cual siempre lucharemos, hasta que comencemos a buscar el significado, el sentido y el propósito de lo que Dios, en la persona de Jesús, nos ha dado a conocer como los dos grandes mandamientos: Amarle a Él con todo nuestro corazón, mente y fuerza y al prójimo como a nosotros mismos.

¿Qué estás haciendo con tu vida? es la pregunta que se encuentra al centro del evangelio de hoy. Jesús continúa el Sermón del Monte. Él está hablando con aquellas personas a quienes acaba de declarar bendecidas; los pobres de espíritu, los que lloran, los mansos, los que tienen hambre y sed de justicia, los misericordiosos, los puros de corazón, los pacificadores, los que son perseguidos por causa de la justicia. Vivir las bienaventuranzas es nuestro camino hacia adelante en esta vida y también es nuestra bendición.

Ustedes benditos, dice Jesús, son la sal de la tierra y la luz del mundo. Nuestra bendición, sin embargo, no es únicamente para nosotros solos. Es un regalo que se nos da para ser sostenidos y usados para la vida del mundo. La vida cristiana no se vive aislada de los demás o sin consideración hacia ellos. Si no saboreamos este mundo con Cristo, somos como la sal que deja de estar salada. Si no iluminamos las tinieblas con la presencia de Cristo, somos como la luz escondida bajo una canasta. Habremos rechazado nuestra bendición. No estamos viviendo como el pueblo que vive y forma parte del movimiento de Jesús, el movimiento que como nuestro Obispo Primado Michael Curry nos propone, sale al mundo para ayudarle a ser un mundo que vive el amor que ama, libera y da vida.

Algunos de nosotros escuchamos las palabras de Jesús y pensamos que necesitamos ser algo que no somos o que necesitamos hacer algo para obtener algo que aún no tenemos. Sin embargo, eso no es lo que dice Jesús. Él no dice que debemos convertirnos en sal. Él dice que ya somos sal. Él no dice que debemos ser luz. Él dice que ya somos luz. Ya somos lo que necesitamos ser. Ya tenemos todo lo que necesitamos. Ahora debemos ir a vivir la vida de los que han sido bendecidos, la vida de ser sal y la vida de ser luz.

Este es realmente un llamado a hacer que nuestra vida interior y nuestra vida exterior sean congruentes, que sean una sola. Nuestras acciones y nuestras creencias deben reflejarse y revelarse mutuamente. Nuestra fe en Jesús, nuestra vida de oración, nuestras bendiciones deben hacerse visibles a través de cómo vivimos, hablamos y actuamos. Deben convertirse en el fundamento de nuestras relaciones con todos nuestros familiares, amigos, extraños y enemigos. Una cosa es creer en Cristo y otra cosa es vivir una vida pública que demuestre esa creencia.

Podemos decir nuestras oraciones y cantar nuestras alabanzas a Dios, pero si la oración y la alabanza no gobiernan y guían nuestras acciones en este mundo, son sólo palabras que se sirven a sí mismas y que llegan sordas a los oídos de Dios. Tal vez deberíamos dedicar menos tiempo a hablar la verdad acerca de Dios y dedicar más tiempo a hacer real la verdad de lo que es Dios. ¿Cuál es esa verdad? ¿Cómo logramos que se haga real esa verdad?

El profeta Isaías es claro y concreto acerca de cómo lograr que se haga real la verdad de Dios: al romper las cadenas de la injusticia y al desatar los nudos que aprietan el yugo; dejando libres a los oprimidos y acabando con toda tiranía. Eso lo logramos cuando compartimos nuestro pan con los hambrientos, cuando llevamos a los pobres sin techo a nuestra casa, y cuando no nos escondemos unos de otros, más bien satisfaciendo las necesidades de los afligidos sin hablar mal o condenar al otro. En resumen, hacer real la verdad de Dios significa hacer lo que es correcto, lo que es divino. Vivir y cuidarnos unos a otros de tal manera que nuestra bendición haga una diferencia en la vida de los demás.

Cuando vivimos de esta manera, nuestra luz brota como el amanecer de un nuevo día y la oscuridad se dispersa. Esa luz es la presencia y el amor de Cristo. Mientras vivimos para otros, descubrimos que nuestra alma ha sido sanada, nuestras necesidades satisfechas, nuestra vida reconstruida, y Dios siempre está presente diciendo: “Aquí estoy.”

El significado, el sentido y el propósito de nuestra vida se encuentran en la vida y el bienestar de la otra persona. Esto lo vivimos en diferentes ciudades de este país, cuando musulmanes, judíos, cristianos, mujeres, hombres, homosexuales, lesbianas, latinos, afroamericanos, blancos, inmigrantes, documentados e indocumentados marcharon por la dignidad, la igualdad y los derechos de todo ser humano. Ésta fue una imagen de sal y luz.

El significado, intensión y el propósito de nuestra vida se encuentran en la vida y el bienestar de la otra persona. Eso es lo que experimentan las personas que ofrecen su tiempo, talento y tesoro para que sigamos realizando el bien que hacemos desde nuestras iglesias. Estas personas están distribuyendo sal y luz a muchas personas a quienes no conocen.

El significado, intensión y el propósito de nuestra vida se encuentran en la vida y el bienestar de la otra persona. Cada vez que ofrecemos perdón, buscamos reconciliación, o actuamos con compasión, rociamos sal. Cada vez que hablamos una palabra de esperanza, trabajamos por la justicia, o hacemos por otra persona lo que queremos que hagan por nosotros, nuestra luz empuja la oscuridad hacia atrás.

Gran parte de nuestro mundo es oscuro y sin sabor. Demasiadas personas viven una existencia sin sentido, viven entre las sombras. El mundo y su gente necesitan sabor. Necesitan luz. Necesitan que tú y yo hagamos la diferencia. ¿Cómo estamos siendo sal, condimentando la vida de la otra persona, la vida de nuestro prójimo? ¿Dónde está nuestra luz dispersando la oscuridad?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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