Sermones que Iluminan

Pascua 7 (C) – 2019

June 03, 2019


“Pero no ruego sólo por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno.”
Evangelio según San Juan, capítulo17, versículos 20 y 21a.

Cuarenta días después de encontrar la tumba vacía, el pasado jueves en el calendario litúrgico, se celebró la ascensión de Jesús. El próximo domingo, cincuenta días después de la proclamación de María de haber visto al Señor resucitado, celebraremos la fiesta de Pentecostés, cuando se conmemora el desbordamiento abundante del Espíritu Santo sobre la multitud y toda la iglesia. Estos dos eventos, ascensión y Pentecostés, sirven para enmarcar el momento en que nos encontramos hoy, un entremedio cronológico pero también simbólico, de personas que seguimos a Cristo en expectativa de su regreso inminente.

La lectura del evangelio según Juan, que se acaba de proclamar, es el culmen del discurso de despedida de Jesús que comienza en el capítulo 14. Este discurso busca preparar a los discípulos para continuar su labor cuando Jesús ya no esté físicamente con ellos; y esto lo lograrán en gran medida por el regalo, la presencia y el sustento del Espíritu Santo Consolador, Intercesor, Espíritu de Verdad. Concretamente, el capítulo 17 es una oración amplia y larga de Jesús dirigida a Dios intercediendo por sus discípulos.

Llegamos entonces, a los versículos 20 y 21 donde ocurre algo extraordinario con el tiempo, un movimiento de cronos a kairós, es decir, un movimiento de un tiempo cronológico a otro que es el tiempo de Dios. ¿Qué quiere decir esto? El tiempo cronológico marca eventos sucesivos y puede ser medido por un reloj, por ejemplo; otros eventos ocurren en el tiempo de Dios, que es el tiempo apropiado, en el cual pueden coexistir pasado, presente, y futuro. El hecho de que Dios tiene su propio tiempo hace parte de la buena nueva de Dios en Cristo, dado que nos incluye como congregación hoy —a todas las personas presentes aquí, ayer, hoy y mañana— en la obra salvífica de Dios y la realización de su reino. Es decir, aunque aquí relata Juan la intercesión de Jesús por sus discípulos, quienes estaban en ese momento con él, también nos incluye hoy en dicha oración: “no ruego sólo por éstos, sino también por [aquellas personas] que han de creer en mí al oír el mensaje.”

Toda persona presente aquí y ahora está incluida en dicha oración. ¿Cómo nos sentimos al saber que cuando Jesús oraba por sus discípulos, hace 2.000 años, en esencia oraba también por los aquí presentes? Podríamos decir que con esas palabras el tiempo de Dios colapsa el tiempo cronológico y limitado, extendiendo inmediata e infinitamente su mensaje de salvación. Y ¿Cuál es nuestra respuesta a este regalo? En el caso de la lectura de hoy hay dos respuestas: la invitación a compartir la Palabra con otras personas (el evangelismo) y el trabajo por la unidad, por una comunión que refleje la unidad de Dios.

En la primera lectura tenemos un ejemplo del primer resultado: la evangelización. En medio de los sucesos dramáticos que llevan a Pablo y Silas a ser azotados y encarcelados en Filipos de Macedonia, ellos oraron, cantaron, y compartieron la Palabra con otras personas; en medio de esto lograron, de manera espectacular y milagrosa, su libertad física y, en consecuencia adicional, la conversión del carcelero y posiblemente la de otras personas que también se encontraban en la cárcel. Después del terremoto y el desencadenamiento de todas las personas en esa cárcel, el carcelero, dentro de su desesperación, les preguntó: “Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?” [Pablo y Silas] le respondieron: “Cree en el Señor Jesús, y serás salvo, tú y toda tu casa.” Y esto no sólo calmó al carcelero sino que produjo un cambio integral para toda su familia. Nuevamente, las repercusiones de compartir la Palabra, lo que es nuestro deber, surgen en el tiempo de Dios y están en manos de Dios. Nuestra responsabilidad es compartir la Palabra; los resultados se darán. La respuesta en este caso fue el bautismo de un hogar entero.

Leímos en los Hechos de los Apóstoles:

“Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa. El carcelero los tomó en aquella misma hora de la noche y les lavó las heridas, y enseguida fue bautizado con todos los suyos.”

El llamado que Dios nos hace a compartir la Palabra es claro en el texto. Ése es el propósito del libro: demostrar el poder de compartir la Buena Nueva de Dios en Cristo. Pero, ¿qué hay de la “unidad”? ¿Cómo se cumple en las diferentes lecturas el deseo de que reflejemos la unión que en sí es característica de Dios? En los pasajes de hoy los sucesos no ocurren a personas aisladas (salvo la mujer esclava con el espíritu pitón con quien se introduce la lectura del evangelio), sino que acontecen en comunidad. En la cárcel Pablo, Silas y el carcelero no están solos, otras personas fueron liberadas también; el carcelero no está aislado, sino que es presentado con toda su familia; Jesús no proclama su oración en total aislamiento de sus discípulos. Esto demuestra que todas las personas son parte del cuerpo de Cristo, parte de algo más amplio de lo que podemos lograr individualmente; cada persona con su función, su don, su llamado.

Para todos y todas aquí presentes, ahora es el tiempo de Dios; ahora es el tiempo de compartir las buenas nuevas de Dios en Cristo. Aunque aún esperamos el regreso de Cristo, el tiempo de Dios es hoy. Su reino, el cumplimiento de sus promesas, ya se realizan y se continúan realizando. Con la idea que el tiempo de Dios es ahora y ayer y mañana, ya podemos participar y expandir el Reino. Es decir, que cuando leemos del libro del apocalipsis, en el capítulo 22, los versículos 21 y 21, no solo lo hacemos sobre algo que se realizará plenamente en un tiempo futuro, también leemos algo de lo cual somos partícipes ahora. Esperamos sabiendo que Jesús ya está presente:

“El Espíritu y la esposa dicen: “Ven.” Y el que oye, diga: “Ven.” Y el que tiene sed, venga; y el que desee, que tome gratuitamente del agua de la vida.
El que testifica de estas cosas dice: “Sí, vengo pronto.” Amén. Ven, Señor Jesús.
La gracia del Señor Jesús sea con todos [y todas]. Amén.”

La Rvda. Carla E. Roland Guzmán, PhD, es Rectora de la Iglesia Episcopal de San Mateo y San Timoteo en la Ciudad de Nueva York. smstchurch.org. Profesora, Facultad Afiliada en Historia de la Iglesia Seminario Teológico General (GTS) en Nueva York; Coordinadora, Fe, Familia, Igualdad: La Mesa Redonda Latinx (programa de CLGS) fefamiliaigualdad.org

¡No olvide suscribirse al podcast Sermons That Work para escuchar este sermón y más en su aplicación de podcasting favorita! Las grabaciones se publican el jueves antes de cada fecha litúrgica.

 
 
 
 
 
 
 
 

Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

Click here