Sermones que Iluminan

Propio 11 (A) – 2014

July 20, 2014


Hemos venido exponiendo y analizando las parábolas del reino de Dios, comparaciones que nos llevan a entender lo que significa reino de Dios y la manera cómo obra en y entre nosotros. Pero surge una pregunta o quizás varias ¿qué es el Reino de Dios?

Respondamos con la misma Palabra de Dios: “está en el corazón de las personas de buena voluntad”. Es el mismo Dios que habita en nosotros, si de verdad somos personas de buenas obras, de buenos deseos y de buenos propósitos. En pocas palabras, donde habita Dios, allí esta su reino.

Entonces Jesús para llevar su mensaje a los que le siguen, le escuchan, e incluso, persiguen, usa las parábolas para que el mensaje llegue a sus interlocutores, incluidos sus discípulos. Son ejemplos de la vida diaria, de la cotidianidad de las personas de Israel, sencillos relatos que permiten que el mensaje sea entendido y asimilado. En el evangelio de hoy Jesús expone la parábola de la mala hierba o cizaña.

Es normal que durante el crecimiento de lo que se ha sembrado, crezca también la cizaña o mala hierba, llamada también maleza, la cual impide el buen crecimiento de las plantas, incluso roba el abono o fertilizante, lo que hace que el campesino, no logre una buena cosecha. Para evitar el crecimiento de esta maleza, se han inventado numerosos químicos y también otra clase de remedios orgánicos que la controlan. Entonces, ¿qué hacer frente a este mal?

Al leer este pasaje evangélico, Jesús dice a sus discípulos y seguidores: “Sucede con el reino de los cielos como con un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero cuando todos estaban durmiendo, llegó un enemigo, sembró mala hierba entre el trigo y se fue”. La cizaña es una hierba venenosa y embriagadora que, cuando esta germinando, se parece al trigo, pero que, una vez crecida, es de menor altura. El trigo se distingue de la cizaña por sus frutos. Al ser la cizaña una planta nociva, en el Antiguo Testamento es usada para hacer referencia a los pecadores. Como las zarzas, la cizaña representa a los que se oponen al crecimiento del reino de Dios.

Siguiendo con la lectura del presente evangelio, podemos ver el desarrollo de este relato: “Cuando el trigo creció y se formó la espiga, apareció también la mala hierba. Entonces los trabajadores fueron a decirle al dueño: ‘Señor, si la semilla que sembró en el campo era buena, ¿de dónde ha salido la mala hierba?”. “El dueño les dijo: ‘Algún enemigo ha hecho esto’. Los trabajadores le preguntaron: ¿Quiere usted que vayamos a arrancar la mala hierba?”. “Pero él les dijo: ‘No, porque al arrancar la mala hierba pueden arrancar también el trigo, lo mejor es dejarlos crecer juntos hasta la cosecha; entonces mandaré a los que han de recogerla que recojan primero la mala hierba y la aten en manojos, para quemarla, y que después guarden el trigo en mi granero”. Evidentemente, en cualquier campo hay hierbas dañinas que es difícil eliminar. Solo es posible separar la cizaña del trigo después de la cosecha con un aparato especial llamado tamiz, el cual hay que calibrar bien, ya que los granos de la cizaña son más pequeños que los del trigo. Luego, la cizaña se quema, y el trigo se lleva al granero. Del verso 36 al 43, Jesús explica a sus discípulos en privado la parábola de la cizaña: “Jesús despidió entonces a la gente y entró en la casa, donde sus discípulos se le acercaron y le pidieron que les explicara la parábola de la mala hierba en el campo”.

Si leemos detenidamente los versículos antes mencionados, podemos entender claramente esta parábola de la mala hierba, donde Jesús es el sembrador junto al Padre celestial, la siembra se da en el campo de este mundo donde vivimos. Aquellos de buena voluntad, son la buena semilla, en tanto que la mala hierba está representada por aquellas personas que obran mal, seducidos por la cizaña, que es una planta seductora, que ha engañado a muchos, unos han caído, otros no se han dejado engañar, optando por el reino de Dios.

Juntos crecen en este mundo: los humanos de buenas obras, expandiendo el amor, la justicia, la paz; en tanto que otros de mal corazón, permanecen en este mundo seduciendo a otros, haciendo malas obras carentes de amor, paz y justicia. Dios cosecha al final de los tiempos, separa el trigo de la cizaña. A los que han permanecido haciendo mal, serán echados al fuego, donde, como dice el evangelio… “vendrá el llanto y la desesperación”. En tanto que los que han practicado el amor junto a la justicia y la paz, “brillarán como el sol en el reino de su Padre”.

Muchas personas cristianas y no cristianas, al observar y vivir las penurias de este mundo, los asesinatos, el hambre que sufren millones, la miseria extrema de otros tantos, se quejan ante Dios, expresando, que si Dios existe, ¿por qué no hace justicia? ¿Por qué no erradica el mal de este mundo cruel?, olvidando que Dios nos creó a todos en la libertad de escoger lo que es positivo y lo que no lo es. Muchos se olvidan de que somos los inventores de los males y de la destrucción, seducidos por el demonio, que es el “enemigo” en el presente evangelio, aquel que se aprovecha de la “noche” del pecado para sembrar la “mala hierba”, principio de todo mal, destrucción, caos.

Ya en el libro del Génesis donde se narra el sueño que tuvo Jacob: “Allí tuvo un sueño, en el que veía una escalera que estaba apoyada en la tierra y llegaba hasta el cielo, y por la cual los ángeles de Dios subían y bajaban. También veía que el Señor estaba de pie junto a él, y que le decía: ‘Yo soy el Señor, el Dios de tu abuelo Abraham y de tu padre Isaac. A ti y a tus descendientes les daré la tierra donde estas acostado… Yo estoy contigo; voy a cuidarte por dondequiera que vayas, y te haré volver a esta tierra. No voy a abandonarte sin cumplir lo que te he prometido”. Lo que significa que Dios acompaña siempre a quienes se dedican a obrar bien, a quienes son de buena voluntad, a quienes cumplen a cabalidad su ley.

Y respecto de la libertad en la que hemos sido creados por Dios, san Pablo, dice: “Así pues hermanos, tenemos una obligación, pero no es la de vivir según las inclinaciones de la naturaleza débil. Porque si viven ustedes conforme a tales inclinaciones, morirán; pero si por medio del Espíritu Santo hacen morir ustedes esas inclinaciones, vivirán. Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, son hijos de Dios”. Este texto de Pablo reafirma que hemos sido creados libres por un Dios que ama la libertad, como dice el mismo san Pablo: “Pues ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud que los lleve a sentir de nuevo miedo, sino el Espíritu que los hace hijos de Dios”. Somos libres porque fuimos creados libres, y haciendo mal uso de tal libertad incurrimos en malas obras que destruyen el mundo en que vivimos.

Finalmente, el punto predominante de la parábola de la “Mala Hierba” está en la “cizaña” que sembró el “enemigo”; mejor dicho, en lo que debemos hacer o dejar de hacer para que crezca el reino. No hay que apresurarse principalmente a efectuar la recolección o cosecha, “Dios enviará a sus ángeles para que recojan la cosecha”, dice el evangelio. Jesús dirige su mensaje a los pecadores, no a los puros. Es necesario dar un tiempo adecuado a la conversión.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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