Sermones que Iluminan

Pascua 7 (C) – 2025

June 01, 2025

LCR: Hechos 16:16-34; Salmo 97; Revelación 22:12-14, 16-17, 20-21; San Juan 17:20-26.

Anunciar el Evangelio en nuestros tiempos y contextos puede ser una experiencia altamente retadora para los cristianos si tenemos en cuenta que los ideales de riqueza, belleza y poder que determinan el éxito en nuestra sociedad se contraponen abiertamente con los valores del amor, la misericordia, la compasión y la aceptación de nosotros mismos y del otro, que nos propone la Buena Nueva de Jesús.

Con el séptimo domingo de Pascua, finaliza la estación mas jubilosa de nuestro calendario litúrgico ya que, a través de ese maravilloso tiempo de reflexión sobre la gloriosa resurrección de nuestro Señor Jesucristo, hemos tenido la oportunidad de meditar en pasajes Bíblicos llenos de esperanza para nuestro caminar en la fe. Al cierre de este tiempo la iglesia nos introduce en una nueva experiencia espiritual con miras a la llegada del tiempo de Pentecostés, mostrándonos una comunidad de fe que ha recibido del Maestro la fuerza necesaria para cumplir con su misión experimentado su presencia viva y permanente a cada paso que da en la predicación del Evangelio.

El libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta un claro ejemplo de cómo los primeros discípulos se muestran ante el mundo como portadores de un mensaje liberador. Una mujer dedicada a la adivinación -una práctica muy común en su momento y aún en nuestros días- y que en el relato del texto sagrado se presta para la explotación de los que se dedican de esas supuestas dotes premonitorias, reconoce a los seguidores de Jesús como servidores de Dios y anunciadores del camino de salvación. Esto nos lleva a reflexionar en cómo la revelación de una nueva vida en Cristo es percibida con mayor facilidad por los menos favorecidos del mundo e incluso por los explotados por sistemas económicos utilitaristas, como en el caso de esta mujer que fue liberada de esta realidad opresora. Los explotadores al ver en riesgo sus intereses económicos denuncian a los profetas de esos tiempos -y de los nuestros- en la supuesta defensa de unas costumbres que sólo persiguen mantener situaciones de injusticia, desigualdad y opresión, persiguiendo a los mensajeros de la paz y la justicia, silenciándolos e incluso encarcelados.

Pero Dios actúa en nuestro favor, está presto a generar las condiciones necesarias para que la libertad se haga efectiva y la verdad revelada sea recibida por aquellos que son llamados a aceptar la fe en Jesús y así experimentar la renovación de sus vidas, tal como aconteció con el carcelero y su familia del texto de los Hechos de los Apóstoles, quienes fueron bautizados y agregados a la comunidad de los creyentes. Aunque son muchos los intereses mezquinos y egoístas que se oponen al mensaje del Evangelio, Dios no puede ser vencido en su propósito y así lo demuestra claramente la gloriosa resurrección de Cristo. Como canta el salmista: “El Señor es Rey” su poder se despliega sobre los cielos y la tierra; él defiende la vida de los suyos, los libra, los protege y toda voluntad humana rescatada, finalmente, se someterá a su plan de salvación.

Podemos tener confianza, aún en medio de los retos que nos impone la vida diaria, pues todas las limitaciones humanas serán vencidas y resplandecerá la verdad que es Cristo mismo. El libro de la Revelación nos recuerda que, Él es Alfa y Omega, el primero y el último, el principio y fin de todas las cosas. En él está puesta nuestra esperanza y en esa promesa encontramos la fuerza necesaria para vencer las adversidades que generan las fuerzas que se oponen a la construcción de un mundo mejor y que pretenden favorecer los intereses egoístas que intentan esclavizar al ser humano y destruir nuestra casa común que es la creación de Dios de la cual formamos parte.

Desde el comienzo de la Misión encomendada por Jesús a su Iglesia, la amenaza ha estado presente y los mensajeros han tenido que pasar diversas pruebas, pero el trabajo sigue adelante y cada uno de nosotros es responsable de dar testimonio del bautismo que, como signo de regeneración, nos recuerda la necesidad de lavar nuestra vida de todos aquellos antivalores que no dan cuenta de nuestra vida en Cristo.

Como miembros de la Iglesia, que es la esposa del Cordero, clamamos por el advenimiento de un cielo y una tierra nuevos. Que la sed de justicia de la creación entera encuentre saciedad y que todas las cosas sean regeneradas en Cristo y la gracia se derrame sobre toda criatura. La tarea es de cada bautizado y bautizada, pues la construcción de ese reino de paz y justicia inicia en cada corazón y se evidencia en cada familia y comunidad de fe que permea a su vez a toda la sociedad y a la creación entera a través de nuestro amor incondicional por la obra de Dios.

Jesús oró fervientemente por sus discípulos y por cada uno de nosotros que habríamos de llegar al conocimiento de la fe al oír el mensaje que ha sido predicado por miles de testigos fieles que a través de la historia han dedicado sus vidas a llevar el mensaje del Evangelio. El reto que nos propone la palabra del Señor es que mantengamos la unidad con el propósito de que el mundo crea en el enviado y reconozca en cada uno de nosotros el amor eterno con que el buen Dios nos ha cobijado desde antes que el mundo existiera.

Somos de Dios y donde quiera que estemos, en nuestras diversas ocupaciones y experiencias, Él estará con nosotros, nos conoce y sabe de cada una de nuestras inquietudes y temores, y nos compromete en su plan salvífico de tal modo que aun los no creyentes reconozcan en cada cristiano su amoroso rostro que se revela a todos y se manifiesta en cada seguidor de Jesús.

La fuerza transformadora de Cristo está en su Iglesia que se reúne frecuentemente para la meditación de la palabra de vida, la oración y la recepción de los sacramentos, que como medios de gracia nos permiten experimentar la presencia constante del Espíritu Santo que se nos entrega como don gratuito y nos inspira, fortalece e impulsa en nuestra misión profética.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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