Sermones que Iluminan

Pentecostés 13 (B) – 22 de agosto de 2021

August 22, 2021

LCR: Josué 24:1–2a, 14–18 Salmo 34:15–22 Efesios 6:10–20 San Juan 6:56–69

Esta porción del Evangelio de Juan se convierte en la evidencia real de la presencia de Jesús en la Eucaristía y trae al mundo cristiano la bendición de reconocer que sus palabras son de vida eterna. El Señor se hace presente cada vez que nos reunimos en su Nombre y escuchamos las palabras divinas. Nos maravilla la oportunidad de confiar, hoy más que nunca, en la guía del Espíritu Santo que nos muestra el camino que conduce a la vida eterna.

Palabras de vida eterna son, para la Iglesia en la actualidad, la seguridad de que toda la Escritura está inspirada por Dios; ella es útil para enseñar y reprender, para corregir y educar en una vida de rectitud; nos capacita para hacer toda clase de buenas obras. ¡Cuánta sabiduría emanan las palabras de Jesús ante sus discípulos y la multitud que le seguía! Aunque muchos de los presentes no podían entender la verdad que había en ellas -pues se trataba de un lenguaje duro y difícil de oír, pero lleno de verdad y vida-, aun así, deseaban escuchar su mensaje.

Hoy la Iglesia mantiene invariable el compromiso de predicar esta misma palabra como mandato de Cristo a sus discípulos: “Vayan por todo el mundo y anuncien a todos la buena noticia. El que crea y sea bautizado, obtendrá la salvación; pero el que no crea, será condenado”. Realmente es dura la Palabra; y pensar que, aún hoy, algunos no creen. El capítulo 6, del evangelio de Juan, es una de las grandes riquezas de la Palabra de Dios. Allí Jesús se ofrece como el pan y nos invita a todos a participar de esa comida que conduce a la vida eterna. Jesús es el pan que da vida; una vida basada en una nueva relación con el Cristo resucitado que se expresa en la confianza que se debe tener en nuestras relaciones con los demás, siguiendo el mandato del amor: “Hagan ustedes con los demás como quieran que los demás hagan con ustedes”.

La Iglesia se regocija cada vez que celebramos el misterio de la fe: la muerte, resurrección y el regreso de nuestro Señor, quien se hace presente cuando compartimos su Cuerpo y Sangre, como testigos del sacrificio de la cruz. El texto del libro de Josué, que escuchamos hoy, expresa claramente lo que significa para un verdadero creyente el servicio fiel a Dios, entendiendo que el liderazgo del cristiano debe estar amparado bajo la dirección divina para alcanzar la victoria. El creyente tiene que estar seguro de su fe y ser obediente a la Palabra de Dios, poniendo ante todo el amor como principio fundamental de cualquier acción dirigida a servir a los demás, a ejemplo de Jesús.

En todos los tiempos debemos estar seguros de que servimos a un Dios celoso. Es totalmente cierto que lo que el mundo ofrece es superficial y que en nada trae provecho; muy por el contrario, el Espíritu de Dios promueve en el creyente el privilegio de disfrutar lo que es verdadero y de ser parte de este reino de amor que se establece en los que creen en el Señor. El apóstol Pablo, en su carta a la iglesia de Éfeso, enseña sobre la importancia de usar cada día la armadura espiritual, para resistir el mal y permanecer firmes en la verdad, sin olvidar que tenemos un enemigo que utiliza todas las maneras a su alcance para dañar y engañar a las almas débiles; de ahí que debemos orar en todo tiempo y crecer en fe, tanto en el día bueno como en el malo.

La verdadera satisfacción de una vida plena y segura se encuentra sólo en Cristo Jesús. Aunque muchos creen que pueden ganar el favor de Dios haciendo obras, es solamente a través de la fe que podemos ser salvos y vivir con plenitud. Una vida de fe contiene amor, santidad y pureza. Jesús al decirnos que él es el pan de vida, nos acerca a la comunión de ser una gran familia cristiana; cada vez que participamos de la Santa Eucaristía estamos en la presencia de Cristo, nuestro Salvador. El misterio de la comunión nos da vida, nos fortalece para luchar contra el pecado, nos hace fuertes ante las adversidades y nos mueve a vivir una vida que sea ejemplo para otros.

Los oyentes de aquel tiempo no podían entender el significado de las palabras de Jesús, y es que se necesita un corazón dispuesto para entender que el Hijo del Hombre ha de subir al lugar donde estuvo antes; hay que revestirse del Espíritu Santo, hoy también, para entender que esas mismas palabras nos aseguran una vida que no termina. Igual que ayer, muchos aún no creen en este misterio divino de un Dios que, en un pedazo de pan, te invita a vivir eternamente.

En este mundo revuelto, confuso y enfermo, sólo nuestro Señor tiene palabras de vida eterna. ¿A quién iremos? La Iglesia se mantiene firme compartiendo esta verdad inalterable de que el Señor regresará por todos los que siguen creyendo en Él y son fieles a su compromiso cristiano. Tristemente, aún con iglesias llenas, muchos no entienden el mensaje que encierra seguir a Cristo y hacerse uno con él en el pan de la Eucaristía. La vida espiritual se inicia a través de la fe y de reconocer que unidos a Cristo alcanzamos sabiduría y una vida transformada por el amor.

Jesús busca servidores auténticos, dispuestos a seguirle aun dejando de lado las comodidades que ofrece el mundo. Muchos dicen “Señor, Señor”, y no por eso entrarán en el Reino de los cielos. Se requiere reconocer que la carne no aporta beneficios, que al final nada satisface y que nadie puede venir a Jesús, si el Padre no lo concede. Esta Palabra es dura, difícil de entender y, más aún, de practicar. El relato de Juan deja ver que muchos de los que seguían a Jesús no podían entender sus enseñanzas, porque eran palabras que interpelaban el alma, palabras cargadas de verdad y de una gran promesa: el que crea en ella alcanzará la eternidad.

Todos estamos invitados e invitadas a compartir el gozo de la Eucaristía, a disfrutar plenamente de todos los recursos que la Iglesia dispone. Nuestra prioridad como cristianos es el reino de Dios y su justicia, viviendo con honestidad y haciendo el bien a todas las personas. Hoy es día de Salvación para todos los que creen que Jesús tiene palabras de vida eterna. Amén.

La Rvda Marivel Milien, es encargada de la Iglesia Santísima Trinidad, Diócesis Southeast Florida, donde ha ejercido su ministerio durante los últimos 12 años.

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Contacto:
Rvdo. Richard Acosta R., Th.D.

Editor, Sermones que Iluminan

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