Sermones que Iluminan

Pascua 3 (C) – 2016

April 11, 2016


¡Algo magnífico sucedió, algo inexplicable que parece ser imposible! ¡Jesús ha resucitado! María Magdalena, Juana, María madre de Santiago, y las otras mujeres les llevaron la gran noticia a los discípulos. Ya no tienen que buscar al que vive entre los muertos. Jesús se les apareció no solamente una vez, sino dos veces. Ya no se podía negar la realidad, ¡Jesús está vivo! Su pastor había resucitado.

Aunque sus discípulos sabían que Jesús ya no estaba en el sepulcro y aunque lo habían visto y tocado, regresan a sus vidas como si nada hubiera sucedido. Tal vez estaban en estado de shock. Tal vez fue lo único que pudieron hacer después de esos eventos tan extraordinarios. Regresaron a sus vidas normales de pescadores. ¿Sería que olvidaron las palabras de Jesús cuando les dijo, “vengan conmigo que yo los haré pescadores de hombres?”

El evangelio nos dice que Jesús se le aparece de nuevo a sus discípulos y que ellos ¡no lo reconocen! Recordemos que ésta ya es la tercera vez que ven a Jesús después de su resurrección. Cuando Jesús les dice que tiren la red del lado derecho del barco, Juan, el discípulo amado lo reconoce y despierta a Pedro quien se viste y se lanza al mar para llegar a su Señor.

El evangelio nos presenta dos reacciones distintas a la presencia de Jesús. Algunos lo reconocemos inmediatamente y corremos a contárselo a los demás como las mujeres que visitaron la tumba vacía. Hay otros que al escuchar las buenas nuevas nos lanzamos al mar para estar más cerca de él igual que Pedro. Las dos reacciones son válidas e importantes. Nosotros como discípulos de Cristo tenemos la responsabilidad de reaccionar como Juan y no quedarnos con las buenas nuevas. Tenemos que compartirlas, despertar a los que están durmiendo y decirles que Cristo está presente. Igualmente, también tenemos la responsabilidad de correr, brincar o nadar hacia Cristo. Al ser discípulos somos llamados a actuar y estar dispuestos a correr riesgos para compartir las buenas nuevas de Cristo.

Es por eso que tenemos que gritar con fuerza el mensaje de la resurrección y llevarlo a todos los rincones del mundo. Llevar ese mensaje de amor que Cristo nos dejó, especialmente en estos días en que el mundo sufre tanta discordia y tanto dolor. Es ahora que necesitamos gritar con más fuerza que Jesucristo vive, él ha resucitado y ha vencido al mal. Hoy más que nunca necesitamos compartir su mensaje de paz y de amor.

El mundo necesita ese mensaje. El mundo necesita a Cristo.

Nosotros debemos darle ánimo a todos aquellos que viven en tinieblas para que, aunque la oscuridad sea grande y densa, y parezca ser imposible ver la luz, asegurarles que ¡la luz existe! Nosotros como discípulos de Cristo conocemos su existencia porque sabemos que Dios existe. Cristo vive y no hay fuerzas dentro o fuera de este mundo que puedan vencer ese mensaje de resurrección.

¡La única reacción inaceptable al conocer a Cristo para los discípulos y para nosotros es de echar para atrás – retroceder! Como lo hicieron los discípulos tenemos que seguir adelante. Nuestras vidas cambiarán – ¡tienen que cambiar! Así como ellos no pudieron regresar a sus vidas anteriores nosotros tampoco podemos regresar a nuestras vidas antes de conocer el amor de Dios y el mensaje de Cristo.

La resurrección no sólo cambió la vida de Jesús y la de sus discípulos, también cambia nuestras vidas cuando nos entregamos completamente a Jesús. No importa qué tan grandes sean nuestros pecados o numerosos nuestros defectos, Jesús siempre está listo para aceptarnos con la única condición de que estemos listos para cuidar de sus ovejas.

Es por eso que Jesús le pregunta una y otra vez a Pedro si lo ama. Pedro una y otra vez le contesta que sí a lo cuál Jesús le responde de la misma manera “cuida de mis ovejas”. Jesús no le reclama a Pedro por haberlo negado, sino que reconoce que Pedro ha cambiado y le da una tarea simple y clara “cuida de mis ovejas”. Así también se nos da a nosotros la tarea de cuidar y amarnos los unos a los otros especialmente a las ovejas que andan perdidas y descarriadas vagando por este mundo.

Jesús no nos ha reclamado todas las veces que lo hemos negado con nuestras palabras y nuestras acciones. Jesús solamente nos llama a que lo sigamos y a que nos amemos como él nos ama. Porque al amar a nuestro prójimo, al cuidar a sus ovejas vivimos el evangelio de tal forma, que llegamos a reconciliarnos por las maneras en las que con nuestras acciones o inacciones hayamos negado a Cristo. Jesús nos perdona como perdonó a Pedro y nos invita a ser parte de una comunidad de discípulos con un llamado especial: Seguir y amar.

Aunque caigamos una y otra vez Jesús no nos defrauda. Nos da la mano, nos ayuda a levantarnos y nos manda al mundo como sus representantes, para proclamar su mensaje reconciliador de amor y de esperanza.

En la resurrección se vence la muerte y se da la vida eterna. Por medio de Jesús la trayectoria de nuestras vidas cambia. Si queremos vivir la resurrección de una manera auténtica tenemos que reconocer al Jesús que camina entre nosotros y correr hacia él, entregándole nuestro ser. Nosotros debemos vivir nuestras vidas con una fe ciega. Debemos seguir el mandato que nuestro señor nos dejó “amar a Dios sobre todo y amar al prójimo como a ti mismo”.

Hermanos y hermanas, ¿estamos listos para vivir la resurrección? ¿Estamos listos para dejar atrás nuestras vidas pasadas y seguir a Cristo? Ojalá lo estemos, ojalá que este año vivamos completamente ese mensaje tan importante que Jesús nos dejó. Ojalá no nos olvidemos de reconocer a Jesús, de correr hacia él y proclamar su amor en nuestro mundo que tanto lo necesita.

¿Estamos listos para levantarnos, dejar atrás nuestras vidas, y seguirlo?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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