Sermones que Iluminan

Jueves Santo – 2023

April 06, 2023

LCR: Éxodo 12:1–4, (5–10),11–14; Salmo 116:1,10–17; 1 Corintios 11:23–26; San Juan 13:1–17, 31b–35

Es común entre la gente latina tener en la casa un cuadro de la última cena. La más famosa representación fue realizada por el artista italiano Leonardo Da Vinci, y muestra a Jesucristo en el centro, rodeado de sus doce apóstoles. El apóstol Juan, muy joven y sin barba, aparece a la derecha de nuestro Señor. Los apóstoles del lado izquierdo parecen perturbados, tal vez tratando de adivinar quién va a traicionar al Maestro.

Hoy, Jueves Santo, recordamos esa última cena. La escritura que leímos del capítulo 12 de Éxodo explica cómo Dios estableció la Pascua entre los judíos. De acuerdo al relato bíblico, el pueblo judío se hallaba en esclavitud en Egipto. Mediante el profeta Moisés recibieron el mandato de celebrar una cena especial todos los años para recodar cómo Dios los liberaría de esa esclavitud. La noche antes de escapar, Dios envió una plaga que mató a  los primogénitos de todas las familia egipcias, pero preservó la vida de los primogénitos judíos. Es por esa liberación milagrosa que los judíos pudieron escapar de la esclavitud y establecerse en la Tierra Prometida.

Pero para nosotros, como cristianos, el significado de la Pascua Judía se completa con Jesucristo. El apóstol Pablo enseñó que es mediante Jesucristo que somos liberados de la muerte y del pecado. La liberación física y corporal descrita en Éxodo adquiere en Jesucristo una dimensión espiritual y trascendente.

Al reunirse con sus apóstoles en la última cena, Jesucristo conmemora la Pascua Judía y, al mismo tiempo, da inicio a los tres días que van del atardecer del jueves Santo a la mañana  de la resurrección. Nosotros conmemoramos esos tres días en lo que a veces se llama “el Triduo Pascual”. La palabra Triduo significa “tres días”. Hoy, Jueves Santo, conmemoramos el inicio de esos tres días.

Los relatos de Mateo, Marcos y Lucas describen esa última cena, pero el que leímos hoy, de Juan capítulo 13, es diferente. La cena se menciona, pero lo que realmente describe es lo que ocurrió después: Jesucristo se ciñe una toalla alrededor de la cintura, echa agua en una vasija, lava los pies de los discípulos y luego los seca con la toalla. Al principio los discípulos no entienden lo que está haciendo y, de hecho, Pedro no quiere que Jesús le lave los pies. Pero en los versículos del 14 al 17, Jesús les explica el significado: “Si yo, el Maestro y Señor, les he lavado a ustedes los pies, también ustedes deben lavarse los pies unos a otros. Yo les he dado un ejemplo, para que ustedes hagan lo mismo que yo les he hecho. Les aseguro que ningún servidor es más que su señor, y que ningún enviado es más que el que lo envía. Si entienden estas cosas y las ponen en práctica, serán dichosos”.

Jesús estaba dando un ejemplo de humildad. Él sabía que había envidias entre los discípulos, que a veces discutían sobre quién era el más importante o el mejor. El orgullo y la envidia no son buenas cualidades para nadie, pero son especialmente destructivas cuando ocurren entre los líderes de la Iglesia. Jesús les estaba ordenando a estos discípulos, que estaban por convertirse en los líderes de la Iglesia, que fueran humildes.

La lectura de Juan concluye con otra enseñanza de Jesucristo. En los versículos 34 y 35, Jesús les dice: “Les doy este mandamiento nuevo: Que se amen los unos a los otros. Así como yo los amo a ustedes, así deben amarse ustedes los unos a los otros. Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos”. Es difícil pensar de una manera más profunda y a la vez sencilla de describir lo que es ser cristiano. No se trata de conocer en detalle la Biblia, de rezar o hacer retiros espirituales, ni siquiera de participar todos los domingos de la Eucaristía. Jesús nos dice: “Ámense unos a otros”. ¡Ésa es la muestra más profunda y auténtica de que estamos siguiendo a Jesucristo!

Pero amarse los unos a los otros, de la manera que Jesús nos enseñó, no es fácil. Los jóvenes se enamoran fácilmente, pero eso no siempre significa que sea un amor duradero. Lo mismo puede decirse de las relaciones de amistad o de las familiares. El tipo de amor al que Jesucristo nos invita a participar es difícil de mantener porque nos obliga a ser humildes y estar dispuestos a servirnos mutuamente con devoción.

Pensemos en nuestra relación de pareja, en nuestra familia, en la comunidad de la iglesia como si fueran talleres en los que se pone a prueba el mandato de Jesús de amarnos los unos a los otros. Es probable que estas relaciones no sean siempre color de rosa: habrá altibajos en algunas de ellas. Si están basadas en un enamoramiento superficial, es probable que no duren mucho tiempo. Pero si se basan en el respeto, la humildad y el deseo de avanzar por una causa común, entonces habrá un deseo de servirse y ayudarse mutuamente, y es probable que sobrevivan las pequeñas rencillas, enojos y molestias que son parte de nuestra naturaleza imperfecta.

Jesús nos invita a que veamos nuestras relaciones con un sentido de perspectiva; que veamos más allá de las pequeñeces y las emociones pasajeras; que sepamos ser humildes; que sepamos perdonar; que sepamos pedir perdón cuando nos equivocamos; y que sepamos también perdonarnos a nosotros mismos.

Hay mucha diversidad en las maneras en que los cristianos conmemoran la Semana Santa, y la verdad es que no sabemos cómo la celebraban los primeros cristianos. Para algunos, éstos serán días como cualquier otro; para otros, serán días de confesarse, de participar en procesiones, de abstenerse de comer carne; para otros más, será una temporada dedicada a orar o a leer la Biblia. Algunas iglesias realizarán el lavamiento de pies, recordando lo que leímos hoy en el evangelio de Juan. Algunas familias e iglesias se reunirán para ver alguna película inspirativa, como por ejemplo “Jesús de Nazaret”, de Franco Zeffirelli.

Pero tal vez la mejor manera de conmemorar la Semana Santa sea tratar de ser humildes y de ayudarnos y amarnos los unos a los otros tal como Jesús nos mandó que lo hiciéramos. Jesús nos dio el ejemplo perfecto. A nosotros sólo se nos pide que, con todas nuestras imperfecciones y defectos, simplemente tratemos de ser humildes, de amarnos y de seguir sus pasos.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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