Calendario Litúrgico

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Noveno domingo después de Pentecostés

Propio 12

La Colecta:

O God, the protector of all who trust in you, without whom nothing is strong, nothing is holy: Increase and multiply upon us your mercy; that, with you as our ruler and guide, we may so pass through things temporal, that we lose not the things eternal; through Jesus Christ our Lord, who lives and reigns with you and the Holy Spirit, one God, for ever and ever. Amen.

Antiguo Testamento: Génesis 29:15-28

15 Labán dijo a Jacob: —No vas a trabajar para mí sin ganar nada, sólo porque eres mi pariente. Dime cuánto quieres que te pague.

16 Labán tenía dos hijas: la mayor se llamaba Lía, y la menor, Raquel. 17 Lía tenía unos ojos muy tiernos, pero Raquel era hermosa de pies a cabeza. 18 Como Jacob se había enamorado de Raquel, contestó: —Por Raquel, tu hija menor, trabajaré siete años para ti.

19 Entonces Labán contestó: —Es mejor dártela a ti que dársela a un extraño. Quédate conmigo.

20 Y así Jacob trabajó por Raquel durante siete años, aunque a él le pareció muy poco tiempo porque la amaba mucho. 21 Cuando pasaron los siete años, Jacob le dijo a Labán: —Dame mi mujer, para que me case con ella, porque ya terminó el tiempo que prometí trabajar por ella.

22 Entonces Labán invitó a todos sus vecinos a la fiesta de bodas que hizo. 23 Pero por la noche Labán tomó a Lía y se la llevó a Jacob, y Jacob durmió con ella. 24 Además, Labán le regaló a Lía una de sus esclavas, llamada Zilpá, para que la atendiera. 25 A la mañana siguiente Jacob se dio cuenta de que había dormido con Lía, y le reclamó a Labán: —¿Qué cosa me has hecho? ¿No trabajé contigo por Raquel? Entonces, ¿por qué me has engañado?

26 Y Labán le contestó: —Aquí no acostumbramos que la hija menor se case antes que la mayor. 27 Cumple con la semana de bodas de Lía y entonces te daremos también a Raquel, si es que te comprometes a trabajar conmigo otros siete años.

28 Jacob aceptó, y cuando terminó la semana de bodas de Lía, Labán le dio a Raquel por esposa.

Salmo: 105:1-11, 45b o 128

  1     Den gracias al Señor, invoquen su Nombre; *
             den a conocer sus hazañas entre los pueblos.
  2     Cántenle, cántenle alabanzas; *
             hablen de todas sus obras maravillosas.
  3     Gloríense en su santo Nombre; *
             alégrese el corazón de los que buscan al Señor.
  4     Busquen al Señor y su poder; *
             busquen continuamente su rostro.
  5     Acuérdense de las maravillas que él ha hecho, *
             de los prodigios y de los juicios de su boca,
  6     Oh vástago de Abrahán, su siervo, *
             oh hijos de Jacob, su escogido.
  7     El es el Señor nuestro Dios; *
              por todo el mundo prevalecen sus juicios.
  8     Se acuerda eternamente de su pacto, *
              la promesa que hizo para mil generaciones:
  9     El pacto que hizo con Abrahán, *
              el juramento que juró a Isaac,
10     El cual estableció como ley para Jacob, *
             para Israel como pacto sempiterno,
11     Diciendo: “A ti te daré la tierra de Canaán, *
             como porción de tu heredad”. ¡Aleluya!

o

1     ¡Dichosos todos los que temen al Señor; *
            y andan en sus caminos!
2     Comerás el fruto de tu trabajo; *
            dicha y prosperidad tendrás.
3     Tu mujer será como parra fecunda en medio de tu casa, *
            tus hijos como renuevos de olivo alrededor de tu mesa.
4     Así será bendecido el hombre *
            que teme al Señor.
5     Bendígate el Señor desde Sión, *
            y veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.
6     Que veas los hijos de tus hijos, *
            y la paz sea sobre Israel.

Antiguo Testamento: 1 Reyes 3:5-12

5 Una noche, en Gabaón, el Señor se apareció en sueños a Salomón y le dijo: «Pídeme lo que quieras, y yo te lo daré.»

6 Salomón respondió: «Tú trataste con gran bondad a mi padre, tu siervo David, pues él se condujo delante de ti con lealtad, justicia y rectitud de corazón para contigo. Por eso lo trataste con tanta bondad y le concediste que un hijo suyo se sentara en su trono, como ahora ha sucedido. 7 Tú, Señor y Dios mío, me has puesto para que reine en lugar de David, mi padre, aunque yo soy un muchacho joven y sin experiencia. 8 Pero estoy al frente del pueblo que tú escogiste: un pueblo tan grande que, por su multitud, no puede contarse ni calcularse. 9 Dame, pues, un corazón atento para gobernar a tu pueblo, y para distinguir entre lo bueno y lo malo; porque ¿quién hay capaz de gobernar a este pueblo tuyo tan numeroso?»

10 Al Señor le agradó que Salomón le hiciera tal petición, 11 y le dijo: «Porque me has pedido esto, y no una larga vida, ni riquezas, ni la muerte de tus enemigos, sino inteligencia para saber oír y gobernar, 12 voy a hacer lo que me has pedido: yo te concedo sabiduría e inteligencia como nadie las ha tenido antes que tú ni las tendrá después de ti.» 

Salmo: 119:129-136

129     Maravillosos son tus decretos; *
               por tanto, los guardo de todo corazón.
130     La revelación de tu palabra ilumina; *
               hace entender a los inocentes.
131     Abro la boca y jadeo; *
               ansío tus mandamientos.
132     Vuélvete a mí, y ten misericordia, *
               como acostumbras con los que aman tu Nombre.
133     Afirma mis pasos con tu palabra; *
               que ninguna iniquidad me domine.
134     Rescátame de los que me oprimen, *
               y guardaré tus mandamientos.
135     Haz resplandecer tu rostro sobre tu siervo, *
               y enséñame tus estatutos.
136     Ríos de aguas brotan de mis ojos *
               a causa de los que no guardan tu ley.

Nuevo Testamento: Romanos 8:26-39

26 De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. 27 Y Dios, que examina los corazones, sabe qué es lo que el Espíritu quiere decir, porque el Espíritu ruega, conforme a la voluntad de Dios, por los del pueblo santo.

28 Sabemos que Dios dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman, a los cuales él ha llamado de acuerdo con su propósito. 29 A los que de antemano Dios había conocido, los destinó desde un principio a ser como su Hijo, para que su Hijo fuera el primero entre muchos hermanos. 30 Y a los que Dios destinó desde un principio, también los llamó; y a los que llamó, los hizo justos; y a los que hizo justos, les dio parte en su gloria.

31 ¿Qué más podremos decir? ¡Que si Dios está a nuestro favor, nadie podrá estar contra nosotros! 32 Si Dios no nos negó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó a la muerte por todos nosotros, ¿cómo no habrá de darnos también, junto con su Hijo, todas las cosas? 33 ¿Quién podrá acusar a los que Dios ha escogido? Dios es quien los hace justos. 34 ¿Quién podrá condenarlos? Cristo Jesús es quien murió; todavía más, quien resucitó y está a la derecha de Dios, rogando por nosotros. 35 ¿Quién nos podrá separar del amor de Cristo? ¿El sufrimiento, o las dificultades, o la persecución, o el hambre, o la falta de ropa, o el peligro, o la muerte violenta? 36 Como dice la Escritura:

«Por causa tuya estamos siempre expuestos a la muerte;
nos tratan como a ovejas llevadas al matadero.»

37 Pero en todo esto salimos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Estoy convencido de que nada podrá separarnos del amor de Dios: ni la muerte, ni la vida, ni los ángeles, ni los poderes y fuerzas espirituales, ni lo presente, ni lo futuro, 39 ni lo más alto, ni lo más profundo, ni ninguna otra de las cosas creadas por Dios. ¡Nada podrá separarnos del amor que Dios nos ha mostrado en Cristo Jesús nuestro Señor!  

El Evangelio: Mateo 13:31-33, 44-52

31 Jesús también les contó esta parábola: «El reino de los cielos es como una semilla de mostaza que un hombre siembra en su campo. 32 Es, por cierto, la más pequeña de todas las semillas; pero cuando crece, se hace más grande que las otras plantas del huerto, y llega a ser como un árbol, tan grande que las aves van y se posan en sus ramas.»

33 También les contó esta parábola: «El reino de los cielos es como la levadura que una mujer mezcla con tres medidas de harina para hacer fermentar toda la masa.»

44 »El reino de los cielos es como un tesoro escondido en un terreno. Un hombre encuentra el tesoro, y lo vuelve a esconder allí mismo; lleno de alegría, va y vende todo lo que tiene, y compra ese terreno.

45 »Sucede también con el reino de los cielos como con un comerciante que andaba buscando perlas finas; 46 cuando encontró una de mucho valor, fue y vendió todo lo que tenía, y compró esa perla.

47 »Sucede también con el reino de los cielos como con la red que se echa al mar y recoge toda clase de pescado. 48 Cuando la red se llena, los pescadores la sacan a la playa, donde se sientan a escoger el pescado; guardan el bueno en canastas y tiran el malo. 49 Así también sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles para separar a los malos de los buenos, 50 y echarán a los malos en el horno de fuego. Entonces vendrán el llanto y la desesperación.»

51 Jesús preguntó: —¿Entienden ustedes todo esto?

—Sí —contestaron ellos.

52 Entonces Jesús les dijo: —Cuando un maestro de la ley se instruye acerca del reino de los cielos, se parece al dueño de una casa, que de lo que tiene guardado sabe sacar cosas nuevas y cosas viejas.   

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Las lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Evangelios provienen de la Biblia Nueva Versión Estándar Revisada: Edición Anglicana, copyright 1989, 1995, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.

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