Estudio Bíblico

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Estudio Bíblico: Epifanía 2 (C) – 2019

January 20, 2019


Isaías 62: 1-5

Las bodas son momentos de gran celebración para una familia, una comunidad y, especialmente, para una pareja que juntos comienzan una nueva vida. El profeta usa esta imagen del novio y la novia como un ejemplo de cómo Dios ve al pueblo de Dios. En una boda, el sentido del amor es tangible cuando la pareja se mira con deleite.

El nombre del pueblo de Dios se cambió de “Abandonado” a “Mi deleite está en él” y este cambio de nombre lo inicia el Señor. Un cambio en el nombre indica un cambio en la identidad. Cuando me casé, eran muchos los lugares donde tenía que registrar mi nuevo nombre, así que me parecía que se lo daba a conocer a las naciones. No hice nada para ganarme el amor de mi cónyuge, y no tuve que actuar para merecerlo. Quizás por eso vemos tantas referencias al matrimonio en la Biblia, porque es la relación más íntima que pueden tener las personas, y es el amor incondicional y nunca ganado. No hay nada que pueda hacer que me haga ganar más amor de Dios que el que existe en este momento. De manera similar, no hay nada que pueda hacer que haga que Dios me ame menos de lo que me ama ahora. Dios nos ama porque la naturaleza de Dios es amar.

  • ¿Cuál es el nombre de Dios para ti?
  • ¿Tienes la sensación de que Dios se deleita en ti y se regocija contigo?

Salmo 36: 5-10

El amor de Dios es amplio, incomprensible e interminable. De pie al borde sur del Gran Cañón, la vista es magnífica. Esa es la imagen que me viene a la mente cuando consideramos el amor de Dios que llega a los cielos y lo pequeño que me sentí en relación con mi entorno. Incluso con la inmensurable grandeza del amor de Dios, el pueblo de Dios puede agruparse como las crías bajo la sombra del ala de Dios para su protección. Este es el aspecto de Dios tanto incomprensiblemente grande como profundamente íntimo al mismo tiempo.

La bondad amorosa es la traducción de chesed, una palabra hebrea que tiene implicaciones de lealtad y compromiso que va mucho más allá de lo que se esperaría por la ley o el deber. Este amor supera la imaginación y es tan abrumador como el mirar a través del Gran Cañón. El amor de Dios provee todo lo que necesitamos para la vida: alimento, luz y protección.

  • ¿Qué significa ser “verdad de corazón”?
  • ¿Hay algún aspecto en tu corazón que parezca falso y podrías decidir renunciar?
  • ¿Dónde se te invita a que consideres mostrar una bondad amorosa (cuidado más allá del deber o la ley) a aquellos con quienes te encuentras esta semana?

I Corintios 12: 1-11

En una sociedad que se basa en transacciones, los regalos perjudican las obras. El adagio, “Me rascas la espalda y te rasco la tuya”, resume muchas de nuestras interacciones diarias. Le pago el café a mi amiga esta semana, y la próxima semana, ella se hace cargo de la cuenta. Me he dado cuenta de que si siempre se espera que pague yo, empiezo a sentirme resentida y poco generosa. Cuando recibo un regalo de un amigo que parece “demasiado generoso”, me siento incómoda. Deseo un equilibrio en las relaciones: igualdad en dar y recibir, por lo que no me siento obligada ni aprovechada. Contrasta esto con el amor de Dios que nos da dones una y otra vez, y nunca nos hacemos cargo.

Pablo escribe a la iglesia en Corinto donde aparentemente el competir resulta ser un problema. Los seres humanos aman el picoteo y saber quién es el más importante en la sala. Pablo dice que los dones espirituales se dan para el bien común, y el Espíritu elige quién recibe un don. Los dones no se ganan ni se merecen, simplemente se reciben. En términos humanos, a menudo nos impresionamos más con un don que con otro. Por lo general, estoy más impresionada por aquellos que tienen dones que me faltan. Pablo nivela el campo de juego diciendo que hay un solo Espíritu, un solo Dios, y todos los dones son para el bien común (no para crear una jerarquía). A medida que ordeno los dones creo un desorden a los ojos de Dios.

  • ¿Cuál de tus dones usas para el bien común?
  • ¿Has considerado los dones como transacciones?

Juan 2: 1-11

El primer milagro de Jesús en este evangelio es la transformación del agua en vino. El evangelista escribe que hay siete signos (o milagros) que incluyen curaciones, alimentación, resucitación de Lázaro de los muertos y caminar sobre el agua. Este primer signo se lleva a cabo en una boda, y la madre de Jesús acude a él porque se han quedado sin vino. En el tiempo de Cristo, las bodas duraban una semana, y quedarse sin vino sería una humillación para las familias. ¿Era María familia de las personas que se casaban o simplemente estaba sintonizada con su angustia y convencida de que su hijo podía ayudar? Jesús toma el agua ordinaria y la transforma en “buen vino”, hecho para la celebración.

La curación y la alimentación son posiblemente necesarias para la vida y, sin embargo, en el primer milagro registrado, es la transformación de algo muy común: el agua en vino para la celebración. Este milagro también tuvo una exposición limitada, porque los sirvientes sabían de dónde venía el vino, pero cuando todo se consumiera, no quedaría ninguna evidencia del milagro. Contrasta este milagro con la resurrección de Lázaro; este milagro puede parecer algo frívolo y común, con un impacto limitado en la comunidad, pero como signo, nos habla acerca de Jesús. Este buen vino (120 a 180 galones de él) refleja la abundancia de Dios que vimos en el salmo. Las bodas son experiencias comunes, y Jesús asistió a una.

  • ¿Dónde has notado signos de Jesús en lo común?
  • ¿Qué hay de común en tu vida que podría transformarse en una causa de celebración por parte de Jesús?

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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