Sermones que Iluminan

Navidad 2 – 2015

January 04, 2015


Nos encontramos todavía en pleno ambiente navideño. Celebramos el nacimiento de un mesías liberador en la presencia de un niño indefenso llamado Jesús. Este niño, como todo niño, necesitó la protección de María y José, e incluso la ayuda divida, para escapar a la persecución de la maldad de este mundo.

Los escritores de los evangelios siempre tienen presente lo escrito en el Antiguo Testamento. En este caso, Mateo tiene un ejemplo claro en la figura de Moisés. A la muerte de José y sus hermanos, sube al trono de Egipto un rey que teme a los israelitas por rápido crecimiento en población. Teme que creciendo tanto le puedan hacer frente y un día puedan escaparse de Egipto. Ante esa eventualidad da orden a las parteras que asisten a las hebreas de que maten al recién nacido si es niño, y la dejen vivir si es niña. Las parteras desobedecieron. Entonces el rey dio la misma orden a los hombres. Éstos debían matar a todo niño varón hebreo.

Cuando nació Moisés, su madre lo tuvo escondido durante tres meses. Cuando vio que no podría seguir ocultando a su hijo, lo colocó en una cestita y lo depositó entre los juncos a la orilla del Nilo. La hija del faraón bajó a bañarse en el Nilo y descubrió al niño. Lo salvó y ordenó que una hebrea amamantara al niño, y fue precisamente la madre de Moisés.

Moisés creció y empezó a asumir la responsabilidad de proteger a los israelitas esclavizados. Moisés mató a un egipcio, y tuvo que huir para escapar de la ira del faraón. Fue a Madián donde logró casarse. Pasaron los años y el Señor le ordenó que volviera a Egipto a liberar al pueblo de Israel: “Vuelve a Egipto, que han muerte los que intentaban matarte”.

Pero Moisés presente varias escusas, alegando que los israelitas no le creerían ni el faraón le obedecería ni tenía palabra adecuada para hablar. El Señor le dice. “Yo estaré contigo” y además le cargó de poderes para que ofuscara al faraón. Y así sucedió. Y sabemos, por el resto de la historia, que Moisés con l ayuda de Dios, liberó al pueblo de Israel.

Con ese trasfondo, el evangelio nos presenta una historia paralela. Un ángel del Señor se parece en sueños a José y le instruye que huya a Egipto con su familia, “porque Herodes va a buscar al niño para matarlo” (Mateo 2: 13).

Una vez muerto el terrible Herodes, de nuevo, Mateo tiene presente otro mandado de Dios: “Desde Egipto llamé a mi hijo” (Oseas 11:1). Así que de nuevo el Ángel del Señor se parece en sueños a José en Egipto y le dice. “Levántate, toma al niño y a su madre y regresa a Israel, pues han muerte los que atentaban contra la vida del niño” (Mateo 2: 19).

José se entera que Arquelao había su padre Herodes, decidió retirarse a la región de Galilea a un pueblo llamado Nazaret. Así se cumpliría lo anunciado por los profetas: “Será llamado Nazareno”.

Jesús sufre desde el primer momento todas las penalidades de una familia pobre, persecución, probablemente hambre, frío, calor. Por eso san Pablo, podrá afirmar que el hijo de Dios se hizo semejante a nosotros, y no hizo alarde de ser igual a Dios (Filipenses 1: 6ss).

Y el niño, nos dice san Lucas, bajo la protección de los padres, “crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y el favor de Dios lo acompañaba” (Lucas 2: 40).

En estas dos historias encontramos todos los elementos que enmarcan nuestras vidas en esta tierra. Nacemos débiles, y desde el primer momento necesitamos abrigo y protección. Normalmente nuestros padres cubren esas necesidades. Y somos felices si así sucede, pero hay miles y miles de niños que no han sido tan afortunados como nosotros. ¿Cómo crecerán esos niños sin un entorno protector digno?

Moisés fue escogido para llevar a cabo una gran misión, la de liberar al pueblo israelita de la esclavitud a que estaba sometido en Egipto. Jesús fue enviado por Dios Padre casa llevar a cabo la mayor empresa que se haya conocido en toda la historia de la humanidad, la de liberarnos del yugo de nuestras pasiones y egoísmo. Si imitamos cien por cien a Jesús quedaremos libres de toda dependencia y esclavitud.

En nuestras vidas todos tenemos que cumplir alguna función. Algunos, una función más importante que otros. Pero todos, sin excepción debemos que hacer algo en esta vida. Las más de las veces podemos actuar como Moisés diciendo: “no sé hablar”, “no puedo hacer tal cosa”, “no me creerán lo que les diga”. De algo podemos estar seguros, Dios estará con nosotros en todo momento. Dios nos acompaña siempre en nuestro caminar. Dios no nos abandona, somos nosotros los que nos olvidamos de Dios.

Moisés obró portentos con la ayuda de Dios, porque su tarea era enorme: luchar contra todo un tirano: el faraón. Pero, lo decisivo fue el obedecer. Moisés obedeció al Señor.

En la historia del cristianismo han surgido infinidad de almas santas que por seguir de cerca los pasos del Señor también han realizado portentos. En realidad no hay empresa grande o pequeña. En realidad no hay tarea más noble que la de cuidar de los hijos que Dios pone a nuestro cuidado. Y hacer que crezcan en salud, sabiduría y santidad, justamente como el niño Jesús.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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