Sermones que Iluminan

Propio 10 (C) – 2010

July 11, 2010

Preparado por la Rvda. Miguelina Espinal

Amós 7:7-15 y Salmo 82 (o Deuteronomio 30:9-14 y Salmo 25:1-10); Colosenses 1:1-14; San Lucas 10:25-37

La Parábola del Buen Samaritano es, sino la más conocida, una de las más conocidas por el pueblo cristiano. Es la historia bíblica más utilizada cuando se trata el tema de la solidaridad.

Esta historia se inicia con la conversación de Jesús con uno de sus seguidores. Este seguidor, cuya identidad no es revelada, pregunta qué es necesario hacer para heredar la vida eterna. Jesús, hace lo que muchos de nosotros hacemos frecuentemente: responder una pregunta con otra pregunta, “¿Qué está escrito en la ley?”.   El seguidor entonces cita la ley de Moisés, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con todas tus fuerzas, y con toda tu mente; y a tu prójimo como a ti mismo”.  Jesús entonces le reafirma que ese es el camino a seguir.

Y la verdadera pregunta que subyace en la mente de este seguidor sale a relucir, ¿y quién es mi prójimo?  Jesús le cuenta una historia que ilustra muy bien el significado de la palabra prójimo.

Y es entonces cuando empieza a contar la historia de aquel buen samaritano que se ha convertido en un ejemplo a seguir para muchos hombres y mujeres que manifiestan su fe y amor a Dios ayudando a los más necesitados.

Para entender la magnitud y el impacto que esta historia tuvo en ese seguidor de Jesús y en todos aquellos que escucharon la parábola, es importante entender el contexto histórico de la relación entre el pueblo judío y el pueblo samaritano.

Samaria era una provincia que estaba habitada por una población que no era puramente judía en sus origines, situada entre Galilea y Judea. Desde la invasión asiria en el año 721 Antes de Cristo se instalaron muchos emigrantes, y diferentes etnias y creencias se habían mezclado.  Esa región se había convertido en un centro multiétnico.  Debido a esto, los judíos consideraban a los samaritanos un pueblo impuro, ya que su sangre estaba mezclada con la de pueblos extranjeros.

Por su lado, los samaritanos negaban la importancia religiosa de Jerusalén, siendo esto un insulto para los judíos, quienes consideraban a los samaritanos herejes y no aprobaban ningún trato o relación con ellos.  De hecho, cuando los samaritanos iban a Jerusalén los judíos no les permitían pasar más allá del lugar reservado para los paganos y no les permitían presentar sacrificios porque consideraban que ellos no adoraban a Dios adecuadamente.

En la parábola de Jesús, el hombre que hizo la obra bondadosa es un “samaritano”.  Sí, un samaritano, uno que era sujeto de discriminación, rechazo y prejuicio. Un samaritano… No el levita, o el sacerdote, sino el samaritano, es quien sintió compasión del hombre herido, lo ayudó, lo trasladó y se aseguró de que estuviese bien cuidado. El hombre samaritano caminó la milla extra por un desconocido.  Y es esa la parte de la historia que deja desconcertados a los oyentes. La obra vino de aquel de quien menos se esperaba.

Esta parábola nos exhorta a ser solidarios con los más necesitados.  La solidaridad es uno de los valores humanos por excelencia.  Es definida como la colaboración mutua entre las personas.

El diccionario manual de la lengua española define solidaridad como el apoyo a una causa o interés del otro.

Desde una perspectiva bíblica, podríamos decir que la solidaridad es hermana de la compasión.  Estamos llamados a ser compasivos en ese proceso de amarnos los unos a los otros y de amar al prójimo como a nosotros mismos. Estamos llamados a reconocer las necesidades de otros y responder a ellas como si fueran nuestras, entendiendo la situación de nuestro prójimo.

La Parábola del Buen Samaritano también nos invita a derribar las fronteras discriminatorias que levantamos y que nos dividen y separan de los demás.

Los prejuicios entre los pueblos, lamentablemente continúan siendo una realidad en el mundo actual. 

Dios nos llama a considerar a todas las personas iguales, independientemente de su raza, origen o posición. Jesús da vivo ejemplo de ello cuando se acerca al pozo y dialoga con la mujer samaritana, o cuando acepta la invitación a cenar en la casa de Zaqueo o cuando salva a la mujer adultera de ser apedreada. Ellos eran su prójimo. La pregunta de hoy para nosotros es ¿quién es nuestro prójimo?  Es tiempo de levantar los prejuicios, de ver más allá de las apariencias, de mirar la esencia en cada ser humano y reconocer en él o ella a un hijo e hija de Dios.

En la medida que maduramos espiritualmente entendemos cada vez más esta gran verdad; una verdad que nos invita a practicar nuestro amor y compasión a tiempo y a destiempo.

La pregunta del seguidor de Jesús se nos presenta cada día.  Constantemente tenemos la oportunidad de tomar una decisión, seguir caminando como el sacerdote y el levita o parar, reconocer las heridas de nuestro prójimo y dedicar tiempo a ayudar a curarlas.

Entonces cada día la respuesta a la pregunta  ¿Quién es tu prójimo? ¡Es todo aquel que no eres tú!

Permita Dios que crezcamos en amor hacia El y amor los unos a los otros, haciéndonos presentes en la vida de aquellos que más lo necesitan.

Que el Señor los bendiga.

Amén.


— La Rvda. Miguelina Espinal es oriunda de La República Dominicana. Sirve como la Encargada de la Iglesia de la Epifanía en la Diócesis de Newark.  Fue miembro del Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal, tiene quince años de experiencia trabajando con el ministerio de jóvenes y sirvió como la coordinadora del ‘esfuerzo de la búsqueda del liderazgo pastoral’ (PLSE) para los que trabajan en la Oficina de la Obispa Primada. La Rvda. Espinal fue miembro del Consejo Ejecutivo de la Iglesia Episcopal.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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