Calendario Litúrgico

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Tercer Domingo después de Pentecostés

Propio 6

La Colecta:

Mantén, oh Señor, a tu familia, la Iglesia, en tu constante fe y amor; para que, mediante tu gracia, proclamemos tu verdad con valentía, y administremos tu justicia con compasión; por amor de nuestro Salvador Jesucristo, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, un solo Dios, ahora y por siempre.  Amén

Antiguo Testamento: Génesis 18:1-15, (21:1-7)

1 El Señor se le apareció a Abraham en el bosque de encinas de Mamré, mientras Abraham estaba sentado a la entrada de su tienda de campaña, como a mediodía. 2 Abraham levantó la vista y vio que tres hombres estaban de pie frente a él. Al verlos, se levantó rápidamente a recibirlos, se inclinó hasta tocar el suelo con la frente, 3 y dijo: —Mi señor, por favor le suplico que no se vaya en seguida. 4 Si a usted le parece bien, voy a pedir un poco de agua para que se laven los pies y luego descansen un rato bajo la sombra del árbol. 5 Ya que han pasado por donde vive este servidor suyo, les voy a traer algo de comer para que repongan sus fuerzas antes de seguir su camino.

—Bueno, está bien —contestaron ellos.

6 Abraham entró en su tienda de campaña y le dijo a Sara: —¡Rápido! Toma unos veinte kilos de la mejor harina y haz unos panes.

7 Luego Abraham corrió a donde estaba el ganado, escogió el mejor de los becerros, y se lo dio a uno de sus sirvientes, quien lo preparó inmediatamente para la comida. 8 Además del becerro, Abraham les ofreció cuajada y leche, y estuvo atento a servirles mientras ellos comían debajo del árbol.

9 Al terminar de comer, los visitantes le preguntaron a Abraham: —¿Dónde está tu esposa Sara?

—Allí, en la tienda de campaña —respondió él.

10 Entonces uno de ellos dijo: —El año próximo volveré a visitarte, y para entonces tu esposa Sara tendrá un hijo.

Mientras tanto, Sara estaba escuchando toda la conversación a espaldas de Abraham, a la entrada de la tienda. 11 Abraham y Sara ya eran muy ancianos, y Sara había dejado de tener sus periodos de menstruación. 12 Por eso Sara no pudo aguantar la risa, y pensó: «¿Cómo voy a tener este gusto, ahora que mi esposo y yo estamos tan viejos?» 13 Pero el Señor le dijo a Abraham: —¿Por qué se ríe Sara? ¿No cree que puede tener un hijo a pesar de su edad? 14 ¿Hay acaso algo tan difícil que el Señor no pueda hacerlo? El año próximo volveré a visitarte, y para entonces Sara tendrá un hijo.

15 Al escuchar esto, Sara tuvo miedo y quiso negar. Por eso dijo: —Yo no me estaba riendo.

Pero el Señor le contestó: —Yo sé que te reíste.

1 [De acuerdo con su promesa, el Señor prestó atención a Sara y cumplió lo que le había dicho, 2 así que ella quedó embarazada y le dio un hijo a Abraham cuando él ya era muy anciano. El niño nació en el tiempo que Dios le había dicho. 3 El nombre que Abraham le puso al hijo que Sara le dio, fue Isaac; 4 y lo circuncidó a los ocho días de nacido, tal como Dios se lo había ordenado. 5 Abraham tenía cien años cuando Isaac nació. 6 Entonces Sara pensó: «Dios me ha hecho reír, y todos los que sepan que he tenido un hijo, se reirán conmigo. 7 ¿Quién le hubiera dicho a Abraham que yo llegaría a darle hijos? Sin embargo, le he dado un hijo a pesar de que él ya está viejo.»]

Salmo: 116:1,10-17

  1     Amo al Señor, pues ha oído mi voz y mi súplica; *
             porque ha inclinado a mí su oído, siempre que le invoco.
10     ¿Cómo pagaré al Señor *
             por todos sus beneficios para conmigo?
11     Alzaré la copa de la salvación, *
             e invocaré el Nombre del Señor.
12     Pagaré mis votos al Señor *
             delante de todo su pueblo.
13     Preciosa a los ojos del Señor, *
             es la muerte de sus siervos.
14     Oh Señor, yo soy tu siervo; siervo tuyo soy, hijo de tu sierva; *
             me has librado de mis prisiones.
15     Te ofreceré el sacrificio de alabanza, *
             e invocaré el Nombre del Señor.
16     Pagaré mis votos al Señor *
             delante de todo su pueblo,
17     En los atrios de la casa del Señor, *
             en medio de ti, oh Jerusalén. ¡Aleluya!

Antiguo Testamento: Éxodo 19:2-8a

2 Después de salir de Refidim, llegaron al desierto del Sinaí y acamparon allí mismo, frente al monte. 3 Allí Moisés subió a encontrarse con Dios, pues el Señor lo llamó desde el monte y le dijo: —Anúnciales estas mismas palabras a los descendientes de Jacob, a los israelitas: 4 “Ustedes han visto lo que yo hice con los egipcios, y cómo los he traído a ustedes a donde yo estoy, como si vinieran sobre las alas de un águila. 5 Así que, si ustedes me obedecen en todo y cumplen mi alianza, serán mi pueblo preferido entre todos los pueblos, pues toda la tierra me pertenece. 6 Ustedes me serán un reino de sacerdotes, un pueblo consagrado a mí.” Diles todo esto a los israelitas.

7 Moisés fue y llamó a los ancianos del pueblo, y les expuso todo lo que el Señor le había ordenado. 8 Entonces los israelitas contestaron a una voz: —Haremos todo lo que el Señor ha ordenado.  

Salmo: 100

1     Regocíjense en el Señor, pueblos todos; *
            sirvan al Señor con alegría; vengan ante su presencia con cánticos.
2     Sepan que el Señor es Dios; *
            él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.
3     Entren por sus puertas con acción de gracias, en sus atrios con alabanza; *
            denle gracias, y bendigan su Nombre;
4     Porque el Señor es bueno; para siempre es su misericordia; *
            su fidelidad perdura de generación en generación.

Nuevo Testamento: Romanos 5:1-8

1 Puesto que Dios ya nos ha hecho justos gracias a la fe, tenemos paz con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo. 2 Pues por Cristo hemos podido acercarnos a Dios por medio de la fe, para gozar de su favor, y estamos firmes, y nos gloriamos con la esperanza de tener parte en la gloria de Dios. 3 Y no sólo esto, sino que también nos gloriamos de los sufrimientos; porque sabemos que el sufrimiento nos da firmeza para soportar, 4 y esta firmeza nos permite salir aprobados, y el salir aprobados nos llena de esperanza. 5 Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha llenado con su amor nuestro corazón por medio del Espíritu Santo que nos ha dado.

6 Pues cuando nosotros éramos incapaces de salvarnos, Cristo, a su debido tiempo, murió por los pecadores. 7 No es fácil que alguien se deje matar en lugar de otra persona. Ni siquiera en lugar de una persona justa; aunque quizás alguien estaría dispuesto a morir por la persona que le haya hecho un gran bien. 8 Pero Dios prueba que nos ama, en que, cuando todavía éramos pecadores, Cristo murió por nosotros. 

El Evangelio: Mateo 9:35—10:8,(9-23)

35 Jesús recorría todos los pueblos y aldeas, enseñando en las sinagogas de cada lugar. Anunciaba la buena noticia del reino, y curaba toda clase de enfermedades y dolencias. 36 Al ver a la gente, sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos, como ovejas que no tienen pastor. 37 Dijo entonces a sus discípulos: —Ciertamente la cosecha es mucha, pero los trabajadores son pocos. 38 Por eso, pidan ustedes al Dueño de la cosecha que mande trabajadores a recogerla.

1 Jesús llamó a sus doce discípulos, y les dio autoridad para expulsar a los espíritus impuros y para curar toda clase de enfermedades y dolencias.

2 Éstos son los nombres de los doce apóstoles: primero Simón, llamado también Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos de Zebedeo; 3 Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el que cobraba impuestos para Roma; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; 4 Simón el cananeo, y Judas Iscariote, que después traicionó a Jesús.

5 Jesús envió a estos doce con las siguientes instrucciones: «No vayan a las regiones de los paganos ni entren en los pueblos de Samaria; 6 vayan más bien a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. 7 Vayan y anuncien que el reino de los cielos se ha acercado. 8 Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos, limpien de su enfermedad a los leprosos y expulsen a los demonios. Ustedes recibieron gratis este poder; no cobren tampoco por emplearlo.

9 [»No lleven oro ni plata ni cobre 10 ni provisiones para el camino. No lleven ropa de repuesto ni sandalias ni bastón, pues el trabajador tiene derecho a su alimento.

11 »Cuando lleguen ustedes a un pueblo o aldea, busquen alguna persona de confianza y quédense en su casa hasta que se vayan de allí. 12 Al entrar en la casa, saluden a los que viven en ella. 13 Si la gente de la casa lo merece, su deseo de paz se cumplirá; pero si no lo merece, ustedes nada perderán. 14 Y si no los reciben ni los quieren oír, salgan de la casa o del pueblo y sacúdanse el polvo de los pies. 15 Les aseguro que en el día del juicio el castigo para ese pueblo será peor que para la gente de la región de Sodoma y Gomorra.

16 »¡Miren! Yo los envío a ustedes como ovejas en medio de lobos. Sean, pues, astutos como serpientes, aunque también sencillos como palomas. 17 Tengan cuidado, porque los entregarán a las autoridades, los golpearán en las sinagogas 18 y hasta los presentarán ante gobernadores y reyes por causa mía; así podrán dar testimonio de mí delante de ellos y de los paganos. 19 Pero cuando los entreguen a las autoridades, no se preocupen ustedes por lo que han de decir o cómo han de decirlo, porque cuando les llegue el momento de hablar, Dios les dará las palabras. 20 Pues no serán ustedes quienes hablen, sino que el Espíritu de su Padre hablará por ustedes.

21 »Los hermanos entregarán a la muerte a sus hermanos, y los padres a sus hijos; y los hijos se volverán contra sus padres y los matarán. 22 Todo el mundo los odiará a ustedes por causa mía; pero el que se mantenga firme hasta el fin, se salvará. 23 Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra; pues les aseguro que el Hijo del hombre vendrá antes que ustedes hayan recorrido todas las ciudades de Israel.»]

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Las lecturas del Antiguo Testamento, el Nuevo Testamento y los Evangelios provienen de la Biblia Nueva Versión Estándar Revisada: Edición Anglicana, copyright 1989, 1995, División de Educación Cristiana del Consejo Nacional de las Iglesias de Cristo en los Estados Unidos de América. Usado con permiso. Todos los derechos reservados.

Las Colectas, Salmos y Cánticos son del Libro de Oración Común, 1979.

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